Los más chicos, desde edades muy tempranas, aprenden necesariamente en contacto con la realidad. No necesitan más que ello: Vivir intensamente. Cuando son bebés, conocen el mundo que los rodea llevando todo a su boca, en lo que se conoce la etapa oral.
Sin embargo, en este período también aprenden mucho a través del tacto. De ahí que tu hijo querrá tocar todo con sus manitas. Su pasión máxima será coger todo y someterlo a la experiencia de las texturas. Los objetos se les presentan como un carnaval de colores y formas que llaman su atención y los invitan a agarrarlos.
Incluso, seguramente te preguntas por qué tu bebé ama con todo su corazón estar descalzo. Así lo hace todo el tiempo por decisión propia, aunque vivas calzándolo. Pues esto se debe a que el niño sin zapatillas también aprende mucho a través de sus pies.
A medida que el niño va creciendo, también lo hace su curiosidad y esa insaciable sed por aprender. Claro ejemplo de ello es la famosa etapa conocida como la “edad de los porqués”. Ellos quieren saber todo, aprender todo, conocer cada trasfondo, probar.
Y así es como hay que dejar que conozcan al mundo, a su entorno, a la vida misma. Jugar y experimentar es el mejor, más natural y más beneficioso método para nutrirse. Por eso, insistimos: enseña a tu hijo en contacto con la realidad. No acudas prematuramente a las pantallas negras, no lo necesita.
Aleja al niño de la tecnología, ponlo en contacto con la realidad
Aunque lo neguemos o le busquemos la vuelta a estos tiempos modernos, no queda otra opción. Los niños aprenden en contacto con la realidad. Es decir, no necesitan en absoluto estímulos externos, aunque estén perfectamente diseñados.
No hay nada mejor que el aire libre y el contacto con el mismo para conocer el mundo que los rodea. No hay nada que se le compare, ni en plena era de la tecnología. La huella del mundo y de la vida misma en materia de aprendizaje jamás podrá ser borrada por ningún avance actual.
Sentir el aroma a lluvia, manipular tierra húmeda, sentir la frescura del pasto o de las olas en la plantas de los pies u oler el aroma de una flor marcan nuestras vidas. Ver un bonito atardecer o preparar con tus propias manos un delicioso pastel son también parte del ABC de un transcurrir diario pleno, bien vivido.
Las pantallas simplemente funcionan a modo de spoilers de la película de la realidad. Es como si te contaran la película entera con lujo de detalles mientras haces la fila para entrar a la sala a mirarla. Te lo cuenta otro, un tercero, no lo vives, no lo ves, solo lo recibes todo digerido, y empobrecido.
Ayúdalo a que escape de las pantallas, acércate al mundo
Hay que reconocerlo porque hay una realidad que está a la vista todo el tiempo. Las pantallas simplemente aíslan a los más chicos. Así como también lo hacen con los grandes, que andan por la vida enajenados, abstraídos. En suma, ya nadie aprecia lo que sucede a su alrededor.
Se pierden detalles, se vive otra vida, se habita otra realidad, se pierden miradas, se escurren sonrisas. Por eso, escapa junto a tu hijo de las pantallas. Contacta con el mundo, y de paso, con la naturaleza, con las personas. Pues si el menor conoce el mundo a través de una pantalla, le quitas la oportunidad de aprender realmente.
No le quites esa inmensa y valiosa oportunidad a tu hijo. Simplemente retrasa y modera el uso de las pantallas. Por supuesto, paralelamente oponte con todas tus fuerzas al abuso de las herramientas de la tecnología. No lo olvides, no se encuentra disponible un dispositivo tecnológico capaz de nutrir la infancia como la vida misma.