Cómo ayudar a los niños a canalizar sus emociones

Manejar de manera correcta las emociones y los sentimientos para ser hombres y mujeres ecuánimes y seguros es una habilidad que debemos manejar desde la niñez. Por ello, es muy importante que, como padres, nos enfoquemos en la formación afectiva y emocional de nuestros hijos.

Ayudar a los niños a canalizar sus emociones de la manera adecuada es una prioridad.

La educación de nuestros hijos comienza en casa y esta no solo se limita a la obtención de conocimientos técnicos y puntuales. También se incluye la formación basada en la responsabilidad y el respeto, ya que a través de estos y otros valores podremos ayudar a los niños a canalizar sus emociones en cualquier situación.

El título de padres es el único que se nos otorga antes de tener conocimientos de cómo desempeñarnos en ese rol. Si bien es cierto que posiblemente no tenemos experiencia en cuanto al manejo y control de nuestras emociones, al ejercer la paternidad llega el momento de buscar herramientas que nos ayuden a desarrollar esa capacidad en nuestros hijos.

Abanico de sentimientos

Desde los primeros días de vida, los niños dejan en libertad sus manifestaciones emocionales. Por ejemplo, llorarán cuando sientan incomodidad, hambre y sueño; por el contrario, se les verá sonreír cuando algo les cause risa o agrado. Asimismo, expresarán sorpresa por las cosas que están descubriendo o llamen su atención.

Sin embargo, con el pasar del tiempo y sus propias experiencias, los niños podrán conocer nuevas emociones no tan positivas. En este sentido, las más comunes son la frustración de no lograr hacer lo que desean, la rabia o ira generadas por no recibir lo que piden al momento e, incluso, pueden llegar a experimentar pudor u orgullo.

Es posible, además, que expresen tristeza por perder algo valioso para ellos y miedo al experimentar situaciones que les hacen daño. Por todo esto, los mayores han de estar atentos y abiertos a cualquier herramienta que pueda ayudar a los niños a canalizar sus emociones.

¿Por qué mi bebé hace berrinches?

Muchas veces, al sentir un cúmulo de emociones y no saber cómo expresarlas y canalizarlas, los niños optan por hacer berrinches en casa y en la calle para manifestarse e imponer su autoridad. Con esta actitud, propician momentos desagradables a los padres y, en consecuencia, también a ellos mismos.

Los nombres compuestos para niños ofrecen la posibilidad de llamarlos por ambos o por alguno de los dos.

No solo las emociones antes mencionadas pueden causar escenas de alteración en los niños. Muchas veces, el no saber manejar la alegría por conseguir sus propósitos o la llegada de un momento en el que recibirán algo intensamente deseado puede producir una revolución total en su interior.

Estos sentimientos pueden manifestarse a través de gritos, saltos y carreras que pueden ser poco apropiados, dependiendo de la circunstancia y el espacio.

Si queremos que en un futuro nuestros hijos puedan desenvolverse sin problemas en la sociedad, el colegio y sus puestos de trabajo, es necesario atender estas explosiones anímicas desde temprano. Por lo tanto, ayudar a los niños a canalizar sus emociones de la manera adecuada es una prioridad.

9 pasos para ayudar a los niños a canalizar sus emociones

La inteligencia emocional supone capacidades básicas que permiten percibir y canalizar nuestras emociones y las de los demás, lo cual determina nuestro comportamiento y personalidad. Ahora bien, esto se aprende en los primeros años de vida.

De ahí la necesidad de profundizar en los rasgos y la construcción social de las emociones de los niños y, por ende, en velar por su formación integral. Veamos a continuación algunos pasos para lograrlo.

1. Permite que se expresen

El objetivo no es reprimir a nuestros hijos para que no expresen sus emociones. Deja que expulsen desde su interior todo lo que sienten. Observa de qué manera lo hacen y corrige a tiempo si notas que no van por el camino correcto.

Si el único mecanismo que tienen para ello es a través de protestas y llantos descontrolados, sabrás que ya no se debe postergar la enseñanza para ayudar a los niños a canalizar sus emociones.

2. Comprende a tu hijo

Cuando el infante ha manifestado algún sentimiento o emoción, debe haber ocurrido por alguna razón en particular. Los niños muchas veces no saben cómo manifestarse. Por eso, debemos aprender a leer su lenguaje corporal y reconocer rápidamente qué les afecta o agrada; con ello, conseguiremos estar un paso adelante de cualquier situación.

3. Ayúdales a saber qué les pasa

Los niños no nacen con entrenamiento emocional; hay que enseñarles a identificar en primera instancia cuál es el sentimiento que les embarga para luego emprender acciones en su manejo.

Una vez identificada la emoción que están manifestando, les invitamos a poner en práctica algunas acciones que les ayudarán a conservar la calma. Por ejemplo, pedirles que tomen asiento, cuenten hasta diez, hagan respiraciones profundas, entre otras.

