Por qué nunca debes hablar mal a tus hijos de su padre

Hablar mal a tus hijos de su padre puede causarles un daño irreparable. Por tanto, que tu objetivo prioritario siempre sea proveerles una infancia segura y feliz.
Por qué nunca debes hablar mal a tus hijos de su padre
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 11 marzo, 2022

El divorcio no es la única situación en la que un progenitor puede hablar mal del otro. También es posible que esto ocurra cuando uno de los padres nunca ha estado en la vida del niño o, incluso, cuando la pareja continúa unida. En cualquiera de los casos, hablar mal a tus hijos de su padre puede causarles un daño irreparable, por lo que has de evitarlo a toda costa.

Cuando sentimos que el que fuera nuestra pareja nos hirió y traicionó, es normal que aparezcan unas irrefrenables ganas de expresar nuestra rabia. Sin embargo, nuestro rencor nunca ha de ir dirigido a los niños. Nuestro objetivo prioritario siempre ha de ser protegerlos y asegurarles un entorno lo más sano posible. 

Amar y ser amado

Para un niño, su familia nuclear es su centro, todo su mundo. Mamá y papá son sus máximos referentes, su red de seguridad. A través del amor y la confianza que ellos le proporcionan, se forja su personalidad y comienza a abrirse al mundo.

Padre abraza a su hija, a pesar de su madre, tras comprender que nunca hay que hablar mal a los hijos de su padre.

El niño necesita amar sin culpa y ser amado sin condiciones por sus padres para lograr un adecuado desarrollo emocional. La familia es su lugar seguro y feliz, aquel que le proporciona la confianza para animarse a explorar otros territorios. Un lugar estable y confortable al que poder volver a recargarse, unas raíces firmes que permitan crecer sin miedo. Es tal la importancia del núcleo familiar que hemos de hacer todo lo que esté en nuestra mano para que este sea armonioso y nutritivo.

Permite que tus hijos amen a su padre aunque tú ya no lo hagas

Sin embargo, las circunstancias no siempre son perfectas. Quizá el otro padre de nuestro hijo nunca haya querido estar presente en su vida, tal vez hayamos tomado la decisión de divorciarnos. O, quizá, aunque sigamos juntos, surjan conflictos y discusiones que hacen mella en la pareja.

Todas estas circunstancias forman parte de la vida y, como adultos, habremos de afrontarlas de la mejor forma posible. Pero, si algo hemos de tener claro, es que esto no debe afectar nunca al bienestar de nuestros hijos, al menos, no en la medida en que podamos evitarlo. Es evidente que tendrán un impacto en la vida del niño, pero este será muy diferente en función de cómo actúen los adultos de su vida.

Tal vez el padre (o la madre) de tu hijo no se haya comportado bien, tal vez te ha herido, traicionado o engañado. Quizá, incluso, haya cometido grandes errores o negligencias como progenitor. Es completamente normal y válido que esto te genere emociones negativas, que sientas rabia, ira o rencor.

Será necesario que realices tu propio proceso emocional para integrar esas vivencias y alcanzar el perdón. Pero, sin duda, tu mayor prioridad ha de ser proteger a tu hijo. Y esto incluye proteger la visión que tiene de su padre y el vínculo que ha establecido con él. El niño necesita amar a su padre y sentirse amado por él. Tanto como lo necesita de ti.

Padres discutiendo con su hijo en medio.

Hablar mal a tus hijos de su padre

Al hablar mal a tus hijos de su padre les robas una parte fundamental de su desarrollo. Cuando les dices que su padre se ha ido porque no les importa, que no quiere pasar tiempo con ellos, que no se preocupa por ellos, los niños no entienden que su padre es un individuo negligente, entienden que ellos son los culpables. Comenzarán a sentir que no son suficientes, que no son válidos, que no merecen amor.

Cuando les dices “eres igual que tu padre” o “tu padre es malo, es un irresponsable, un egoísta”, les estás colocando en una durísima posición. Se verán obligados a tomar partido, sentirán culpa por amar a su padre y acusarán enormemente la brecha que has abierto en su pequeño mundo: ya no hay estabilidad ni armonía, sino odio y confusión.

Tal vez pienses que tus hijos necesitan saber cómo es su padre, que no vas a mentirlos, que tienen derecho a conocer la verdad. Pero, en realidad, a lo que tienen derecho es a ser niños, a sentirse amados y seguros, a no tener que enfrentar situaciones adultas. Cuando crezcan, conocerán, comprenderán y reorganizarán lo vivido desde otra perspectiva. Por ahora, permíteles crecer.


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