Los traviesos de la casa. ¿Te suenan? Si es así, te queremos preguntar: ¿entendemos realmente lo que hay detrás de esos niños tan inquietos, “tócalo todo” y desafiantes?
La respuesta puede ser más sencilla de lo que pensamos: detrás de esta conducta tan activa hay una criatura llena de vida que solo ansía descubrir el mundo. No todos los niños son iguales. Si bien existen niños muy tranquilos y reflexivos, también existen niños inquietos, curiosos, atrevidos.
Estos niños traviesos, son a menudo etiquetados de mala conducta. A menudo son incomprendidos y por ello se tiende a juzgarlos a la ligera, algo que sin duda habrás notado.
Profundizar en la psicología oculta de los traviesos te resultara de gran utilidad. Todo es cuestión de ponerse a ello.
Nuestra paciencia puesta a prueba
Los niños suelen cambiar bastante su comportamiento al cumplir los dos años de edad. Los mal llamados “terribles 2 años” evidencian una fase del desarrollo, en la cual los niño ya manifiestan deseos claros de independencia junto con una gran curiosidad.
Este afán de explorador, equilibrista y amante del riesgo no es más que una forma de desenvolverse en el mundo. Es común que durante esta etapa aparezca la fase del “no quiero” o “no me da la gana”.
Debemos poner límites y evitar que los traviesos de la casa crucen la línea de la desobediencia absoluta. Si aprendemos a redirigir su curiosidad innata y ayudarle explotarla para que resulte favorecedora, lograremos educar mejor a nuestros hijos.
Los traviesos y el control de sus impulsos
¿Alguna vez le has dicho a tu hijo eso de “¡No tires eso!”, y cuando te das la vuelta lo tira de todos modos? Ante este tipo de situaciones, siempre y cuando tu hijo tenga menos de 4 años, debes saber que es algo normal. ¿Por qué? Porque las regiones cerebrales involucradas en el autocontrol son aún inmaduros en esta fase. De hecho, no suelen madurar de forma completa hasta el final de la adolescencia.
Tal y como nos explican expertos en psicología infantil: Tarullo, Obradovic y Gunna, el desarrollo del autocontrol es un proceso progresivo, de ritmo lento y largo camino.
Sin embargo –y esto no podemos olvidarlo– aunque los traviesos aún no tengan pleno control sobre sus reacciones no significa, ni mucho menos, que los dejemos hacer a su antojo. Los límites, la comunicación afectiva y unas normas claras irán pautando poco a poco un mejor comportamiento.
¡Cuidado con sobreestimularlos!
Kim John Payne, autor del conocido libro Crianza con simplicidad nos explica que nuestro actual ritmo de vida hace que nuestros niños lleguen a acumular el mismo nivel de estrés que un adulto.
¿Sabías que cuanto más cansado está un niño, más hiperactividad e irritabilidad puede llegar demostrar?
A menudo, los que los niños traviesos reclaman es simplemente nuestra atención y nuestro tiempo. Tanto ellos como nosotros necesitamos “tiempo de inactividad”, aburrimiento, momentos de tranquilidad y calma que nos permitan reflexionar.
A menudo somos nosotros quienes los sobreestimulamos demasiado creyendo que mientras más actividades les coloquemos, mejor serán en el futuro. En este sentido, lo que hay que entender es que agotar al niño, manteniéndolo ocupado, no va a solucionar su ”problema” sino, al contrario, solo conseguirá engrandecerlo.
¿Qué necesitan los traviesos?
En primer lugar, los niños traviesos necesitan que se les permita explorar el mundo. Tocar, sentir, experimentar, averiguar las mecánicas de las cosas. Cuando los traviesos logran saciar su curiosidad, se establecen nuevas conexiones neuronales en su cerebro, lo cual supone nuevos aprendizajes.
Los estímulos a su alrededor son clave en su desarrollo, como en el caso de cualquier otro ser humano.
En lugar de negarles moverse alrededor y mantenerlos quietos, ordenarles cosas como: “quédate sentado en la silla y no te muevas en toda la tarde” son perjudiciales tanto para ellos como para nosotros. A ellos los coarta y a nosotros nos estresa tener que imponer dureza.
Lo que debemos hacer con los traviesos es facilitarles entornos seguros, darles nuevas oportunidades de aprendizaje y no cortar nunca sus alas, su curiosidad. Si realmente queremos que sean personas mejores -incluso que nosotros- el día de mañana, debemos entender que lo que necesitan estos niños son dosis equilibradas de actividad guiada.
Es decir, es necesario acompañarlos, guiarlos y orientarlos para que al realizar una actividad -o no- no se descontrolen.
Aprendiendo a ser independientes
Puede que nos cueste admitirlo, puede incluso que nos duela darnos cuenta de ello. Sin embargo, cuando nuestros hijos están ya entre los 3 y 5 años de edad, ya entran en otra etapa en la cual dejan de necesitarnos con la misma intensidad que cuando eran bebés. ¡Se están haciendo mayores sin que nos demos cuenta!
Ahora, sus necesidades son otras. Y aunque adoren que les lleves de la mano y dormir en tu regazo por las tardes, quieren también hacer cosas por sí mismos. ¿Esto es malo? No, al contrario. Esta es una actitud beneficiosa porque significa que están aprendiendo a ser independientes.
Tal y como nos explicó en su momento Erik Erikson, los niños de estas edades necesitan tomar iniciativa en muchos aspectos de su vida cotidiana. Permitirles a los niños tener su espacio, así como tener ciertas responsabilidades –siempre bajo supervisión nuestra–, facilitará sin duda su desarrollo psicosocial y esto los llevará por el buen camino.
Recuerda que al evitar el uso de etiquetas negativas y cambiar tu visión, te darás cuenta de que, en realidad, se trata de niños tenaces, curiosos, coloridos y maravillosos.
Bibliografía
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- Gonzáelez, J. V. R. (2016). La curiosidad en el desarrollo cognitivo: análisis teórico. Folhmyp, (6), 1-20. https://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/FHP/article/view/6416
- Kreitler, S., Zigler, E., & Kreitler, H. (1975). The nature of curiosity in children. Journal of school psychology, 13(3), 185-200. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/0022440575900023
- Hutt, C. (1970). Curiosity in young children. Science journal. https://psycnet.apa.org/record/1970-20592-001