En todo hogar donde hayan niños, habita ese sutil desorden y ese mágico alboroto que reflejan en esencia, la magia de la felicidad y la complicidad de una familia. Son hogares donde el silencio está prohibido, donde las risas son gratis y donde el espacio es de todos y se respira la armonía.
Estamos seguros de que muchos mamás y papás habrán escuchado en alguna ocasión al clásico padre que no soporta el desorden, que marca firmes reglas para que nada se salga del sitio, ahí donde la caída accidental de un objeto se sanciona con un castigo, ahí donde la alegría, la algarabía y la propia voz infantil nunca debe expresarse o elevar el tono más de lo apropiado.
Generalmente, los hogares que siguen este tipo de pautas de crianza y de educación, transmiten al final esa contención emocional donde el niño acaba por no moverse, por no expresar y por habitar en el silencio de su propia habitación, sumido en un juego solitario, ahí donde no hacerse notar demasiado.
No debemos por tanto caer en estos extremos. Al igual que no es pedagógico obsesionarse con el orden extremo y con la contención de las expresiones y emociones infantiles, tampoco es adecuado el desorden caótico, la dejadez, la falta de normas y la permisividad extrema. La magia de la crianza y de la educación está en el equilibrio, en ese punto intermedio donde la Inteligencia Emocional y la complicidad familiar son los auténticos remos del día a día.
Los niños y el desorden “controlado” en el hogar
La gran mayoría de papás y mamás saben que hay días en que no se puede llegar a todo. Hay momentos así, en la que se llega al límite del agotamiento y al final, se prioriza lo importante. Por ello, si en algún momento has decidido dejar todos esos cacharros sucios en la cocina por fregar para coger a tus niños e ir a la playa, al parque o a pasar un instante de diversión fuera de casa, no debe pesar sobre tu conciencia.
El día tiene muchas horas, y nadie tiene por qué decirte nada si al volver, entre tu pareja y tú lo ordenáis todo, dejando la cocina impoluta y cada cosa en su lugar. Todo habrá valido la pena si volvéis felices, alegres por esa pequeña y mágica escapada.
El desorden puntual y nuestras prioridades
Un salón revuelto, con juguetes por la alfombra, lápices de colores en el sofá y una tienda india hecha con unos palos y una sábana. Mamá está haciendo un puzzle con uno de los niños. Papá juega con otro niño al escondite, mientras las mascotas corren divertidas de aquí para allá con tanto alboroto. ¿Qué tipo de caos es este?
El mejor legado de un padre a sus hijos es un poco de su tiempo cada día.
-Leon Battista Alberti-
No es ningún caos, es vida, es satisfacción, es una familia uniendo lazos, disfrutando entre ellos y sabiendo en esencia cuáles son las prioridades: vivir y ser feliz, sin importar ese desorden localizado en el salón, sin importar que desde fuera, ese espacio parezca un auténtico campo de batalla.
El desorden y las normas implícitas
Mamá y papá toleran el desorden hasta un punto. Mamá y papá saben que jugar es desplegar todo un equipo de muñecas, de juegos de lego, de pinturas, de disfraces y de libros de cuentos. Pero en casa hay normas que los niños deben tener integradas desde muy temprano, esas que nos recuerdan que después de jugar se recogen los juguetes, que todo lo que quede en el suelo debe llevarse a su lugar.
Es un desorden puntual, controlado y permitido. Es un espacio donde las risas son gratis y donde por encima de todo, buscamos algo muy concreto: que los niños sean niños y disfruten del juego.
Mi desorden es mi universo personal, nadie tiene por qué criticarlo
A veces, cuando nos visitan muchos de nuestros familiares nos encontramos con esa mirada admonitoria: ¿pero qué desastre es este? Nos dice nuestra madre, nuestra hermana o nuestro tío cuando descubren nuestra habitación aún por ordenar, con la ropa por encima, los juguetes de los niños y la cama por hacer.
Ellos no saben, quizá, que esa noche apenas habéis dormido, porque el bebé tenía cólicos, porque tuvistéis que ir urgencias, porque habéis salido con prisas de casa para llevar al pequeño a la guardería mientras tú llegabas justo a tiempo para tu reunión en el trabajo.
Sí, la casa está desordenada. Sí, es medio día y has preferido prepararle una buena comida a tu pequeño antes que ordenar esa habitación desastre que tu familiar mira con inquietud mientras la palabra “mala madre” o “mala ama de casa” resuena por su cabeza.
Nadie tiene derecho a juzgarte. Porque pocas cosas son tan privadas, íntimas y exclusivas como las dinámicas de un hogar. Ahí donde lo único que buscamos es construir una familia feliz, pero a nuestro ritmo, con nuestro estilo, nuestras normas y con nuestra mágica algarabía.
Bibliografía
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Bowlby, J. (1986). Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata.
- Bowlby, J. (1995). Teoría del apego. Lebovici, Weil-HalpernF.
- Garrido-Rojas, L. (2006). Apego, emoción y regulación emocional. Implicaciones para la salud. Revista latinoamericana de psicología, 38(3), 493-507. https://www.redalyc.org/pdf/805/80538304.pdf
- Marrone, M., Diamond, N., Juri, L., & Bleichmar, H. (2001). La teoría del apego: un enfoque actual. Madrid: Psimática.
- Moneta, M. (2003). El Apego. Aspectos clínicos y psicobiológicos de la díada madre-hijo. Santiago: Cuatro Vientos