Niños muy autoexigentes: ¿cómo ayudarlos?

Una de las formas de ayudar a los niños autoexigentes es establecer metas realistas, que los inviten a superarse, pero que también sean factibles de alcanzar. Te enseñamos cómo.

nino buen alumno aplicado examen en mano con la mejor calificacion

“Es un pequeño señor ejecutivo”, dijo una madre en una consulta respecto de su hijo. Se refería a que se manejaba con exigencia y con excesiva responsabilidad. Por supuesto, todo esto también le ocasionaba frustración, malestar y hasta peleas en la escuela cuando tenía que trabajar con sus compañeros.

“Es muy difícil jugar con ella. Casi todo termina en enojo y decepción. Ni siquiera puede disfrutarlo”, mencionó otra madre al intentar explicar que su hija no soportaba perder.

Estas son algunas situaciones referidas por el entorno de los niños autoexigentes, en las cuales existe un denominador común: la baja tolerancia a la frustración. Veamos de qué se trata y cómo se puede ayudar a estos pequeños a vivir mejor.

Características de los niños y las niñas autoexigentes

Estos pequeños tienen un rasgo fundamental, que es que viven orientados a conseguir sus objetivos y no aceptan otro resultado que el de la excelencia.

Tal como señala el psicólogo Alvaro Bilbao, hay que diferenciar la autoexigencia del perfeccionismo. La primera no implica necesariamente el deseo de que algo salga perfecto. A lo que se refiere es que la persona “se explota” más allá de sus posibilidades y de sus propios recursos y se lleva a sí misma a un límite que no es bueno para ella. El perfeccionismo, en cambio, va de la mano del orden y pone mucho énfasis en ser meticuloso y detallista.

Algunas de las señales para identificar a los niños autoexigentes son las siguientes:

  • Se enojan cuando algo no sale bien.
  • Son muy críticos con ellos mismos.
  • No les gustan los errores en ninguna tarea. No importa si se trata de algo que recién aprenden, si es una tarea simple o de enorme complejidad: si no les sale, se decepcionan.
  • En muchos casos, dejan de intentar cosas nuevas por temor a no obtener el resultado que desean.
  • No tienen tolerancia a la frustración.
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La autoexigencia no nos plantea metas saludables, sino objetivos que exceden a nuestras posibilidades reales de cumplirlos.

¿Cómo ayudar a los niños y a las niñas autoexigentes?

A continuación, te acercaremos algunas claves para apoyar a los niños y a las niñas autoexigentes. ¡Toma nota y pon en práctica!

Valida sus emociones

Esto se logra con la escucha y la empatía hacia ellos. Para un niño o niña perfeccionista, a veces no es suficiente decirle “no te preocupes, la próxima vez saldrá mejor”. En cambio, es conveniente permitirle que se exprese y que cuente cómo se siente.

También, puedes contarle tu propia experiencia y cómo lo resuelves. De este modo, la frustración se vuelve algo más cercano o palpable, pues le sucede a todas las personas.

Ayúdalos a regularse

Los niños y niñas autoexigentes son obstinados y no van a parar hasta conseguir lo que quieren. La mayoría de las veces, esto se convierte en una fuente de estrés. Como aún no conocen cómo manejarlo, es importante que los ayudes proponiendo pequeños recreos, para facilitar el descanso, el ocio y la alimentación.

Cuando lo hagas, también es importante que se los señales, así pueden identificarlos como una pieza clave del proceso e interiorizarlos en la rutina.

Establece límites

Este punto está muy relacionado con el anterior, pues los límites ayudan a ser realistas con los objetivos y con los recursos con los que se cuenta. En general, es es justamente ahí donde estos niños fallan.

Está bien animar a los pequeños a superarse, pero también hay que señalarles la coherencia entre las posibilidades reales y el ideal que tienen en mente.

Muéstrales los matices

Al conversar con los niños sobre una experiencia, es importante señalarles que no se trata de dos polos únicos: éxito o fracaso.

En el mundo real hay muchas formas intermedias con cosas buenas y malas, de las cuales podemos aprender y disfrutar.

Naturaliza los errores

Es necesario mostrar también las propias imperfecciones, desdramatizar aquellas metas que no se cumplieron y hablar con un poco de humor sobre las falencias de uno mismo.

Enséñales a hablarse bien

Algunos niños y niñas se refieren a sí mismos como “inútiles” o “tontos” cuando sienten que fallan en algo. Esto no es bueno ni saludable para nadie y conviene dejar de lado ese hábito.

También, es importante reforzar su autoestima, señalarles que son queridos más allá de sus logros y sobre todo, que no deben complacer a nadie.

Niño ayudando a otro en la pista de atletismo gracias a la competitividad sana.
La autocompasión es fundamental para construir una autoestima sólida. Y debemos inculcársela a los niños con el ejemplo.

Sé el ejemplo

Las acciones de los padres dicen mucho más que sus palabras. De modo que también hay que analizar cómo somos con nosotros mismos y qué imagen le reflejamos a nuestros hijos. En ocasiones, descubrimos que somos los principales promotores de la exigencia y responsabilidad desmedida.

La exigencia y el no rendirse nunca son algunos mensajes de la sociedad

Es cierto que los niños autoexigentes aprenden a serlo. Si no reciben las influencias de sus progenitores, es posible que reciban algunos mensajes similares en los distintos ámbitos en donde se desempeñan.

Sea en el club, en la escuela o en las redes sociales, todo el tiempo se proclama un modelo de éxito. Un modelo que promete que quienes no se rinden, recibirán grandes recompensas, serán reconocidos y valorados.

¿Y a quién no le resulta tentador “darlo todo y más” si el premio es el afecto y la mirada de aprobación del otro? Sin dudas, esto impacta significativamente en los niños y en las niñas, ya que en pleno desarrollo, la palabra de sus referentes es clave.

Por todo esto, hoy vemos cómo la ansiedad, la depresión, las enfermedades psicosomáticos y el estrés se manifiestan a edades cada vez más tempranas. Este escenario debería servirnos como una alerta para revisar lo que les transmitimos a los niños y plantearnos empezar a incorporar otras experiencias a nuestra cotidianeidad, como la frustración. En definitiva, retomar la educación en la inteligencia emocional.

Bibliografía

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