Las relaciones de padre e hijo varían en cada familia. Muchos padres quisieran saber cuál es el secreto para tener una excelente comunicación con sus pequeños. La verdad no hay ningún secreto, solo se trata de aprender a comunicarse. Quizás la razón por la que tu hijo no habla contigo es porque simplemente lo has ignorado o porque no te has sabido unir a él correctamente.
Olvídate de los consejos de tus amistades. Quizás tienen buenas intenciones pero nadie conoce mejor a tu hijo como tú. Aquí están las 3 razones por las que tu hijo no habla contigo. Analiza si tu relación familiar presenta alguna de ellas.
1. Le exiges mucho o demasiado poco
Como padre no te las sabes todas y aunque tu hijo está conociendo el mundo, debes darle la oportunidad de aportar ideas. Escúchalo y apóyalo. No importa si falla, si cae tiene que aprender a levantarse. Él se va a alegrar con ver que tú estuviste apoyándolo cuando se cayó y dándole fuerzas cuando se levantó.
Eso sí, es importante que sea una experiencia propia, por algo que él mismo inventó. Déjalo ser creativo y analiza esto:
– Hablas demasiado: Si tu hijo no suele expresarse porque es introvertido, debes detenerte a compartir tiempo con él y esperar a que se exprese. Ten paciencia porque cualquier paso en falso hará que vuelva a cerrarse. Vas a tener que quedarte a solas con él y en silencio.
Por otra parte, si tu hijo es extrovertido tendrás que activar motores y hablar más. Anímate a intentar seguir su ritmo para verlo feliz y poco a poco él verá que puede confiar en ti para contarte las cosas.
– Cuando hagas preguntas, que sean preguntas abiertas. Ya verás que esto va a eliminar los motivos por los que tu hijo no habla contigo. Pero no interrumpas, haz las preguntas y espera con paciencia, hasta que responda.
2. No estás escuchando a tu hijo
Algunos padres quieren saber todo sobre sus hijos, pero a la vez no están dispuestos a escuchar la historia completa. Si por ejemplo, la maestra de tu hijo te llamó para decirte que él golpeó a otro niño y luego tu hijo admite haberlo hecho, no te apresures a gritarle. Espera paciente a que te cuente por qué lo hizo, por muy grave que sea la situación.
Él es inocente hasta que se demuestre lo contrario, pero para demostrarlo permite que se defienda: es su derecho como ser humano. Si no, vas a cometer el error que llevará a que tu hijo en lugar de respetarte te tenga miedo porque sabe que siempre vas a cuestionar sus decisiones.
Si eso ocurre, notarás que eso terminará siendo la razón por la que tu hijo no habla contigo y cuando decide hablarte, te miente. Por eso es mejor escucharlo y cuando lo hayas hecho, demuéstrale la importancia de la sinceridad y enséñale por qué estuvo mal lo que hizo (si es su caso).
3. Sacas conclusiones apresuradas
A veces los padres sacan conclusiones aceleradas en lugar de hacer más preguntas hasta salir de dudas por completo. ¿Has escuchado que los padres también actúan como psicólogos? Eso es cierto, tienes que hacer preguntas hasta asegurarte qué es lo que está pensando tu hijo.
“¿Cómo te hace sentir eso?” o “¿Qué piensas sobre esa decisión?” Estas simples preguntas te serán de ayuda para conocer las razones de su comportamiento. Así aprenderás a ver a través de los ojos de tu hijo y será mucho más fácil conversar con él. Pero para ello debes considerar lo siguiente:
– Estás distraído: Tu hijo puede estar dispuesto a hablar, pero eres tú quien no ha captado las señales porque al parecer estás muy ocupado. También puede ser que tu hijo ya está cansado de competir contra tu teléfono o tu computadora, para obtener tu atención.
– La tecnología quizás también se ha convertido en una razón por la que tu hijo no habla contigo. Cuando hables con él, guarda el celular. En especial cuando ves llegar a tu hijo a casa, al regresar de la escuela o del trabajo.
– Si ves que realmente estás ocupado, reprograma todo y dile: “Quiero darte toda mi atención”. Haz lo que tengas que hacer y enseguida dale todo tu tiempo a tu hijo.
Como puedes ver, cuando tu hijo no habla contigo la mayoría de las veces se debe a que tú has creado alguna barrera. Analiza cuál es y cámbiala. Nunca es tarde, incluso si tu hijo es adolescente o adulto.