Cuando el niño comienza a desplazarse, sea mediante el uso del andador, a través del gateo o bien dando sus primeros pasos, comienza a asomar el rostro el enemigo de toda madre: el Peligro y con él, las preocupaciones, sustos y malos tragos.
No resulta extraño ver a madres y padres correr tras sus hijos, ejerciendo un continuo seguimiento a fin de salvar a esos mini kamikazes de todo tipo de golpes y caídas debido a la torpeza característica de sus movimientos iniciales. Contra toda preocupación materna, los menores no saben olfatearlo ni apreciarlo.
Es completamente comprensible teniendo en cuenta que su curiosidad y anhelo de descubrir el mundo son más fuertes que sus miedos y falta de afinación motriz: para ellos vale más arriesgarse para conocer y jugar.
Por esto mismo se torna fundamental no solo proteger al pequeño de posibles accidentes y guiarlos frente a situaciones riesgosas, sino también enseñarle qué es el peligro, ¿pero cómo hacer que capte esa noción?. Descúbrelo en este artículo.
¿Por qué mi hijo no comprende qué es el peligro?
De acuerdo a la visión de los psicólogos, las primeras estructuras desarrolladas en el cerebro son las emocionales, afectivas, sensoriales, motoras, etc. Y aunque la interiorización de normas, el concepto de peligro, la abstracción y el comportamiento se desarrollan a corta edad, su proceso termina a los 18 años.
Vale aclarar que entre los 10 y los 12 años, mediante el pensamiento abstracto, el pequeño ya dispone de la capacidad de prever el riesgo. Pero esto siempre dependerá del entorno, la educación recibida y, puntualmente la información que se da al niño respecto a los peligros de la vida cotidiana.
Enseñar el peligro no es cosechar temor
A veces es imposible evitar el peligro en niños que cuentan con una energía inagotable y con una motivación alimentada a base de una curiosidad voraz y del dominio de nuevas habilidades psicomotoras, por lo cual parece extrañamente seducido por el riesgo y lo difícil.
Por eso, lo ideal sería estar atentos para anticiparse a lo que pudiera llegar a ocurrir, a fin de evitar accidentes o sustos innecesarios. Esto implica vigilar a tu hijo todo el día y evitar dejarlo solo. Cuando se presenta el peligro, aprovecha la oportunidad para explicarle dónde está y qué puede pasar.
No se trata de aterrar al pequeño, pero no está mal enseñarle algunas normas básicas de seguridad, para que él mismo comprenda las consecuencias de tales casos y se mantenga alejado del peligro. Ten paciencia porque aunque no hable, él te entiende, y con insistencia dará los más dulces frutos.
Por otro lado, otras madres optan por adaptar la casa con medidas de seguridad a prueba de niños: cierres de seguridad en ventanas, vallas para escaleras y terrazas, protectores de enchufes y esquinas, son algunas herramientas.
¿Y qué tal si guardas bajo llave medicinas y productos de higiene y limpieza? De igual manera, para evitar el peligro, puedes despejar los obstáculos del camino del bebé dentro de casa, aunque toda medida no garantizará al 100% una frente sin chichones o un cuerpo sin moretones.
¡Mucha atención! En el afán de cuidar a tu hijo no debes convertirte en una madre sobreprotectora, pues los infantes tienen que aprender por sí mismos y no ser limitados por un cuidado paterno excesivo. Por supuesto, todos estos tips tienen como objeto que el chico no sea temerario ni temeroso pero sí precavido.
La llegada de la noción del peligro con el crecimiento
Una vez que el menor alcanza los 5 o 6 años, logra un mayor conocimiento del mundo y los riesgos que comporta. Este entendimiento del peligro se empieza a gestar con experiencias desafortunadas diversas como una caída y su asociación con el dolor o cuando se sienten perdidos y experimentan sentimientos de ansiedad.
Por eso los especialistas indican que el niño no aprende que algo es peligroso hasta una etapa bastante avanzada, incluso evitan las actividades riesgosas no porque sepan lo que es el peligro sino más bien para no volver a experimentar el dolor.
Entre los 10 y los 12 años se desarrollan los lóbulos frontales y la capacidad de inhibición de impulsos, dando origen al conocimiento de conceptos más abstractos y, con ellos, a la idea del peligro a través de una inteligencia práctica.
Los expertos coinciden en que la mejor forma de que los chicos asimilen estos conceptos y nociones es apoyándose en explicaciones claras y concisas, no en diálogos extensos, aburridos y exagerados, de la misma manera que debe apostarse por los juegos y símbolos.
Asimismo, en pos de indicar posibles consecuencias con calma y sin alarmarlos otra estrategia es acudir a la riqueza de los ejemplos en las rondas, los cuentos y los programas ya que siempre presentan una moraleja anclada en la realidad, con lo que el niño puede interiorizar esas emociones ajenas pero familiares.
¿Cómo le enseño qué es el peligro?
Según profesionales de salud mental, los nenes precisan conocer el mundo por sí mismos mientras que los padres deben limitarse a actuar como soporte, minimizando riesgos y evitando accidentes. Para ello, te presentamos estas pautas orientadoras:
- Enseña a tu hijo a mantener la calma.
- Alimenta la confianza en sí mismo para que tu pequeño explore su entorno por sus propios medios.
- Explícale el significado del peligro.
- Muéstrale las consecuencias de sus comportamientos.
- Explícale con ejemplos claros cómo evitar los peligros.
- Utiliza juegos y fábulas para mostrarle lo que puede ser peligroso.