Reflejo de Landau: ¿qué es y cómo se evalúa?

Una de las tantas reacciones que tu bebé presentará sin todavía poder hacer uso pleno y consciente de su cuerpo. El reflejo de Landau, junto con varios otros, manifiesta un desarrollo correcto del bebé.

El reflejo de Landau es una respuesta involuntaria frente a un estímulo

El reflejo de Landau es otro de los tantos que se dan en los primeros meses de vida del bebé. Es una expresión, junto con la aparición de otros reflejos característicos de cada edad, de un sistema nervioso funcionando eficientemente. A continuación repasamos en qué consiste, sus características y qué otros reflejos se pueden evaluar en los primeros meses.

Como cualquier otro, el reflejo de Landau es una respuesta involuntaria frente a un estímulo. Los reflejos son actos que tenemos incorporados en nuestro organismo. Los llevamos en nuestro ADN, dado que su principal función es permitir la adaptación de la persona al medio ambiente que lo rodea y con el que interactúa.

Pueden ser primarios, es decir aquellos con los que nacemos, como el bostezo, el estornudo o el parpadeo. O secundarios, es decir esos que vamos “aprendiendo” en el transcurso de nuestra vida.

¿Qué es el reflejo de Landau?

A continuación te mostramos las principales características del reflejo de Landau para que puedas comprender en qué consiste:

  • Se trata de un reflejo secundario. Aparece durante el cuarto mes de vida y se va cerca de los dos años de edad, aunque muchos investigadores lo dan por finalizado apenas pasado el primer año.
  • Representa la combinación de los reflejos tónico-laberíntico, tónico del cuello y visual.
  • A medida que el bebé desarrolla movimientos voluntarios y conscientes, este reflejo empieza a hacerse menos notable.

¿Cómo se evalúa el reflejo de Landau?

Para evaluar el reflejo de Landau, se coloca al bebé en posición ventral (boca abajo) sobre nuestro brazo, formando un ángulo recto con nuestro antebrazo. Ante esto, el bebé debería enderezar su tronco y levantar las extremidades y la cabeza.

Los bebés tienden a reaccionar de forma similar ante los estímulos.

Generalmente, estos movimientos van acompañados por la flexión de las rodillas y los codos. Lo que el bebé intenta hacer con estas acciones es contrarrestar el efecto de la gravedad, a la vez que busca mirar hacia adelante para encontrar un punto de referencia visual.

Cabe mencionar que lo más aconsejable es que sea practicado por un especialista. Las razones son dos: primero, él podrá evaluar las respuestas del bebé de mejor manera; segundo, si no se es hábil para controlar el movimiento del bebé, este podría caerse o sufrir algún movimiento brusco o inoportuno.

¿Qué puede significar la ausencia de un reflejo?

La ausencia de esta respuesta puede sugerir debilidad motora por parte del bebé, para lo cual será necesario ejercitar su desarrollo motriz de manera correspondiente, o una maduración mental menor. Lo mejor en estos casos es poner a consideración del pediatra los pasos a seguir.

Los médicos examinan la presencia de estos reflejos muy pronto en la vida de los bebés. Esta evaluación no es solo cuantitativa, sino que también es cualitativa. Es decir, no se registra solo la presencia de un reflejo, sino también su ejecución, aunque sea totalmente involuntaria.

Si no apareciera el reflejo esperado, podría ser un indicador de cierto tipo de deficiencia. En caso de que el movimiento sea débil, podría ser síntoma de debilidad muscular; si es exaltado, puede ser resultado de un síndrome de abstinencia; o, si es asimétrico, podría ser un signo de una lesión clavicular o de las raíces nerviosas, entre otras varias posibilidades.

Otros reflejos secundarios

El reflejo de Landau no es el único característico de los primeros meses de vida de los bebés. Entre los principales, podemos nombrar también:

  • El reflejo de prensión: se da cuando el bebé cierra su puño para coger tu dedo o cualquier objeto que le acerques.
  • Reflejo de marcha: el bebé intenta caminar cuando sus pies tocan una superficie dura.

Los bebés tienen numerosos reflejos.

  • Reflejo de Galant: acostado boca abajo, se acaricia o da golpecitos sobre el lado de la columna. El bebé gira hacia donde lo tocan.
  • Reflejo abdominal: como el anterior, pero boca arriba. Se estimula, en cambio, la zona abdominal. Esto debería provocar una incurvación del tronco.
  • Reflejo de arrastre: debemos acostar al bebé boca abajo. Así, él intentará mover sus piernas para comenzar a gatear. Lo normal es que este reflejo se presente hasta los 3 meses de vida, previo al gateo definitivo.

Todos los reflejos cumplen una función evolutiva y su presencia es un buen indicativo de la salud del bebé. La ausencia de alguno de ellos podría sugerir dificultades o complicaciones en el pequeño. Por tanto, si esto sucede será necesario acudir a un especialista, para que indague las causas y proponga las pautas más adecuadas a seguir.

Bibliografía

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  • Alvarado, G. (2009). Los reflejos primitivos en el diagnóstico clínico de neonatos y lactantes. Revista de Ciencias Clínicas9(1), 15-26.
  • Santos-Trapote, D. (2017). Integración de los Reflejos Primitivos como génesis del desarrollo motor (Bachelor's thesis).
  • Secadas, F. (1975). Evolución del comportamiento reflejo. Revista Española de Pedagogía, 19-45.
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