Cómo ayudar a los niños pesimistas

El pesimismo parece un mal típico de los adultos que ya chocaron con la realidad y han perdido las esperanzas. Sin embargo, también hay niños pesimistas. Repasamos algunas claves para detectarlos y ayudarlos.

Los niños pesimistas suelen no entusiasmarse por nada y encontrar defectos en todo.

El pesimismo es un filtro para nuestra percepción que torna todo negativo, oscuro y problemático. La persona con esta personalidad juzga todo de la peor forma. ¿Sabías que también hay niños pesimistas? ¿Cómo distinguimos este tipo de actitudes y qué hacemos para evitarlas? A continuación, profundizaremos en estas cuestiones.

El pesimismo, aunque mucho más frecuente (y también molesto) en adultos, no entiende de edades. Es un comportamiento que puede darse también en los más pequeños e influir en sus actos, decisiones y pensamientos cotidianos.

Se trata, claro, de una forma de afrontar el día a día que repercute para mal en la motivación, la persistencia, la paciencia y la voluntad de las personas. El pesimista, en la mayoría de los casos, no tiene la esperanza de que las cosas acaben saliendo bien. “Entonces, ¿para qué esforzarse?”, piensa.

Actitudes en los niños pesimistas

¿Quieres saber si tu hijo presenta actitudes pesimistas? Presta atención a la aparición de los siguientes comportamientos:

  • Cambios en el humor y la personalidad: si solía ser activo, juguetón y extrovertido y de pronto se ha vuelto tranquilo, callado e irritable, algo no anda bien. Esto podría pasar un día, pero si se extiende en el tiempo, es distinto. Lo mejor es dialogar, investigar qué le puede estar pasando y ayudarlo a sobrellevar esa dificultad.
  • Poco entusiasmo en actividades que antes le gustaban: si ves que ya no demuestra interés en hacer las cosas que le gustaban, puede ser que la negatividad le esté afectando de manera notable.

El pesimismo puede acarrear consecuencias muy negativas.

  • Se quejan mucho y reprochan todo: aunque haya cosas positivas, los niños pesimistas siempre verán la mitad vacía del vaso. Además, es factible que busquen echar la culpa a alguien o, si no es el caso, que se culpen a sí mismos por un fracaso. Un ejemplo: en un cumpleaños o en Navidad, les importa más el regalo que no recibieron que aquellos con lo que les hayan obsequiado.
  • Falta de expectativas o metas: como piensan que nada saldrá bien o que ni siquiera vale la pena intentarlo, los niños pesimistas suelen andar por la vida sin objetivos ni sueños por cumplir. Esto es una señal de alarma notoria, ya que puede desencadenar problemas emocionales, como la depresión; laborales, por la falta de compromiso; o sociales, debido a la imposibilidad de comprometerse en una relación de amistad o amor.

“El pesimismo conduce a la debilidad; el optimismo al poder”
–William James–

¿Qué puede causar que un niño sea pesimista?

El pesimismo es una forma de ver las cosas que no se adquieren de un día para el otro.

Puede tener su origen en diversos factores, los que podríamos clasificar de la siguiente manera:

  • Sociales: tal vez note tensiones en el hogar o le esté incomodando alguna situación que viva en el colegio. En este caso, podrías consultar a su profesora acerca de su conducta, participación en clase e interacción con sus compañeros.
  • Educativos: si el niño ha crecido en un ambiente hostil, poco comprensivo o con un alto nivel de exigencia para él o sus hermanos, es probable que sienta que nada de lo que hace está bien o que todo es inútil. Es importante, por ende, valorar siempre sus esfuerzos y enseñarle que siempre vale la pena luchar por lo que uno desea.
  • Internos: el pesimismo puede deberse a su carácter, su modo innato de ver el mundo. Se pueden, en estos casos, poner en práctica algunas sugerencias para dejar atrás esta forma negativa de percibir todo.

Una actitud pesimista puede desencadenar efectos poco esperados.

Cómo superar una personalidad pesimista

En primer lugar, es importante remarcar que ser pesimista no es sinónimo de estar enfermo o de padecer algún tipo de trastorno mental. Simplemente es un patrón, e incluso denota una cierta dosis de realismo, ya que tampoco es lo mejor pensar que todo será perfecto en todo momento.

No obstante, es recomendable la ejecución de algunas técnicas para enseñar a un niño a afrontar la vida con optimismo. Estas son algunas:

  1. Cambia sus pensamientos: en lugar de pensar que algo no funcionará, trata de generar en él la idea opuesta. ¿Por qué no te irá bien en el examen, si hay niños que lo pasan, y tú eres igual de inteligente y has estudiado? A veces, una simple pregunta retórica produce el clic necesario.
  2. Evita frases negativas: de nada sirve estar todo el tiempo diciendo “Siempre me pasa a mí” o “Nada me sale bien”. Enseña a tu hijo a repeler esos pensamientos poco productivos y a reemplazarlos por otros. De cada problema surge una oportunidad de mejorar. Recuérdaselo siempre.
  3. Hay cosas que no se pueden cambiar: uno de los grandes problemas del ser humano es preocuparse en exceso por casi todo. Un razonamiento que ayuda a modificar esto es la siguiente reflexión: “Si el problema tiene solución, ¿por qué te preocupas? Si el problema no tiene solución y no puedes cambiarlo, ¿por qué te preocupas también?”

Con un poco de ayuda, dejará de verlo todo negro para pasar a verlo, por lo menos en una amplia escala de grises.

Bibliografía

Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.

  • Giménez Hernández, M. (2005). Optimismo y pesimismo: variables asociadas en el contexto escolar. https://ebuah.uah.es/xmlui/handle/10017/5137
  • Worsley, L. (2015). The resilience doughnut: The secret of strong kids (Vol. 1). Australian eBook Publisher.
Scroll al inicio