7 consecuencias de la ausencia del juego en niños

El juego es una fuente de aprendizaje para los más pequeños. Su ausencia durante la infancia puede provocar efectos no deseados como una escasa capacidad de autonomía o inmadurez en el desarrollo emocional.
7 consecuencias de la ausencia del juego en niños
Maria Fátima Seppi Vinuales

Revisado y aprobado por la psicóloga Maria Fátima Seppi Vinuales.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 02 mayo, 2023

Un niño que juega seguramente será un adulto bien adaptado y con buen desempeño en la vida. Por el contrario, la ausencia del juego en niños impacta de manera negativa sobre su presente y futuro.

¡Jugar es muy saludable! Al hacerlo, el niño explora el mundo. Imita a los mayores, prueba alternativas, experimenta, resuelve problemas, desarrolla su pensamiento y su creatividad.

A los niños se les debe reservar tiempo para jugar a sus anchas. Es necesario entonces que la organización familiar entienda que jugar es aprender, y que el tiempo en el que el niño juega es fundamental para su desarrollo. No hacerlo, puede traer algunas repercusiones. Veamos de qué se trata.

Consecuencias de la ausencia del juego en niños

Las oportunidades de jugar que tienen los niños son cada vez menores. Un problema que se va extendiendo día a día es el de los «niños con agenda». Son niños que van de una actividad a otra durante todo el día y que no tienen tiempo para jugar.

El colegio, el deporte organizado, idiomas, danzas, artes marciales, música y un sinfín de otras actividades llenan el día a día de los pequeños. Llegan a sus casas agotados y ya no tienen ganas de jugar. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias?

1. Escasa creatividad e imaginación

La creatividad es imprescindible para la vida. Es la llave que permite resolver problemas y manejar diferentes situaciones. El mundo que el niño crea cuando juega se vuelve real para él.

Mediante el juego la creatividad del niño se despliega. Está demostrado que la ausencia del juego en niños obstaculiza esta capacidad, que es la que permite el pensamiento original.

El juego libre inducido en el que se controla el escenario de juego, es un recurso válido para potenciar la creatividad infantil. En contra del juego reproductivo, que carece de creatividad e imaginación. Esto, según lo aborda esta investigación de la Universidad de Murcia.



2. Falta de autonomía e independencia

A medida que evoluciona y crece, el niño debe desprenderse de su madre y de su padre y adquirir cierta autonomía. El juego es fundamental para que esto ocurra, porque en situaciones de juego el niño toma decisiones, resuelve problemas y actúa sin que un adulto le indique lo que debe hacer. Jugando despliega su autonomía.

Identidad y autonomía se conjugan en el juego, plantea este artículo de la Revista Hacer. En efecto, jugar genera confianza, contribuye a la socialización, despierta posibilidades y límites, hace que los niños se conozcan a sí mismos, a los otros y al espacio de acuerdo a sus capacidades y nivel de desarrollo.

El juego es un entrenamiento para esta libertad individual. La ausencia del juego en niños provoca inseguridad y dependencia.

3. Timidez

El niño que no juega desde que es bebé, por lo general es tímido e inseguro. Duda de todo lo que hace y se avergüenza ante cualquier situación en la que se vea expuesto.

En una investigación publicada en Clinical child and family psychology review, se plantea el juego aventurero, el que implica trepar árboles, montar bicicleta en pendientes y saltar en terrenos irregulares. Todas estas actividades generan miedo, emoción y adrenalina, lo que facilita el afrontamiento de la incertidumbre.

Pero muchas veces, la timidez es producto de padres recelosos de la aventura, y que todo el día están diciéndole al niño lo que debe hacer y cómo hacerlo. Además, lo reprenden cuando las cosas no le salen bien.

En estos casos, se trata de niños a los que no se les da el espacio para jugar en libertad, para descargar su energía y su potencial o para descubrir sus talentos. Es un niño al que le falta la experimentación y la posibilidad de sentir que sí puede hacer las cosas que se propone.

4. Dificultades para relacionarse con las personas

Jugar contribuye al desarrollo de habilidades sociales. La mayoría de las habilidades sociales que la persona necesita para tener éxito en la vida se adquieren a través del juego en la infancia.

Jugando, los niños aprenden a controlarse, a negociar, a trabajar en equipo, a esperar y a  compartir. La ausencia del juego en niños genera personas aisladas, centradas en sí mismas e individualistas.

5. Inmadurez en el desarrollo emocional

El juego es indispensable para el desarrollo emocional de los niños. Con él el niño aprende mucho sobre sí mismo y puede proyectar sus emociones sin limitaciones.

Se imagina a sí mismo venciendo obstáculos y temores y triunfando ante situaciones de riesgo, por lo que estas visualizaciones se vuelven verdaderas experiencias que lo enriquecen.

En otras palabras, el niño que juega se siente poderoso e independiente, y con ello se favorece su equilibrio emocional.

6. Mal carácter

En muchas ocasiones, el mal carácter del que tanto se quejan los padres es producto de que el niño no tiene oportunidad de jugar. Durante el juego el niño libera sus tensiones. El juego cumple una función catártica; por lo tanto, la ausencia del juego en niños hace que esa liberación se canalice por otros medios.

El juego, como terapia, crea un ambiente de comprensión, confianza, libertad, respeto y responsabilidad, propicia el crecimiento y hace que el niño se sienta feliz, libre y seguro. Como afirma un artículo publicado en Revista Pediatría Atención Primaria, el juego divierte, forma, socializa y cura.



7. Limitaciones en el desarrollo de las funciones ejecutivas

El juego libre en los niños fortalece los procesos cognitivos como organizar y planificar tareas, elegir un plan de acción entre varias opciones y participar de forma consciente en su desarrollo. Y en ese sentido, permite evaluar el cumplimiento de las metas propuestas.

Ayuda a controlar los impulsos y a procesar situaciones. En otras palabras, el juego y el aprendizaje están estrechamente enlazados. De modo que, no jugar, le resta herramientas fundamentales para reconocer el contexto, tomar decisiones y actuar.

Jugar en las pantallas no equivale al juego que los niños necesitan

Una voz de alerta surge en los psicólogos: el juego en ordenadores y consolas limita mucho y enriquece poco. Porque, si bien los videojuegos, que en principio son dirigidos y pasivos, pueden ser un complemento, lo valioso es el juego libre, sin reglas fijas.

«…uno juega sin razón, … no debe haber razón para jugar. Jugar es razón suficiente…»

Lin Yutang

Lo ideal es intercalar ratos de juego individual con otros de momentos compartidos con otros niños, y si es al aire libre, mejor. Correr y reír lo harán sentir pleno y fuerte.


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