¿Has notado que tu niño miente de forma impulsiva y sospechas que pueda tratarse de mitomanía infantil? No te preocupes: aquí aprenderás sus posibles causas y la forma de corregir este trastorno. Si lo haces desde una edad temprana, es posible que puedas evitar consecuencias en el futuro.
¿Qué es la mitomanía infantil?
La mitomanía, también conocida como pseudología fantástica o mentira patológica, es un trastorno de la conducta donde se miente de forma compulsiva. Una persona mitómana elige la mentira de forma consciente para expresar su realidad; en la mayoría de los casos cree de manera fehaciente las mentiras que dice.
No se trata de una enfermedad, sino de un trastorno psicológico. En el caso de los niños, no es tan sencillo diagnosticarlo. Ellos muchas veces inventan historias o son fantasiosos, por lo que los síntomas podrían no ser detectados inmediatamente.
¿Cuáles son las características de los niños con mitomanía infantil?
Los niños con este tipo de trastorno suelen magnificar su realidad. Mienten por cualquier cosa, se inventan historias y se irritan cuando uno no cree su versión. Por lo general, su mentira difiere de persona en persona: su relato cambia dependiendo del oyente.
Estos niños dicen mentiras innecesarias, no solo para salvarse de determinadas situaciones. Por ejemplo, si un niño rompe un jarrón, podría llegar a decir que no fue él quien lo hizo. En cambio, uno que padezca mitomanía infantil mentirá sin necesidad de haber roto el jarrón.
“El niño mentiroso miente para protegerse o salvarse de alguna circunstancia. En cambio, el mitómano miente de forma compulsiva y por momentos sus mentiras resultan un tanto ridículas o absurdas”
Ten en cuenta que la mayoría de los niños dice alguna mentira de vez en cuando, esto es algo normal. Pero si elige una mentira en respuesta a cada situación, entonces tal vez padezca este tipo de trastorno.
¿Cómo detectarla?
En los casos en que la mentira ocurre de forma intermitente o aislada no parece tener un significado psicopatológico específico. No así si se reproduce o mantiene en el tiempo de manera automática, repetitiva y crónica.
El niño mitómano con frecuencia suele enfrentarse a profundas carencias. No solo afectivas, habituales y necesarias, sino a carencias en los ascendentes parentales.
Por ejemplo, manifiesta incertidumbre en la identificación del padre o la madre, que le resultan desconocidos o más aún, conocidos por alguno de la familia, pero escondidos o silenciados.
La mentira entonces llena una falla, intenta recuperar lo perdido y establecer una continuidad rota. Además, le permitiría adquirir o construir una identidad.
En cualquier caso, hay que hacer pasar al niño por la prueba de realidad. Pues existe en los niños una línea muy fina entre la normalidad y la patología.
En muchos casos las mentiras vienen después de fuertes regaños, de sermones moralizadores o amenazas.
Decía Leo Kanner: «Una educación sensata hace comprender al infante que es ventajoso para él decir la verdad. Los niños inteligentes aprecian la equidad y aceptan las críticas razonables formuladas serenamente sin hostilidad. El empleo de la fuerza y los ardides pueden tropezar con el rencor y la tozudez».
En conclusión, comprensión y no reprensión; y educar al niño en el sentido de la responsabilidad para acercarlo de manera diáfana a la relación lenguaje-realidad.
¿Cuál es el tratamiento?
Generalmente, los niños que comienzan a mentir de forma compulsiva están atravesando un estado de miedo emocional o de ansiedad. Empiezan mintiendo en respuesta a alguna situación y luego esto se convierte en un hábito.
En consecuencia, lo principal es descubrir la causa por la que mienten para poder ayudarlos a superarla. Si descubres que tu hijo presenta este tipo de comportamiento, lo mejor es acudir a un profesional. Además, aquí te dejamos algunos consejos útiles:
- Toma nota de las veces que miente: escribe el momento del día, la causa aparente y el estado emocional del niño. Cualquier detalle te ayudará a descifrar cuál es el motivo que causa este comportamiento. Estos datos también guiarán al profesional que hayas escogido para determinar un patrón de conducta.
- Reacciona con calma. Descubrirlo en la mentira puede resultar exasperante, pero no debes enfadarte con él. En su lugar, muéstrale tu descontento y hazle ver que te desagrada el hecho de que mienta.
- No lo castigues cuando se arrepienta y diga la verdad: muéstrale la alegría de que se haya decidido por no mentir. Premia la verdad y dale la confianza de que si revierte la situación no recibirá una reprimenda.
- Ayúdalo a comprender que la mentira no lo salvará de ninguna situación: todas sus acciones tienen consecuencias y, tarde o temprano, tendrá que asumirlas. Apóyalo para que se responsabilice de sus actos, sin recibir un castigo por ello.
Consecuencias a corto y largo plazo
Corto plazo
Las mentiras constantes de un niño van haciendo que el ámbito familiar se torne tenso y en permanente desconfianza. Hay que evitar poner en duda todo lo que dice, porque aunque diga la verdad se sentirá juzgado; por lo que no verá la diferencia entre ser sincero y ser mentiroso.
Las relaciones sociales de un niño que miente de forma compulsiva se van truncando a medida que sus pares descubren que miente. Comenzará a sentirse excluido, bajará su autoestima y comenzará a mentir más para cubrir esta situación.
Largo plazo
Si no se corrige la mitomanía infantil, el niño se transformará en un adulto que miente sin razón. Tomará la mentira como una forma de vida. Mentirá para ganarse la simpatía de los demás y transformará los hechos a una versión exagerada de la historia.
Los mitómanos llegan a creerse cada una de sus mentiras y les cuesta trabajo adaptarse al mundo real. Es por esto que la mayoría no se siente conforme con su trabajo, sus amistades o su familia.
Puedes evitar que esto llegue a mayores si tratas de resolver las causas por las que tu niño pudiera padecer este trastorno. Permanece atento a sus conductas y no dudes en involucrarte y ayudarlo cuando haga falta.
Bibliografía
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