El desarrollo de la afectividad se trata de un proceso muy complejo en el que la persona va adquiriendo progresivamente la capacidad de experimentar y manifestar sus sentimientos. Para lo cual, es imprescindible el contacto con los demás, de manera tal que desarrollo social y afectivo deben ir indisolublemente unidos y de la mano.
La afectividad se desarrolla a lo largo de toda la vida de las personas, pero podríamos decir que tanto la infancia como la adolescencia son etapas cruciales para aprender a reconocer y gestionar las emociones y los sentimientos.
Desarrollo afectivo
El desarrollo afectivo puede entenderse como el camino a través del cual las personas establecen unos afectos y una forma de vivirlos y entenderlos.
La afectividad engloba sentimientos y emociones, y hace alusión a múltiples y distintos estados afectivos, más o menos agradables, por los que atravesamos a lo largo de nuestro trayecto vital. Además, las características que adopte el camino de desarrollo de los afectos determinarán, en cierta medida, el tipo de vínculos interpersonales y las formas de relacionarse que una persona establezca en su vida.
El desarrollo afectivo implica la capacidad de experimentar y manifestar los estados afectivos a través de conductas externas que les permitan a las personas incorporarse en el medio social. Y que, a su vez, les permitan cubrir todas sus necesidades básicas (fisiológicas, cognitivas, sociales y afectivas).
Etapas importantes en el desarrollo de la afectividad
La infancia
La etapa de la infancia supone un pilar básico en el desarrollo de la afectividad. Desde niños tenemos la necesidad de sentirnos amados, cuidados, valorados. De esto depende el desarrollo de nuestra personalidad afectiva, y depende también una correcta evolución de otros ámbitos de desarrollo, como el psicosocial, cognoscitivo y motor.
Un factor importante en la vida emocional futura de un ser humano es el tipo de apego que se desarrolla en los primeros años de la infancia. El apego, desarrollado por John Bowlby (1986), se define como el conjunto de sentimientos asociados a las personas con las que se convive. Sentimientos que influyen en el sujeto proporcionándole seguridad, bienestar y placer, generados por la proximidad y el contacto.
Se trata de un vínculo afectivo que se forma a lo largo del primer año de vida, y es el resultado de la necesidad de vinculación afectiva que tiene el niño y de la conducta que pone en juego para satisfacer dicha necesidad. El apego que el niño tiene con sus padres y hermanos suele durar toda la vida, y sirve de modelo para relacionarse con los demás niños y con los adultos.
Con lo cual, es fundamental un vínculo afectivo sereno y estable para que el niño desarrolle un modelo mental positivo y una conducta social adaptada y segura. Esto influye en su desarrollo psicomotriz en sus primeros años de vida y en su desarrollo representacional posteriormente.
La adolescencia
Se trata de una etapa importante en el desarrollo afectivo y en la conformación de la personalidad. Los intercambios e interacciones sociales se amplían de forma extraordinaria, a la vez que se debilita la referencia a lo familiar y a las figuras de apego de la etapa infantil.
Paralelamente a la emancipación familiar, el adolescente va estableciendo lazos más estrechos con el grupo de pares y aparecen las primeras relaciones de pareja.
El desarrollo afectivo en la adolescencia está vinculado con distintas necesidades. La necesidad de intimidad para interiorizar y hacer un reajuste psicobiológico producido por los cambios corporales que experimentan.
La necesidad de libertad e independencia respecto de su familia, para poder avanzar en su autonomía como condición de entrada en la vida adulta. Y, además, la necesidad de construir su propia personalidad e identidad, producto de su proyecto de vida, preferencias y elecciones tanto sociales, sexuales, vocacionales y profesionales.
Teorías que explican el desarrollo de afectividad
Existen algunas teorías importantes que explican el desarrollo de la afectividad, como la de las “Etapas Vitales”, de Erik Erikson, representante de la escuela psicoanalítica. El autor plantea que el desarrollo afectivo es una constante que dura toda la existencia de una persona y que atraviesa ocho fases.
En cada una de estas etapas, la persona debe realizar una tarea específica para poder adquirir una serie de capacidades. Esto sucede porque se produce una ‘crisis’ de tipo psicosocial, cuya superación hará que se avance en el desarrollo de las capacidades afectivas.
Las crisis de las que habla el autor serán representadas por dos pares opuestos que representan la resolución positiva o negativa de la crisis. Puedes consultar su teoría aquí.
Por su parte, Henri Wallon, autor de la misma escuela que Piaget, plantea en su teoría en relación al desarrollo de la afectividad que:
- Las relaciones humanas moldean a las personas.
- Son importantes todas las relaciones sociales, no solo las figuras principales de apego como los padres y educadores.
- La afectividad tiene un papel fundamental en el desarrollo de las personas y constituye, en sí misma, un sistema de expresión anterior y paralelo al lenguaje.
¿Cómo potenciar el desarrollo de la afectividad en las personas?
Para que el desarrollo afectivo sea satisfactorio debemos potenciar tanto en los niños como en los adolescentes, e incluso en los adultos, lo siguiente:
- Reconocer, reforzar y mantener los vínculos afectivos. En la primera infancia, con el vínculo afectivo de apego y, posteriormente, conforme los niños crecen, educándolos en el autoconocimiento y autoestima, detección y regulación de las propias emociones.
- Crear y garantizar ambientes familiares y escolares en los que el clima sea amable, respetuoso, tranquilo y estimulante. Esto es fundamental para que el desarrollo afectivo alcance su plenitud e influya en el desarrollo integral de la persona.
- Fomentar, desarrollar y promover el dialogo y la comunicación. El desarrollo afectivo se produce por medio del reconocimiento y la manifestación de los sentimientos y las emociones. Con lo cual, el intercambio social es fundamental para reconocer las necesidades afectivas, tanto propias como ajenas.
Bibliografía
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- Bowlby, J. (1986). Vínculos afectivos, formación, desarrollo y pérdida. Editorial Morata. Madrid.
- Ocaña, L. (2011). Desarrollo socioafectivo. Editorial Paraninfo.