Los niños con altas capacidades enfrentan desafíos diarios como desmotivación en el aula, intensas emociones y sensibilidad a los estímulos sensoriales. Estas situaciones pueden hacer que se sientan solos e incomprendidos. Recibir un diagnóstico es útil en este sentido. Pero, ¿somos conscientes de los efectos de la etiqueta de «altas capacidades» en los niños?
En la actualidad, se entiende como un potencial innato a desarrollar. Estos niños tienen capacidades cognitivas superiores a la media, pero necesitan entornos adecuados para desarrollar su creatividad y alcanzar el éxito.
El diagnóstico es el punto de partida para una intervención adecuada. Sin embargo, si no se considera este enfoque, la etiqueta de altas capacidades puede tener desventajas.
¿Cuáles son los efectos de la etiqueta de «altas capacidades» en los niños?
Padres y maestros pueden sospechar que un niño tiene altas capacidades observando su comportamiento habitual. Por ejemplo, algunas características comunes de esta condición incluyen las siguientes:
- amplio vocabulario,
- excelente pensamiento abstracto,
- gran curiosidad y memoria,
- elevada autoexigencia,
- facilidad de aprendizaje cuando la tarea resulta motivadora.
Antes estas señales, suele buscarse un diagnóstico clínico que confirme las sospechas. Pero, ¿cómo afecta a la vida de un niño que se le comience a considerar como altamente dotado? Como verás, las implicaciones pueden ser tanto positivas como negativas. ¡No dejes de conocerlas!
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1. Validación emocional
Recibir un diagnóstico puede ser un alivio para el menor con altas capacidades, debido a que esa etiqueta valida su experiencia. Le ayuda a entender por qué piensa, siente y se comporta de esa determinada forma. Aporta claridad respecto a sus cualidades y virtudes, así como a sus dificultades y retos.
De este modo, la sensación de ser inadecuado o defectuoso (que podía haber tenido en momentos anteriores) se disipa a la luz de la etiqueta de altas capacidades que da sentido a su vivencia.
2. Pertenencia a un grupo
Por otro lado, le ayuda a sentirse parte de un grupo. Tengamos en cuenta que la alta dotación se presenta solo entre el 3 y el 15 % de la población (García-Ron & Sierra-Vázquez, 2011). Por esto, es común que los niños se sientan raros, diferentes y poco conectados con sus compañeros.
Saber que su situación no es única y que hay más niños con sus mismas capacidades, intereses, inquietudes o dificultades, puede suponer un alivio y ayudar a forjar una identidad más positiva.
3. Recepción de apoyos y adaptaciones
Aunque los niños altamente dotados posean capacidades intelectuales superiores, esto no siempre supone una facilidad a nivel escolar. De hecho, se estima que el fracaso escolar se presenta en el 10-15 % de los casos, el cual es generado por la desmotivación y los problemas afectivos y sociales de estos menores.
A este respecto, la etiqueta de altas capacidades puede servir para que maestros y centros educativos tomen las medidas oportunas para facilitar apoyos y adaptaciones (Luque et al., 2017).
Estas consistirán en ampliar, enriquecer y profundizar en los contenidos. Además de potenciar habilidades e intereses del niño. Pero, si no se llega a detectar la alta dotación, estos recursos no se pondrían en marcha.
4. Generación de un estigma
Ahora bien, no todo es positivo. Recibir un diagnóstico de altas capacidades también puede generar un estigma debido a los múltiples mitos que aún siguen considerándose respecto a esta condición.
Muchas veces, se considera que los niños altamente dotados son extraños, diferentes y poco sociables. Que no quieren tener amigos o que, por el hecho de tener una superior dotación cognitiva, han de ser inferiores en otros aspectos, como pueda ser el deporte o las artes.
Niños y adultos pueden caer en estos mitos y comenzar a tratar a ese menor de una forma diferente y no positiva al conocer su etiqueta. Así, ocurre un aislamiento y un importante daño a su autoestima e identidad.
De hecho, según recoge un artículo publicado en la Revista de Educación, cerca del 50 % de los menores altamente dotados sufren de bullying.
5. Privación de comprensión y apoyo emocional
Por otro lado, saber que un niño tiene altas capacidades puede llevar a los progenitores a perder de vista que sigue siendo un niño. Esto es lo que se conoce como disincronía afectiva y hace referencia a que, pese a su alta capacidad cognitiva, estos niños suelen tener dificultades para comprender su rico mundo interior y lidiar con sus emociones intensas.
Si los adultos a cargo no tienen en cuenta esta realidad, caen en el error de pensar que el niño es tan hábil con su mente como con sus emociones. Y así, dejar de lado la tarea de apoyarlo, validarlo y enseñarle cómo gestionar sus estados internos.
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6. Sensación de presión y exigencia
Por último, la etiqueta de altas capacidades puede generar en los niños una fuerte presión a nivel psicológico. Y es que, al llegar el diagnóstico, todos esperan un excelente rendimiento y los mejores resultados por su parte.
Así, se le exige en exceso y se pone una carga sobre sus hombros que puede derivar en ansiedad, estrés y bajos niveles de bienestar. De hecho, tal como recoge un artículo publicado en la Revista de Psicología y Educación, el perfeccionismo y la autoexigencia son comunes en estos niños.
Enfocar de forma positiva la etiqueta de «altas capacidades» es la mejor estrategia
Como ves, recibir un diagnóstico de altas capacidades puede generar repercusiones tanto positivas como negativas. Por ello, si queremos aprovechar las ventajas de esta etiqueta y minimizar sus efectos dañinos, es importante que padres y maestros estén bien informados y concienciados al respecto.
La etiqueta de alta dotación intelectual debe servirnos para entender la realidad del niño y, a partir de ahí, ofrecer adaptaciones escolares y apoyo familiar que permitan potenciar sus virtudes y ayudarle a superar sus retos y desafíos.
Esta etiqueta nunca debe ser la excusa para ejercer presión, tener expectativas desmedidas u olvidar que ese menor sigue siendo un niño que necesita comprensión, afecto y guía.
Bibliografía
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- García-Ron, A., & Sierra-Vázquez, J. (2011). Niños con altas capacidades intelectuales. Signos de alarma, perfil neuropsicológico y sus dificultades académicas. Anales de pediatría continuada, 9(1), 69-72. https://www.elsevier.es/es-revista-anales-pediatria-continuada-51-articulo-ninos-con-altas-capacidades-intelectuales--S1696281811700105
- González-Cabrera, J., Machimbarrena, J. M., Ortega-Barón, J., & Álvarez-Bardón, A. (2020). Joint association of bullying and cyberbullying in health-related quality of life in a sample of adolescents. Quality of life research, 29, 941-952.
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