El camino hacia la adultez no tiene un manual de instrucciones que se deba seguir al pie de la letra. Sin embargo, los padres solemos tener una idea acerca de cómo guiar a nuestros hijos, en función de nuestra propia experiencia.
No se trata de que nuestros hijos repitan nuestros pasos sino de darles nuestro apoyo y transmitirles nuestras anécdotas para que ellos mismos saquen sus conclusiones y tengan una experiencia más satisfactoria.
De todo se aprende y no hay duda al respecto. Lo importante es saber apreciar las enseñanzas en cada cuestión y disfrutar del camino, tanto como disfrutaríamos de la meta.
Cabe recordar que, a pesar de que seamos los guías en esta ocasión, los jóvenes no son los únicos destinados a aprender, nosotros también.
La adultez como camino y meta
Al mencionar la palabra ”adolescencia” muchos tendemos a recordar las turbulencias y esto nos predispone a la hora de interactuar con nuestros hijos.
Si bien es cierto que esta etapa de transición está marcada por los altibajos, no todo es negativo.
Uno de los principales errores que cometemos los padres es no saber mirar más allá de los altibajos de nuestros hijos, ya que esto nos impide percibir su potencial y visualizar los adultos que serán el día de mañana.
Sí, parte de la labor de guiarlos en este camino es aprovechar su potencial presente, guiarlo y aprovecharlo para que, el día de mañana, rinda sus frutos.
La adolescencia es el momento para consolidar las nociones del trabajo en equipo. De esta manera, el joven se sentirá apreciado y podrá desenvolverse mejor tanto en el entorno familiar como en otros.
Recordemos que, en esta etapa, además de desear su independencia, quieren sentirse útiles, apoyados y apreciados por ser ellos mismos. Esto les brinda seguridad y, por ende, ganan mayor confianza en sí mismos.
La preparación para la adultez
No existe un método infalible para conseguir que nuestros hijos lleguen a la adultez cien por cien preparados. Pero el hecho de interesarse por ellos y no dejarlos solos, ayuda mucho más de lo que podamos creer.
A pesar de que nos pidan que nos mantengamos al margen, existen maneras sutiles y amables de apoyarlos y de estar presentes en sus vidas. Como por ejemplo:
- Escucharlos, sin interrumpirlos, mientras nos piden que los escuchemos.
- Apoyarlos y hacerles sentir nuestro afecto.
- Aprender a negociar.
- Evitar imponerles nuestra opinión ”solo porque sí”.
- Ante los momentos de mal humor o rebeldía, no tomar una actitud agresiva ni pasiva. Es imprescindible trabajar la asertividad para que nuestros mensajes surtan el efecto deseado.
- No atacarlos ni señalarlos cuando comentan errores, sino invitarles a reflexionar y a seguir adelante.
- Hacerles saber que, así como desean su independencia y su libertad, deben saber responsabilizarse por sí mismos. Esto abarca un amplio abanico de acciones. Desde organizar su habitación (y mantenerla) hasta saber decir no a aquello que no les conviene.
Además de hacerles saber nuestras experiencias es necesario enseñarles a pensar con lógica y a tener sentido común para que puedan desarrollar un comportamiento coherente y saludable.
La comunicación es fundamental. ¡OJO! Esto no quiere decir que debamos entrometernos en todos y cada uno de los detalles de su vida, pero sí de generar una buena comunicación para que sientan la suficiente confianza como para acudir a nosotros en todo momento y no nos excluyan de sus vidas.
Asimismo debemos permitirnos a nosotros mismos redescubrirlos y evitar mencionarles constantemente cómo eran de bebés o de niños, ya que esto les hace sentir que se tiene una actitud condescendiente y que se les sigue mirando desde el punto de vista infantil.
Darle ciertas responsabilidades diarias, promueve su comprensión sobre las obligaciones de la vida adulta. El hecho de habituarlos a llevar a cabo pequeñas tareas del hogar, sin nuestra ayuda, además de ser una enseñanza, es una oportunidad para que se sientan independientes y útiles.
Mejorar la relación con los hijos adolescentes
La relación entre padres e hijos adolescentes no siempre es buena, aunque tu hijo sea un modelo de buena actitud, es muy importante ser perspicaces. La adolescencia no es una etapa para cerrar los ojos y darlo todo por hecho.
Delegarles responsabilidades para hacerlos razonar, no es la única alternativa para ayudarlos a prepararse para la adultez.
Si se les enseña a responder por sus acciones vitales como: preparar algo de comer, cuidar de sus pertenencias, saber actuar en casos de emergencia y poder defenderse en sociedad, les brindaremos herramientas para toda la vida.
Por otra parte, es preciso que no tengamos miedo de incomodar a nuestros hijos adolescentes. Aunque sintamos que los molestamos demasiado y tratemos de darles el gusto, podemos perjudicarlos. Si este es tu problema, te aconsejamos que trates entonces de dar un buen ejemplo.
Tener la suficiente confianza para hablar de nuestros retos superados, sin caer en tediosos sermones, permite que los hijos se puedan visualizar a sí mismos de forma positiva.
Hacerles saber que nosotros también superamos obstáculos les resultará útil a la hora de enfrentarse con la realidad y hacerse un camino.
Bibliografía
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