Etiquetas de alimentos: En qué debes fijarte
Las etiquetas de los alimentos son tus aliadas, sobre todo si tu hijo ha sido diagnosticado con alergias alimentarias. Aún si no es así, debes tener mucho cuidado al momento de darle algunas comidas, en especial las enlatadas y empaquetadas.
La lectura atenta de las etiquetas alimentarias es uno de los mejores hábitos que puedes cultivar; esta costumbre puede prevenir que tus hijos coman alimentos no deseados. Hacerlo, además, te ayudará a evitar cualquier alimento que contenga el alérgeno que afecta a tu hijo.
Tips para descifrar las etiquetas de los alimentos
Trata de estar atenta al listado de ingredientes y busca información de advertencia como “contiene cacahuetes” o “contiene gluten”.
El Reglamento UE9 Nº 1169/2011 del Parlamento Europeo y del Consejo de 25 octubre de 2011 sobre la información alimentaria facilitada al consumidor, obliga a informar de la presencia de 14 sustancias que pueden presentar alergias o intolerancias alimentarias:
- Cereales con gluten
- Crustáceos
- Huevos
- Pescados
- Cacahuete
- Leche
- Soja
- Frutos con cáscara
- Apio
- Mostaza
- Sésamo
- Dióxido de azufre y sulfitos
- Altramuces
- Moluscos
Conoce los límites de las etiquetas alimentarias
No todos los alérgenos se incluyen en el listado de ingredientes, como por ejemplo las legumbres y frutas, y no siempre se nombran de formas fácilmente reconocibles. A veces, los alérgenos que afectan a tu hijo se ocultan en largos listados de ingredientes de apariencia científica o se incluyen en expresiones como aromas naturales, colorantes, especias u otros tipos de aditivos.
Intenta ser lo más precavida posible y comprueba por partida doble todos los envases de los alimentos que tengas pensado darle a tu hijo, si es posible primero en el supermercado y luego antes de entregárselos. Esto es importante incluso si tu hijo ya ha consumido el mismo producto muchas veces en el pasado, algunas veces cambian los ingredientes o los “enriquecen” con nuevos.
En qué debes fijarte
Si tu hijo no tiene alergias a ningún alimento no quiere decir que no debas fijarte en lo que contienen los productos que estás adquiriendo. Una de las primeras cosas a la que debes prestar atención cuando adquieres un paquete de comida es en toda la información nutricional, más allá de las calorías.
Los elementos a declarar de forma obligatoria son: el valor energético, las grasas, las grasas saturadas, los hidratos de carbono, los azúcares, las proteínas y la sal.
Es un buen hábito saber cuántas calorías estás tomando en cada alimento, sobre todo si como madre te gusta cuidar del peso de tus hijos. Pero las calorías no te informan sobre toda la historia de esa comida. No te dan indicios de cómo reaccionarán sus niveles de azúcar en la sangre, por cuánto tiempo estarás saciado o qué otros nutrientes necesarios están dentro de ese paquete.
Si hay algo en lo que te debes fijar de las etiquetas de los alimentos es en el número de raciones, eso te permite evaluar el resto de información nutricional de la etiqueta.
Por ejemplo, imagina que le das una bolsa de granola a tu hijo y que esta tiene 200 calorías por ración. Esto perfectamente podría representar un desayuno, ahora bien el empaque contiene tres raciones. Y tú, como madre, sabes que tu hijo no quedará satisfecho solo con un 1/3 de ella y que se la comerá toda. ¿Qué ocurre con esto? Que esas 200 calorías iniciales pasan a ser más bien 300 o 400.
Leer etiquetas te ayuda a balancear la dieta de tu hijo
Lo ideal es que por comida el niño ingiera entre 10 y 15 gramos de grasas. Pero no solo debes quedarte con la información de la cantidad de grasas, también debes distinguir entre los diferentes tipos de grasas. No todas son iguales. Si puedes elegir, opta por alimentos que no tengan grasas trans o hidrogenadas.
No debes olvidar fijarte también en la cantidad de azúcar que lleva. Si el azúcar esta entre los primeros ingredientes del listado no deberías comprarlo para tu hijo. El producto debería tener menos de 5 gramos de azúcar en 100 gramos. O por el contrario no llevar nada de azúcar.
Recuerda que en las etiquetas, los ingredientes están ordenados según la cantidad que el alimento lleva, así que lo primero que leemos, es el ingrediente principal. Si por ejemplo ves “harina refinada” o “harina enriquecida” como primer ingrediente ¡No lo tomes!