Ayudar a los niños a canalizar sus emociones les sirva para cada situación de su vida cotidiana.

“Debemos aprender a leer el lenguaje corporal de los niños y reconocer rápidamente qué les afecta o agrada; con ello, conseguiremos estar un paso adelante de cualquier situación”

4. Comunícale tus sentimientos

Las emociones se sienten y las palabras pueden expresarlas, pero no siempre se cuenta con las exactas. Mucho de lo que sentimos cobra forma clara y comprensible solo cuando hemos encontrado las palabras justas.

Enseñar a los niños a comunicar sus sentimientos pasa porque les comuniquemos los nuestros con las palabras, los gestos y el tono adecuados. Ese diálogo permite tender puentes invisibles, por donde fluirán emociones profundas.

“…sé impecable con tus palabras. Impecable… Significa que todo lo que vayamos a decir, y no solo con palabras, es decir, que todo lo que vayamos a comunicar, lo hagamos con amor, desde el amor y por amor.”

– Profesor de Comunicación José Antonio Muñiz –

5. Pongamos límites

La libertad se construye a partir de los límites pues no hay ni puede haber libertad ilimitada. Si se concibiera sin límites, terminará por pasar por encima de los demás. Los niños deben conocer sus límites y estos, aunque a veces llegarán a ser flexibles, garantizarán que se conozca con claridad los “hasta aquí”.

Para ayudar a los niños a canalizar emociones es esencial que conozcan el límite de sus acciones, de modo que puedan comparar su frustración atendiendo a un parámetro establecido.

Por ejemplo, ante el llamado a dejar el videojuego se impondrá el tope: un número de minutos u horas establecidas. Desafiar esto lo dejará en desventaja y abrirá una puerta a la reflexión y a la toma de conciencia.

Distinto sería que, como padres no establezcamos límites o que estos sean tan laxos que no ayuden a contener las conductas inapropiadas.

“Las discrepancias de los padres en temas de límites o disciplina, desconciertan al niño y le animan a sacar provecho de las diferencias”.

– José Antonio Marina-

6. Evitemos el castigo

Por lo dicho, el castigo aparece como una falla en el sistema de autorregulación. El niño no tiene mecanismos de contención o estos han quedado inutilizados o desutorizados.

Por ello, antes de concretar el impulso de castigar debemos revisar dónde se encuentra la falla. Qué limite se infringió y en general, qué seguidilla de eventos fueron colmando el vaso.

Como dice el filósofo José Antonio Marina, el niño “Tiene que saber que ciertos comportamientos no son aprobados por sus padres, y que otros, en cambio, sí lo son”. Y citando a Terry Brazelton, refiere que “Los niños necesitan barreras, encuentran seguridad en ellas. Saben que son queridos cuando un padre se preocupa lo suficiente como para obsequiarles con una disciplina. La disciplina es enseñar, no castigar”.

7. Somos su modelo

Somos los padres los modelos de referencia para los niños, y eso también incluye por supuesto, el cómo gestionamos nuestras emociones. En efecto, la forma en que manejamos las preocupaciones, el estrés y regulamos nuestras respuestas, juegan un papel decisivo en la crianza de los niños y la dinámica familiar.

Podemos así afirmar que los padres “emocionalmente inteligentes, cercanos y democráticos en sus prácticas pueden efectivamente transmitir sus habilidades emocionales a sus hijos”.

8. Actuemos como adultos

En otras palabras, seamos responsables. Los niños nos necesitan firmes ante las adversidades y flexibles en determinadas situaciones; reflexivos y comprensivos.

Son muchas las exigencias de la actualidad y no siempre las tenemos todas consigo para estar a la altura. De ahí la importancia de crear espacios de comunicación familiar permanente para que la cotidianidad sea atendida en función de los objetivos, aspiraciones y sueños.

La altura de los adultos es también simbólica: pueden mirar más allá y trascender las circunstancias.

9. Induce el autocontrol y la autonomía

Una vez en calma, debemos hablar pausadamente con ellos y en todo momento preguntarles qué piensan y cómo creen que pueden solucionar la situación. Dependiendo de sus respuestas, debemos orientar su accionar e invitarlos a resolver por sí solos y en calma lo que les aqueja. El autocontrol de las emociones también les ayudará en la construcción de su autonomía.

El autocontrol, el fin de la regulación de las emociones

Educar en el autocontrol es prioritario durante los primeros años, pues las intervenciones son más eficaces que cuando comienzan en la adolescencia. Además, la formación del área afectiva ayuda a los niños a disfrutar en plenitud todos los acontecimientos a lo largo de su vida, así como también a no justificarse ante situaciones que les produzcan sensaciones negativas.

La autojustificación es el proceso por el cual tratamos de culpar a los demás de algo que solo sentimos nosotros. Sin ella, el individuo está libre de prejuicios y logra vivir mucho más feliz.

Bibliografía

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