La anorexia y la bulimia después de dar a luz

El puerperio es un periodo especialmente vulnerable en el que pueden surgir trastornos alimentarios. Te contamos cómo detectarlos y cómo prevenir sus consecuencias.

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Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) generalmente se han asociado a los adolescentes, ya que es en esta etapa vital cuando suelen aparecer con mayor frecuencia. Sin embargo, los casos de anorexia y bulimia después de dar a luz son cada vez más frecuentes y nos alertan acerca de una problemática riesgosa para la salud de madres e hijos.

El puerperio es un periodo especialmente vulnerable a nivel emocional, pues la reciente madre ha de afrontar cambios físicos, hormonales, vinculares y en sus rutinas diarias. Y todas estas cuestiones juntas no siempre son fáciles de gestionar. En este contexto, los temores propios de la maternidad y la preocupación por el peso y la imagen corporal pueden desencadenar o agravar algunos trastornos, como la anorexia y la bulimia.

Entérate todo lo que debes saber al respecto, para evitar pasar por alto señales de alerta importantes. ¡No dejes de leer!

La anorexia y la bulimia después de dar a luz: ¿cómo se manifiestan?

Tanto en la anorexia como en la bulimia aparece una excesiva preocupación por el peso y la imagen corporal. Incluso, con una franca distorsión de la percepción por el  propio cuerpo, que lleva a verse a sí mismo peor de lo que otros lo ven.

La apariencia física está estrechamente vinculada a la autoevaluación que la mujer se hace y a su propia percepción de valor. A raíz del malestar que genera el aspecto, se ponen en marcha diferentes conductas poco adaptativas, derivadas de un intenso miedo a subir de peso.

A pesar de compartir un elemento central común a ambas condiciones, estos trastornos son diferentes. Y te explicaremos sus características distintivas a continuación.

Anorexia nerviosa

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La delgadez extrema es una de los rasgos más salientes de la anorexia, pues el temor a aumentar de peso lleva a la persona a mantener conductas poco saludables y sostenidas en el tiempo.

La anorexia se caracteriza por una restricción voluntaria de la ingesta de alimentos, lo que conlleva a que la persona no satisfaga sus requerimientos nutricionales y de energía diarios. Así, mantiene un peso corporal significativamente más bajo de lo que se consideraría saludable para ella.

Pese a estar por debajo del peso apropiado, la persona con anorexia no reconoce la presencia del trastorno ni la severidad de su situación. Incluso, mantiene aquellos comportamientos que impiden aumentar de peso, los cuales suelen ser de tipo restrictivo. Por ejemplo, la adhesión a dietas severas, al ayuno o el ejercicio físico excesivo. Además de esto, también se pueden incluir los atracones seguidos de conductas purgativas destinadas a compensar.

Bulimia

En el caso de la bulimia, el patrón de conducta típico está caracterizado por los atracones seguidos de conductas compensatorias. Los primeros consisten en una ingesta de excesivas cantidades de comida en un periodo inferior a dos horas. Durante este tiempo, la persona come de forma compulsiva y descontrolada, hasta sentirse incómodamente llena. Luego, experimenta una gran culpa y vergüenza por lo ocurrido.

Dichos atracones se producen al menos una vez por semana, durante al menos tres meses consecutivos. Y además, están seguidos por conductas encaminadas a prevenir el aumento de peso, como vómitos autoinducidos, rutinas de ejercicio excesivo o el uso inadecuado de laxantes y de diuréticos.

¿Por qué se producen la anorexia y la bulimia después de dar a luz?

Existen varios motivos que propician la aparición de la anorexia y la bulimia después de dar a luz.

Los cambios físicos que experimenta el cuerpo de la mujer durante la gestación y el puerperio son las principales causas. Tras el parto, el cuerpo necesita un tiempo de recuperación variable antes de retornar a su estado original (algo que no siempre sucede completamente).

La reciente madre tiene ya a su bebé en sus brazos, pero sigue observando en su cuerpo una silueta deformada. Esto puede causar angustia y preocupación, especialmente, por la la presión social que se ejerce sobre las mujeres para recuperar su figura cuanto antes. También, debido a la escasa comprensión que existe respecto al posparto y a sus procesos.

Como si esto fuera poco, las mujeres que acaban de parir se enfrentan a una serie de temores, de responsabilidades y de incertidumbres derivadas de la maternidad. Su identidad se ve transformada por completo a causa de su nuevo rol de madre y pueden aparecer preocupaciones desmedidas por el bienestar del bebé, por su buen desempeño como mamá y por cómo cambiará su vida.

En ocasiones, esa sensación de falta de control deriva en la aparición de un trastorno alimentario.

Por último, la anorexia y la bulimia después de dar a luz están relacionadas con la presencia de la depresión posparto. Esta condición incrementa el malestar, las presiones y la culpabilidad que siente la mujer en este periodo tan vulnerable de su vida. Todas estas cuestiones la hacen más propensa a sentirse insatisfecha con su nueva situación.

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Los cambios personales relacionados al nacimiento de un hijo son muy intensos para la mujer y no siempre se pueden sobrellevar de la mejor manera. La incertidumbre, el miedo, la culpa y las presiones sociales pueden incrementar el riesgo de padecer depresión y trastornos alimentarios en esta etapa.

Consecuencias y prevención de los TCA durante el puerperio

Los desórdenes alimentarios en el posparto no solo afectan a la salud y al bienestar de las mujeres, sino también al de sus hijos. Muchas mamás optan por abandonar la lactancia antes de lo recomendable con el fin de ponerse a dieta. Otras, simplemente no cuentan con suficiente producción de leche por el mismo motivo.

En el otro extremo, hay mujeres que le ofrecen el pecho al bebé de forma excesiva, con el objetivo de gastar más calorías y evitar el aumento de peso. También, es común que estas mujeres proyecten sus dificultades con la alimentación en sus hijos, bien sea por sobrealimentación o por el miedo a percibirles “gordos”.

Además, no podemos olvidar que una mujer que no se siente bien o que atraviesa una enfermedad no está en las mejores condiciones para ofrecerle a su hijo la crianza que necesita. Puede experimentar dificultades para vincularse con el pequeño y para aceptar su rol de madre. También, puede enfrentar sentimientos de ansiedad, de malestar y de culpa que no les permiten ejercer los cuidados de la mejor forma.

Por esto, es fundamental que existan recursos de ayuda para las madres recientes en este aspecto. Un TCA puede surgir en el puerperio en mujeres que nunca han tenido problemas similares o agravarse en casos ya existentes.

Es importante que los profesionales, el entorno y las propias madres estén pendientes de los posibles comportamientos y síntomas que constituyan señales de alerta. Así, se podrá brindar el apoyo necesario en estos momentos para manejar el trastorno incipiente o ya asentado.

Bibliografía

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