Me encuentro con una foto de hace años o meses y, simplemente, no puedo creerlo. No puedo entender cómo pasó el tiempo tan rápido. Mi memoria me lleva al primer momento en que lo tuve en brazos y la nostalgia florece abruptamente. Era tan chiquito, tan inocente, tan vulnerable y poderoso a la vez. Me asusta que mi hijo crezca tan deprisa.
Recuerdo cuando dijo su primera palabra, parece que hubiera sido ayer. Encuentro la ropa que utilizaba durante sus primeros días de vida y me impacta notar que hoy, apenas unos años después, ese precioso body ya no le entra ni en un pie.
Cuando estaba embarazada, todo el mundo me advertía: “disfruta de cada momento, porque crecen muy rápido“, “aprovecha su infancia, todo lo que puedas, porque pronto llegará el momento en que te diga que se va de casa”. Si bien no me sorprende sentir añoranza por el paso del tiempo, jamás me imaginé que sería tan intenso.
Crecimiento ininterrumpido, un deseo y un temor
Me asusta percatarme de que mi hijo no solo parece crecer a la velocidad de la luz, sino que nunca volverá a ser la pequeña e inocente criatura que alguna vez fue. No pido que no crezca, claro que no. Más bien, se trata de una sensación tan contradictoria como absurda: le temo al crecimiento de mi hijo, pero a la vez lo deseo con todas mis fuerzas.
Sueño con verlo grande, responsable, amable e independiente. Me entusiasma acompañarlo en las decisiones importantes de su vida. Me da una profunda curiosidad conocer los caminos que decidirá atravesar. ¿Cómo será su vida adulta? ¿Qué disfrutará hacer? ¿Cuáles serán sus mayores miedos?
Quiero verlo cometer errores y aprender de ellos. Quiero verlo enamorarse y sufrir por amor. Deseo que tenga el coraje de ser quien quiera ser. Que aunque le tiemblen las piernas, no se inhiba a la hora de correr riesgos. Me encantaría que mantenga su bondad, sentido del humor y su transparencia.
El punto es que mi hijo crece más rápido de lo que me gustaría. ¡Y cuánto me enoja no poder controlar el ritmo! Simplemente, no estoy preparada para que rechace mis abrazos. Tampoco estoy lista para que ya no necesite de mi ayuda para alcanzar el frasco de galletas, que hoy está unos centímetros más encima de lo que él puede llegar. Pero, me guste o no, va a crecer. Ese momento va a llegar y voy a disfrutar de un nuevo vínculo con un hijo adolescente, joven y, luego, adulto.
Cambios inevitables ante el crecimiento de un hijo
Lo que más me asusta de su crecimiento, son los cambios que acarrea. Conforme se hace mayor, su vida se transforma, como nos pasa a todos, claro. Me recuerdo a su edad: aunque mantengo mi esencia sensible y soñadora, soy otra persona.
“Somos una especie en viaje. Estamos vivos porque estamos en movimiento”.
– Jorge Drexler –
En algún momento, reemplazará la leche con chocolate por el café, los paseos en el parque por las salidas nocturnas con amigos y su historial de búsqueda en Internet cambiará por completo. De pronto, dejará de entregarme sus dibujos con la dedicatoria más bonita que recibí en mi vida: “Te amo mamá“. Eventualmente, el destinatario de sus mensajes de amor será otra mujer u hombre.
Sentirá de otra manera, pensará de otra manera y elegirá desde otra perspectiva. Sencillamente, observará el mundo desde otros ojos y actuará a partir de ellos. Los cambios denotan transición, pero también aprendizaje. Los deseos cambian y las necesidades también ¿Y qué mejor que estar en movimiento para adaptar nuestro camino?
A disfrutar del momento presente
El reloj sigue en marcha. El tiempo vuela. Hasta el momento, ningún ser humano ha encontrado la manera para pausar el tiempo. Por eso, deberíamos empezar a aceptar esta realidad que nos excede por completo.
Con gratitud y presencia, me queda proponerme disfrutar de cada momento. Abrazar a mi hijo más de la cuenta. Divertirme y aburrirme con él. Compartir charlas, juegos, dolores y alegrías. Estar presente en el formato en que me necesite. El crecimiento de un hijo sucede todo el tiempo. Mejor exprimir cada segundo de nuestra existencia compartida antes que luchar contra una batalla que ya está perdida.