Por lo general, una cita a ciegas era aquella que organizaban terceros (familiares, amigos o colegas) para sus amigos solteros. En secreto, ellos escogían un posible candidato y organizaban una reunión en un lugar público para que se conocieran.
Con el tiempo, el concepto se amplió. De esta forma, una cita a ciegas puede ser toda reunión en la cual dos personas coinciden sin haberse conocido previamente. A continuación te presentamos la historia de una cita a ciegas muy singular.
Una cita a ciegas muy especial
A pesar de que una cita a ciegas no parece ser una idea muy sensata, hice caso omiso a las advertencias de las personas que, en su momento, se escandalizaron con la idea. ¡Te puede ocurrir algo malo!, ¡No conoces a esa persona! me dijeron muchos.
Mi cita a ciegas la planeé con mucho tiempo de antelación, pero cuando a medida que el tiempo pasó y la fecha se hizo cada vez más próxima, dejé de pensar en el momento y comencé a pensar en quien habría de conocer.
Finalmente, cuando llegó el día, las cosas cambiaron. Tuve que respirar profundamente y mantener la calma. Aún así, tuve que pedir ayuda.
Después de una larga espera. Llegó el momento en el que lo vi. Al verlo me enamoré a primera vista y mi corazón se llenó de tibia ternura.
Seguramente ya lo intuirás. Esta cita a ciegas ocurrió en una sala de parto y la ilusión no duró un instante, sino meses. El amor de mi vida llegó a mis brazos y, aunque lo tuve en mi vientre durante muchos meses, no conocía su rostro.
Aquel que me robó el corazón
Cuando supe que el amor de mi vida sería el bebé que acunaría en mis brazos, mi corazón saltó de emoción. Porque desarrollaríamos un vínculo único, bello e inigualable.
El alumbramiento arrojó una luz distinta sobre mi vida e inevitablemente me concedió un nuevo título: madre.
Cada nacimiento, sin importar la edad o los hijos que ya se tengan, traen consigo una emoción que solo es capaz de desatar esa nueva vida que viene al mundo. Esa que revive lo mejor que habita en nuestro interior.
Por su parte, el parto es la circunstancia que permite que dos personas se encuentren. A pesar del dolor, el esfuerzo, las lágrimas, la incertidumbre y todo lo demás.
Una vez que el bebé viene al mundo, todos los males desaparecen. Lo más importante es tomarlo entre los brazos, sentir cuán pequeño, frágil y hermoso es y, sobre todo, sentir gratitud por su llegada.
La existencia cobra un nuevo sentido tras esta cita a ciegas. En esta, el riesgo valió la pena y la sorpresa no fue menos grata de lo esperado. Al contrario, fue mucho más maravillosa de lo que soñamos.
Por ello es importante creer. Creer en el poder del amor una y otra vez en esta vida. Avanzar y cultivar las ganas por vivir, dar y recibir afecto sin agendas, avisos.
En este sentido, las citas a ciegas nos recuerdan la magia de las sorpresas, lo grato de los regalos sin ocasión y lo bonito que se siente haberse superado a sí mismo. Aunque tuvimos miedo, seguimos adelante y, al final, ganamos.
El comienzo de una historia de amor
El parto es una cita a ciegas en la cual se da inicio a una historia de amor difícil de explicar con palabras. No obstante, está claro que partir de ese momento, el vínculo entre una madre y un hijo comienza a crecer y a encontrar mil y un maneras de manifestarse.
Y es que, un bebé se aferra con infinita ternura a su madre. No le importa cómo viste, si se ha maquillado o arreglado el cabello, o cuál es su estatus social actual. Tampoco le interesa saber lo que otros opinan acerca de ella.
Para un bebé su madre es amor y cobijo. Ese lugar seguro en el que puede acurrucarse, sentir latir su corazón y oler su aroma. Para él, esto es todo lo que importa y no puede ser menos hermoso.
Para una madre, el bebé es un motivo para sonreír y dejarse arropar por el amor de sol a sol. Tan simple y grande como eso.
Bibliografía
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