Tu sonrisa es la más plena y eterna felicidad de mi alma. Mi estrella, mi razón; la brújula que guía mis pasos día a día. Esa mueca que me enamora a diario no es más que la fuerza motor que me empuja a seguir, a vencer obstáculos, a derribar todo tipo de límites.
Tu sonrisa, esa luz que ilumina mi camino
El paso del tiempo es una cuestión que siempre ha hecho que el ser humano reflexione sobre cómo afectará al cuerpo, a la mente, a la identidad de la persona, tal y como sostiene un artículo publicado por la Revista En-claves del pensamiento. Hijo mío, por eso yo tampoco quiero que jamás se borre de tu bello rostro, tallado por los mismísimos ángeles, esa risa que es la vida misma. Inspiración y aliento, motivación y esperanza. Tu sonrisa no es más que mi ilusión materializada en persona. Un sueño hecho carne y hueso.
Mi amor, luce sin vergüenza ni timidez esa bonita curva que los dioses decidieron que coronen tu cara angelical. Tu sonrisa es satisfacción y plenitud, es estar conforme con mi labor maternal. Es el reflejo de tu alma, tu esencia y tu carta de presentación.
La sonrisa que llevas lo es todo en mi vida. Con el tiempo, cambiaron muchas cosas en el medio. Desdentada, con las primeras pequeñas perlas, y hoy con una selección de las más preciadas y brillantes piedras. Sin embargo, lo que jamás se modificará es su esencia.
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Una mueca llena de plenitud
Esa mueca es el lenguaje más profundo y expresivo del alma. Lo dice todo, pues le resulta imposible callar algo que grita lo profundo de tu ser. La risa que esboza el rostro que tienes no es más que la más intensa luz que irradia tu corazón. Una luz que guía mi camino e indica los pasos a seguir.
Es increíble cómo un gesto tuyo es capaz de contagiar alegría y brindar tanta felicidad. Cómo esa mueca hace mecha sin siquiera pensarlo un segundo, tal solo contagia. Lo mejor de todo es que me señala la dirección que debo seguir para llevarte a la plenitud. Como dijo Nietzsche y bien recoge el libro de El poder de la alegría (2016), de Frédéric Lenoir, la idea de que la alegría debe asumir la totalidad de la existencia, gracias a ti, me doy cuenta de que es posible.
Hijo, sonríe siempre; pues una sonrisa tuya es capaz de expresar que lo hago bien, que el esfuerzo vale la pena. Quiero saber que te sientes a gusto, necesito saber que te sientes amado en profundidad. Qué más da que desentone con el mundo, solo luce esa preciosa curva con epicentro en tu corazón.
Tu sonrisa es satisfacción y plenitud, es estar conforme con mi labor maternal. Es el reflejo del alma, tu esencia y tu carta de presentación; sinónimo de apego y también de cercanía e intimidad.
Tu sonrisa es y será por siempre mi locura
Tu sonrisa es, desde el día cero, mi locura, y así lo será por siempre. Conforme pasen los años, rendiré honor a la más noble facción de tu rostro. Esa mueca es expresión de compañía y, en especial, de complicidad y confidencialidad.
Esa risita es el preludio de una nueva aventura, de alguna locura de aquellas que llenan las páginas de las vida. Se trata de la señal que da cuenta de alguna monería que nutre mi mejor anecdotario: el de la maternidad. Cada uno de tus ademanes los llevaré tatuados en mi corazón por siempre.
Mi amor, nunca dejes de sonreír; pues solo así consigues alimentar mis ilusiones, regar mis esperanzas y borrar cada una de mis tristezas. Cuando te veo reír, veo morir uno a uno mis más arraigados temores. Desaparecen todas mis dudas y mi cielo se nubla de las más dulces certezas.
Eres mi cielo, tu sonrisa es mi verdadero amanecer. Y qué más da si este sol se pone por el este o por el oeste. Solo quiero disfrutar todos y cada uno de los más bellos amaneceres y atardeceres a tu lado. Quiero atesorar estas postales inigualables que te hacen único.
La sonrisa, lenguaje del alma
La gente suele decir que no hay mejor pregunta que una mirada. Pues, de ser cierto para generar los primeros pasos del apego, como bien afirma un estudio publicado por la Revista de Ciencias Psicológicas, no existe entonces mejor respuesta que una sonrisa. Y si es la tuya, querido hijito, quisiera conocer el mundo a través de esas verdades que debes revelar. Siembra esa semilla sin cesar en tu vida cotidiana, que todos cosecharemos nada menos que la paz.
Por eso, mi dulce niño, quiero que dejes florecer ese bello gesto en tu boca. Hoy elijo de nuevo verte feliz. Quiero, entonces, ver tu risa brillando como un radiante sol. Nunca lo olvides ni lo dudes un segundo, tu sonrisa no solo es felicidad en mi vida, sino el antídoto para mi alma rota.
Bibliografía
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