Cuando hablamos de abusos sexuales en la infancia solemos pensar en un adulto que agrede o coacciona a un menor. Sin embargo, esto no siempre sucede de esa forma. El abuso sexual entre iguales ocurre y, en ocasiones, pasa desapercibido o no se maneja adecuadamente por falta de conocimiento sobre la situación. No obstante, las consecuencias pueden ser severas.
El centro escolar, el grupo de amigos o el núcleo familiar son espacios aparentemente seguros que pueden convertirse en escenarios de este tipo de violencia. En estos casos, la identificación y la intervención por parte de los adultos resulta fundamental. A continuación, te contamos todo lo que debes saber al respecto.
¿Qué es el abuso sexual entre iguales?
El abuso sexual entre iguales es el que tiene lugar entre dos menores de edad. Así, recoge aquellas acciones que un niño o un joven realiza en perjuicio de la libertad o la indemnidad sexual de otro. Sin embargo, es importante tener en cuenta algunos aspectos:
- La diferencia de edad entre ambos ha de ser considerable. Por ejemplo, lo que sucedería entre un joven de 16 años y un niño de nueve.
- En caso de que las edades sean similares, se produce asimetría por otros motivos. Pueden existir diferencias significativas en anatomía, madurez psicológica o emocional o experiencia sexual previa. En cualquier caso, el desequilibrio es patente y uno de los menores ostenta una posición de poder.
Además, es necesario considerar que la intención del abuso sexual es distinta a la propia de los juegos exploratorios infantiles. Es común que en cierto momento de su desarrollo los niños puedan mostrar a otros sus genitales, observar los del sexo opuesto o incluso tocarlos. Pero todo esto sucede en una relación equilibrada y con un afán de descubrir, sin existir un componente erótico o plenamente sexual. Por el contrario, en los abusos sí aparecen la excitación y el desequilibrio.
¿Cuáles son las conductas a tener en cuenta?
En vista de lo anterior, cabe preguntarse cómo diferenciar cuándo se trata de un comportamiento natural y cuándo estamos ante un signo de alerta. Y la realidad es que el abuso sexual entre iguales no siempre es tan visible como creemos.
Por supuesto, esta situación incluye todo tipo de contacto físico de índole sexual que se realiza sin consentimiento. Se debe tener en cuenta que, por la desigualdad, el otro menor no tiene la capacidad para consentir. Sin embargo, también abarca conductas menos evidentes o más normalizadas. Por ejemplo, las caricias inapropiadas, la exhibición del propio cuerpo ante el otro menor o las proposiciones verbales explícitas.
¿Por qué ocurre?
Cuando el abuso sexual se produce por parte de un adulto, es evidente que la responsabilidad le corresponde a este enteramente. Sin embargo, el abuso sexual entre iguales no es una situación tan sencilla. Y es que es importante tener en cuenta algunos factores que pueden conducir a su aparición. Entre ellos, podemos destacar los siguientes:
- Falta de educación sexual. Muchos jóvenes no cuentan con una información suficiente y veraz acerca de la sexualidad. Así, sus conocimientos pueden provenir de fuentes perjudiciales, como la pornografía, y no de los agentes socializadores principales, como son la escuela o la familia.
- Presencia de problemas psicológicos. Cuando se presenta esta condición en el menor, también pueden jugar un papel importante, así como su historia familiar y sus vivencias previas. Por ejemplo, crecer en una familia disfuncional o haber sufrido abusos en carne propia puede conducir a perpetuar ahora esos abusos con un igual.
- Aspectos sociales y culturales. Por ejemplo, el machismo imperante en la sociedad puede contribuir a que sucedan este tipo de abusos. Además, las creencias familiares o religiosas que reprimen y demonizan la sexualidad pueden llevar al menor a expresar sus impulsos de forma inadecuada y dañina.
Intervenir y ayudar a los dos menores
Tratar el abuso sexual entre iguales resulta más complejo que cuando este se produce entre un adulto y un niño. Y es que no es sencillo determinar el grado de conocimiento que el menor tiene de sus actos y de las posibles consecuencias y daños derivados de su conducta.
Por supuesto, es imprescindible intervenir, poner a salvo a la víctima y ayudar al agresor a tomar conciencia de su responsabilidad. No obstante, no se trata de estigmatizar o asilar a este menor. Así como la víctima requiere de apoyo emocional y psicológico, quien cometió el abuso también lo necesita. En este caso, es fundamental abordar cualquier trastorno o situación familiar perjudicial, así como proporcionar una educación sexual de calidad.
En definitiva, la infancia es una etapa sumamente vulnerable en la que este tipo de vivencias pueden causar un daño profundo. Padres, profesores y otros adultos que conviven regularmente con niños han de mantenerse alerta ante las posibles señales de abuso. El apoyo familiar y profesional resultarán fundamentales para subsanar las secuelas y preservar el bienestar emocional de los niños involucrados.
Bibliografía
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- Aguilar, M. M. (2009). Abuso sexual en la infancia. Anales de Derecho, No 27, pp. 232-233.
- Acuña Navas, M. J. (2014). Abuso sexual en menores de edad: generalidades, consecuencias y prevención. Medicina Legal de Costa Rica, 31(1), 57-69.