A mi hijo no le gusta que le toque: ¿por qué?

Si a mi hijo no le gusta que le toque, debo comprender a qué se debe, respetarlo y aprender a mostrarle afecto de diferentes formas. Te contamos por qué.
A mi hijo no le gusta que le toque: ¿por qué?
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 03 noviembre, 2022

A todos nos cuesta imaginar a un niño que rechaza el contacto físico. Generalmente, pensamos en los pequeños como criaturas tiernas, amorosas y apegadas que necesitan y disfrutan de los besos, los abrazos y las caricias de sus progenitores. Pero esto no necesariamente es así en todos los casos. Si a mi hijo no le gusta que le toque, debo explorar en profundidad cuáles son las posibles causas.

En primera instancia, conviene recordar que generalmente no se trata de ningún problema grave. Son las preferencias personales de cada niño, así como el momento evolutivo que atraviesa, las que determinarán cuán proclive es a aceptar esas expresiones de amor. No obstante, es necesario comprender por qué ocurre para asegurarnos de ofrecerle al menor lo que necesita para crecer y desarrollarse sin carencias emocionales.

A mi hijo no le gusta que le toque y siempre ha sido así

La temporalidad es uno de los puntos que más claridad puede aportarnos en esta situación. Es decir, ¿tu hijo siempre ha sido reacio a aceptar el contacto físico o es únicamente en los últimos tiempos? Si nunca ha buscado o disfruta especialmente de las expresiones físicas de afecto, puede que este rasgo forme parte de su temperamento.

Se trata de una tendencia innata y hereditaria con la que nacemos y que no se debe a ningún error que los padres hayan cometido en la crianza. Simplemente, el niño es así. A este respecto, conviene recordar que los lenguajes del amor de cada persona son diferentes y cada pequeño puede tener una forma predilecta de expresar y recibir amor que no necesariamente tienen que ser los besos y los abrazos.

Es común que entre los 3 y los 6 años de edad los niños se muestren más autónomos e independientes y rechacen el contacto físico.

Atiende al momento evolutivo en que se encuentra

Si un niño que antes era cariñoso y apegado deja de serlo, conviene analizar qué etapa de desarrollo atraviesa en este momento. Puede que se trate de una muestra de que están en un proceso de descubrimiento y construcción de su identidad individual, por lo que desean explorar y alejarse en cierta medida del control adulto.

También, a medida que los infantes crecen, su mundo interno se vuelve más complejo y surgen las emociones autoconscientes. Esto puede llevarles a ser menos espontáneos y más vergonzosos. En ocasiones, esto implicará no desear que los toquen. Puede suceder especialmente si se encuentran en presencia del grupo de iguales, pues desearán mostrar que son “mayores”. Sin embargo, no se trata de una reacción preocupante.

No ha aprendido a recibir muestras físicas de afecto

Si a mi hijo no le gusta que le toque, también debo analizar si yo como progenitor puedo haber tenido alguna influencia al respecto. Y es que hay niños que simplemente no están acostumbrados al contacto físico porque no lo han recibido muy a menudo. Los adultos también tenemos nuestro propio lenguaje del amor y hay padres poco propensos a acariciar, a besar o a tocar a sus hijos. Su forma de expresar afecto es diferente, pero esto hace que para los menores sea más complicado recibir con soltura ese tipo de gestos físicos.

Causas emocionales

También, es posible que esa conducta responda a una dificultad emocional por la que atraviesa el niño. Por ejemplo, el reciente nacimiento de un hermano y los celos asociados pueden llevarle a comportarse así. Igualmente, si se ha sentido dolido u ofendido por los progenitores, o si cree que no recibe la atención que necesita, puede adoptar esta actitud para expresar lo que aún no sabe poner en palabras. Esa es su forma de mostrar un disgusto, un desacuerdo o una tristeza que no puede gestionar de mejor manera.

Si el menor no quiere que lo toquen, lo mejor es respetar su decisión y no forzar la situación. También, es importante poder comprenderlo, en lugar de intentar convencerlo o de enojarse con él.

¿Qué puedo hacer si a mi hijo no le gusta que le toque?

Las medidas a tomar dependerán del caso concreto y de cuáles sean los motivos subyacentes de ese rechazo al contacto físico. Sin embargo, estas son algunas pautas importantes a tener en cuenta:

  • Respeta las emociones y las decisiones del niño. Si no desea ser besado o abrazado, no lo fuerces. Acepta su negativa y no trates de manipularlo, de hacerlo sentir mal, de chantajearlo o de amenazarlo, retirándole tu afecto o enfadándote con él. No lo tomes como algo personal y procura mirar desde su perspectiva.
  • Aprende a expresar amor de otras formas. Tanto si es un momento evolutivo puntual como si se trata de una situación recurrente, recuerda que puedes mostrar afecto por otros medios y así lograr que tu niño siga sintiéndose amado y respaldado. Las palabras de aliento, el reconocimiento o el tiempo de calidad son buenas alternativas.
  • Atiende y resuelve las causas emocionales que puedan estar relacionadas. Si crees que tu hijo rechaza el contacto físico porque se siente triste, furioso o desatendido, ayúdale a expresar eso que le aflige, a entenderlo y a ponerle nombre. Y, por supuesto, haz lo que esté en tu mano para cambiar esa dinámica que le daña.

Todos los niños necesitan ser amados

En definitiva, es común que algunos niños en algunos momentos no quieran que les toquen. Esto no significa que tengan algún problema de desarrollo o que no necesiten el amor. Todos los pequeños requieren sentirse seguros, aceptados y queridos, por lo que en lugar de forzarles a algo que no desean o disfrutan, es preferible ajustar nuestro comportamiento a sus necesidades.


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.


  • Chapman, G., & Campbell, R. (2016). The 5 Love Languages of children: The Secret to loving children effectively. Moody Publishers.
  • Etxebarria, I. (2003). Las emociones autoconscientes: culpa, vergüenza y orgullo. EG Fernández-Abascal, MP Jiménez y MD Martín (Coor.). Motivación y emoción. La adaptación humana, 369-393.

Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.