Educar a niños responsables a través del juego

Educar a niños responsables a través del juego
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 11 septiembre, 2020

En los primeros años de la vida del niño la responsabilidad tiene que ir asociada al juego y, paulatinamente, se irá incorporando a otras actividades menos placenteras, hasta dar paso a la obligación.

Al principio este aprendizaje se produce por imitación y requiere exigencias, expectativas claras y tiempo de dedicación. Es posible que a tus hijos desde edad muy temprana les guste ordenar sus juguetes y ayudarte en ciertas actividades de la casa, pero que luego ya no quieran hacerlo más.

Si eso sucede es probable que el niño solo haya estado jugando a ordenar los juguetes en la cesta, pero se aburrió de ese juego, ya no lo quiere jugar más. Eso pasa cuando los niños son muy pequeños, alrededor de los 2 años de edad, cuando solo están imitando lo que sus padres hacen.

Cuando ya están más grandes y saben que tienen responsabilidades, es preciso que tú como padre sepas que todos los niños y niñas necesitan un equilibrio entre juego y trabajo; el cuidado de uno mismo y las tareas del hogar pueden servir para que se ejercite en unas responsabilidades concretas.

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Qué es la responsabilidad

También es necesario saber qué es la responsabilidad. La responsabilidad es la capacidad de asumir las consecuencias de las acciones y decisiones buscando el bien propio junto al de los demás.
Los niños deben aprender a aceptar las consecuencias de lo que hacen, piensan o deciden.

También es vital que comprendas que nadie nace responsable. La responsabilidad se va adquiriendo, por imitación del adulto y por la aprobación social, que le sirve de refuerzo. El niño siente satisfacción cuando actúa responsablemente y recibe aprobación social, que a su vez favorece su autoestima.

Vamos a ver qué puede hacer tu hijo según su edad y qué tipo de actividades pueden enseñarle responsabilidad. Estos datos fueron extraídos de un documento redactado por personal del departamento de cultura del Gobierno de Navarra, España.

 

Entre los dos y tres años de edad

Puede hacer algunas tareas bajo el control del adulto. Todavía no comprende lo que hace bien o mal y obra de acuerdo a mandatos y prohibiciones porque no posee autocontrol.

Colabora con el adulto en ordenar y guardar sus zapatillas, su pijama, regar las flores y hacer algunas tareas concretas como poner y recoger las servilletas, etc.

A esta edad le puedes enseñar ciertas tareas a través de canciones, también es bueno establecer rutinas que él luego irá repitiendo por sí mismo.

Entre los tres y cuatro años de edad

A esa edad tu bebé observa la conducta del adulto y la imita. Actúa en función del premio o el castigo. Ya va siendo capaz de controlarse y de tener orden en sus cosas.

Es capaz de colaborar con guardar juguetes y los debe recoger. Puede poner algunas cosas fáciles en la mesa como el plato y los cubiertos, etc.

Se desnuda solo y se viste con ayuda. Aprende a compartir las cosas y a esperar su turno. Muestra interés creciente por jugar con otros niños.

El momento del baño puede ser una buena actividad para relajarse, jugar y conversar, igual que el momento de servir la mesa. Aliéntalo a colaborar, a comer en familia, pues eso lo unirá a los demás miembros de la casa, quienes al igual que tú deben predicar con el ejemplo.

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Entre los cuatro y cinco años de edad

Sigue observando e imitando al adulto. Necesita que le guíen pero tiene deseos de agradar y servir y por eso suele tener iniciativas responsables como vestirse, recoger sus juguetes, controlarse en un espectáculo, etc.

Ya puede dársele alguna responsabilidad: poner la mesa, ocuparse de algún recado dentro del entorno familiar. Puede cuidar a hermanos pequeños durante algún rato, estando un adulto cerca.

Debe dejar ordenados los objetos que usa. Es bastante autónomo en la comida y en su cuidado personal se calza, se lava y va al baño solo.

Acepta los turnos en el juego, aunque no siempre los respeta. Suele asociarse con dos o tres niños para jugar y entabla las primeras amistades.

Entre los 6 y 7 años de edad

Con control y ayuda para evitar descuidos involuntarios, puede y debe prepararse los materiales para realizar una actividad. Comienza a ser capaz de controlarse en desplazamientos muy conocidos y próximos tales como el colegio, la casa de amigos que vivan en el mismo bloque de viviendas, casa de algunos familiares, etc.

Puede disponer de algún dinero semanal y aprender a administrarlo, sabiendo que, si lo gasta, deberá esperar a la semana siguiente para recibir una nueva paga. Bien puedes alentarlo a ahorrar para comprar sus propias cosas.

Todavía se guía por las normas y hábitos del adulto: identifica el bien con lo mandado y el mal con la prohibido o lo que enfada al adulto. Cumple las órdenes al pie de la letra, generalmente hasta los ocho años. Puede controlar sus gastos con más facilidad.

Tiende a formar grupos de relación con compañeros del mismo sexo. Aprende costumbres sociales relacionadas con el saludo, la despedida, el agradecimiento, etc. Actúa de forma responsable si se le ofrecen oportunidades para ello.

Tiene el deseo de ser bueno y, si no lo es, culpa a los demás o a las circunstancias porque no soporta que le consideren malo. Va adquiriendo la noción de justicia y comprende las normas morales mediante ejemplos concretos.

A los 8 años

Comienza a adquirir autonomía personal y puede controlar sus impulsos, en función de sus intenciones. Es capaz de organizarse en la distribución del tiempo, del dinero y de los juegos. Todavía precisa alguna supervisión.

Pueden dársele responsabilidades diarias: preparar el desayuno, bañarse, acudir solo al colegio, etc. Empieza a distinguir la voluntad del adulto de la norma y es consecuente en su conducta.

Sabe cuándo y cómo debe obrar en situaciones habituales de su vida. La actuación de las personas adultas es decisiva, dado que si persiste una presión autoritaria el niño se hace dependiente, sumiso y falto de iniciativa. Si, por el contrario, se obra de forma permisiva, el niño se convertirá en una persona caprichosa e irresponsable.

Así pues, se hace imprescindible una actitud que favorezca la iniciativa y mantenga la exigencia. Le atrae el juego colectivo y coopera en grupo. Es capaz de prever las consecuencias de sus actos.


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