Un abrazo es un poema inscrito en la piel. Es un tipo de lenguaje que no necesita palabras y que da forma al amor más sincero y reconfortante. Quizá, por ello, de entre todos los abrazos que has podido dar en tu vida, los que le dedicas a tu bebé son sin duda los más especiales, los más intensos a la vez que poderosos.
Algo que sabes muy bien es que sostener el cuerpo frágil de tu pequeño va mucho más allá del simple acto de transporte o de sujeción mientras lo alimentas. Un abrazo es la fusión de dos corazones, y con ese gesto traspasas su piel para alcanzar su alma, para prenderla muy fuerte y acariciarla, hacerla tuya y suya a la vez y dejar tu huella para siempre.
El día de mañana, cuando sea libre, valiente y corra por los senderos que él o ella elija, tu seguirás ahí, en un rinconcito privilegiado de su corazón, ese que le dejaste cuando aún era muy pequeño a través de la impronta de un amor sano, fuerte y imperecedero que le susurrará cada día lo que vale y lo que merece.
Como madre, como padre que eres, no pierdas ni un segundo de esos sus primeros años de vida para permitir que empiece a ver el mundo desde el lugar más seguro del universo: tus brazos.
1. Me doy el permiso de acariciar tu alma
Lo tienes, tienes pleno derecho a acariciar el alma de tu bebé desde el primer momento en que llega al mundo. De hecho, más que un derecho es una obligación.
- Al ponerlo sobre tu piel y al rodearlo con tu cálido abrazo le das la bienvenida a esta vida. Al instante, sentirá tu calor y sus instintos se despertarán para buscar alimento, mientras, tú, lo atenderás con admiración preguntándote como algo tan pequeño puede ser tan perfecto.
- Ese primer contacto entre vosotros dos va más allá de un descubrimiento mutuo, es el instante en que se afianza un vínculo y en que el apego pone ya sus primeros cimientos.
Lo acariciarás admirada, y en cada caricia dejas las pinceladas de tu amor infinito, esas que trazan la forma de su alma y el lazo que os unirá para siempre.
2. Me doy el permiso de ser tu casa, tu refugio, tu mundo protector
Cuando das un abrazo a tu hijo en silencio en esas tardes de siesta que compartís en común, le estás demostrando dónde se halla su hogar.
- Ese espacio mágico contenido en tu torso, tus pechos y en la piel de tus brazos se haya todo un mapa de afectos en que tu niño irá creciendo día a día y mes a mes.
- En ningún lugar va a estar mejor a lo largo del primer periodo del ciclo vital. Así que no lo hagas, no economices en abrazos, no los ahorres, no te olvides ni los descuides.
Porque un abrazo es igual de importante que una toma de leche. Con ellos favoreces el desarrollo neurológico del bebé y afianzas un mundo emocional más seguro.
3. Me doy el permiso de demostrarte todo lo que te mereces
Un abrazo es la reafirmación cotidiana de un vínculo. Es un “te quiero” sin palabras, es un “estaré contigo siempre” y un “eres la persona más importante en mi vida”.
Es muy posible que ya le digas todas estas cosas mirándolo a los ojos o susurrándoselo al oído. Todo este tipo de expresividad emocional tiene como finalidad demostrarle al niño todo lo que se merece.
Todo niño es merecedor de un afecto sincero y constante, de protección, cuidados y seguridad. Merece nuestra confianza y el entender que la vida lo espera, que la vida lo quiere y que le prepara grandes cosas, cosas maravillosas.
4. Me doy permiso de aceptar que llegará el día en que estés muy lejos de mis brazos
Como mamá, como papá, sabes bien que llegará el día en que debas dejarlo ir. Tras sus primeros pasos llegarán las primeras carreras, luego los juegos con sus iguales, las tardes en que recogerlo del cole, las primeras excursiones y poco a poco, ese momento en que él o ella elija su propio camino en otros mapas, en otras ciudades.
- Al fin y al cabo, los hijos también son niños de la vida, y tarde o temprano los demanda para sí, para abrirles la puerta a nuevos conocimientos y experiencias lejos de nosotros.
- Es algo que sabes y aceptas. Porque entiendes bien que tu tarea ya estará hecha, porque en cada abrazo que le dedicaste le dejaste una parte de ti, y porque sabes también que cuando menos lo esperes, tu hijo convertido en adulto te dará uno de esos abrazos que te levantarán del suelo.
Será alto, será libre, será una persona hermosa que no olvida dónde están sus raíces, esas que tú nutriste en cada abrazo, en cada caricia, en cada sonrisa al ser más perfecto de este mundo: tu hijo…
Bibliografía
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