Hay palabras que nos remiten a la más tierna infancia. De algún modo, designan los tesoros de nuestra niñez. Es que, con muy poco, éramos verdaderamente ricos. Si no lo crees, trata de pensar en los héroes que marcaron nuestros días más felices: los abuelos. Los abuelos son los encargados de hacer felices a los nietos, por eso no solo los educan, sino que los “abuelan”.
Desde luego, los abuelos tienen magia. Su rol excede ampliamente la crianza de los nietos. Para estas almas brillantes ya no es la hora de educar sino de disfrutar. Ellos son sinónimo de complicidad, contención, mucho mimo y, sobre todo, de consentir caprichos.
Dicen por ahí que los abuelos no crían a sus nietos, sino que los “abuelan”. Pero, ¿qué significa exactamente el neologismo “abuelar”? Hoy queremos contarte precisamente esto, además de rendir homenaje a aquellas entrañables personas que nos llenaron de vida y dejaron marcas imborrables en nuestros corazones.
Los abuelos no crían nietos, los “abuelan”
Los abuelos simplemente se limitan a mirar desde el corazón a los hijos de sus hijos. Orgullosos, observan el transcurrir del tiempo a través de sus queridos nietos, por los que sienten una devoción y un cariño que muchas veces les resulta difícil describir.
Los abuelos no solo crían a los nietos, sino que les regalan todo lo que saben. Son fuentes de verdad y sabiduría que a través de sus anécdotas nos hablan de la justicia, del amor y de la valentía. Son capaces de poner a la disposición de los más pequeños experiencias e historias personales que construyen identidades.
Los abuelos forjan personalidades, tallando a sus nietos con ternura y dulzura. Esculpen personas con el cincel de la paciencia, la templanza y la serenidad. Respiran inocencia y expiran amor sin medidas. Desentierran secretos y entregan confidencialidad.
“Abuelar” significa cantar con ternura, dedicación y entrega máximas. Pero sobre todo, escuchar con suma atención. Ofrecer consuelo y brindar los más acertados y atinados consejos. Dar el aliento que muchas veces les falta a los nietos para animarse y salir adelante.
“Abuelar” a un nieto es sinónimo de quererlo
“Abuelar” a los nietos implica, a su vez, olvidar las dolencias físicas e incluso emocionales para liberarse en cuerpo y alma. ¿El último objetivo de esto último? Nada más ni nada menos que jugar con picardía, convirtiéndote en cómplice y guía a la vez. Acortar las distancias de edad, generacionales y geográficas.
Los abuelos no solo crían, sino que también abuelan. Y ello es más que evidente cuando observamos aquel factor que los hace únicos y especiales. Inolvidables, eternos en nuestra mente. El amor incondicional e infranqueable que sienten por los nietos.
Es que los abuelos son ese “estar en brazos” que en un momento dado nuestros padres no pudieron darnos, ese abrazo sanador, una caricia física en el momento oportuno. Un aroma imborrable que permanece por siempre en nuestro recuerdo.
Los abuelos son sinónimo de tiempo de calidad. Regalos, paseos, dulces, aventuras y mucho más. Una mirada tierna que ilumina nuestra vida. Hoy, tal vez sean una estrella en lo alto, esa estrella que alumbra nuestra dirección y vela por cada uno de nuestros pasos.
Los abuelos no mueren, se eternizan en el corazón
Los abuelos son como magos: aunque no estén físicamente, siempre están presentes en nuestras vidas. Tienen el don de seguir más vivos que nunca en nuestros recuerdos. Porque puede que ya no sostengan nuestras manos, pero serán siempre los encargados de sostener nuestros corazones.
Estos grandiosos seres se eternizan en esa semilla que plantamos juntos en el parque y que hoy crece sin cesar, en el aroma a comida casera y en los viajes en familia. Viven en las manualidades que nos ofrecieron, en los oficios que nos trasmitieron pero, sobre todo, viven en aquellas desteñidas fotos que dan cuenta de todo lo que fuimos y lo que somos.
El legado de los abuelos se inmortaliza en nuestros corazones con el paso del tiempo. Una parte de lo que somos se la debemos a ellos. Fueron parte vital de nuestra infancia y de nuestra educación. Y gracias a que a veces nos “abuelaron”, también son una pieza fundamental de nuestro presente y de nuestro futuro.
Seguramente dos de las experiencias más satisfactorias de la vida son ser nieto o ser abuelo
–Donald A. Norberg–
Bibliografía
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