Lo primero son mis hijos... Hoy el resto del mundo puede esperar

Cuando una madre tiene a sus hijos, estos se convierten en su prioridad absoluta. Hacemos algunas reflexiones al respecto con las que seguramente te sentirás identificada.
Lo primero son mis hijos... Hoy el resto del mundo puede esperar
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 12 febrero, 2022

Ellos son lo primero. Nuestros hijos son nuestro norte y la estrella Sirio, la más brillante del firmamento. Ellos son nuestra prioridad y el primer pensamiento de nuestras mañanas. Sin embargo, no siempre nos es posible dedicarles todo el tiempo que nos gustaría, por ello, es necesario buscar momentos, instantes mágicos donde detener el tiempo y el mundo entero para regalárselo, para decirles “hoy todo puede esperar, hoy la vida es nuestra”.

Echemos por un momento la mirada atrás. Intentemos situarla en un instante feliz de nuestra infancia. Lo más probable, es que nuestra memoria emocional nos lleve al instante a un momento cotidiano que compartimos con nuestra madre, nuestro padre, nuestros abuelos o con nuestros hermanos.

“Cada momento que paso sin las personas a las que amo es un momento de tiempo perdido”

-RR Tolkien-

Esto es así por una razón muy sencilla: nuestro cerebro se rige por mecanismos sociales, y por tanto dará mayor significado a esos momentos de nuestra niñez donde sentíamos la cercanía de las personas que nos eran queridas, que nos demostraban de forma activa y sincera que éramos amados, qué éramos importantes.

Más tarde, y a medida que uno llega a la edad adulta, puede valorar sin duda esos pequeños instantes de soledad y complicidad con uno mismo. Sin embargo, cuando se es niño esto nunca ocurre, porque lo que hay es una necesidad natural por el “tiempo compartido”, por tener a mamá cerca, a papá al lado… Una cercanía tan necesaria como el propio alimento.

Nuestros hijos necesitan ver la vida a través de una pompa de jabón, y percibir que los segundos se arrastran a paso de tortuga mientras pasean de nuestra mano. Ansían hacernos preguntas imposibles, dibujarnos sus sueños, pintarnos la luna de color verde y el sol de color morado, quieren sumergirse en nuestras miradas mientras les contamos una historia, o dos, o cien…

Todo ello no lo podremos hacer a diario, siete días por semana y veinticuatro horas al día. Sin embargo, hoy sí puede ser un buen día para “detener el tiempo” para ellos, para tus hijos.

Mis hijos son mi prioridad, pero no me descuido como persona, como pareja…

pareja abrazada descansando de sus hijos

Nuestros hijos son lo primero de la lista, la bandera de nuestra vida, el botón que une todos nuestros sueños y esperanzas. Sin embargo, debemos recordar que ninguna prioridad puede ser bien atendida si nosotros mismos no aprendemos a priorizarnos también.

  • Invertir en tu propio crecimiento personal, en tu autoestima y bienestar psicológico no es descuidar a tus hijos: es cuidarte a ti para poder cuidar de ellos mucho mejor.
  • Asimismo, tampoco olvides que además de madre o padre, también eres pareja.
  • Así, es vital que no perdáis vuestra complicidad, que cultivéis el sentido del humor, que tengáis esos instantes a solas para miraros a los ojos, y seguir soñando, seguir creciendo como personas dentro de un proyecto en común.
  • Vuestros hijos son lo primero, no hay duda, pero vuestro bienestar psicológico y satisfacción emocional confiere un colchón de felicidad, de equilibrio y seguridad a los propios hijos.

Nuestros hijos necesitan una atención sin prisas y tardes de sonrisas que nunca terminan

niño jugando en la playa

Hay un aspecto que no podemos descuidar nunca: los niños entienden, perciben e intuyen muchas más cosas de las que pueden comunicar. Así, muchos de esos detalles que no se le escapa a una mirada infantil es la calidad y la autenticidad de la atención recibida.

Para entenderlo mejor podemos poner un ejemplo. Marcos tiene 4 años y hoy está muy contento porque su madre ha decidido llevarlo a parque después del colegio. Casi nunca lo hace, porque mamá trabaja mucho, porque después del cole quien lo recoge es siempre el abuelo y apenas comparte tiempo con la persona que más quiere: su  madre.

Esa tarde va a ser muy especial, piensa Marcos. Se van a divertir mucho. Sin embargo, cuando se sube a lo alto del tobogán para que ella lo vea, descubre a su madre mirando el móvil. Cada vez que se dirige a ella, su madre apenas le presta atención y se limita a decirle “claro Marcos, muy bien Marcos”.

  • Nuestro protagonista llega muy triste a casa, tanto, que apenas puede explicar lo que le ocurre. No se ha sentido acompañado, ni atendido, ni valorado, ni querido…
  • Nuestros hijos necesitan percibir una dedicación real. No importa la edad que tengan, incluso un bebé detectará si el vínculo con sus progenitores es auténtico, y lo notará en base a la atención recibida, a la cercanía, al consuelo, a las miradas, al tono de las voces…

Cada día buscaré un pedacito de tiempo solo para ti

madre con sus dos hijos

No importa si trabajas. Si tus jornadas son eternas, si compaginas dos empleos y solo tienes tiempo de levantar a tus hijos por las mañanas y darles un beso de buenas noches cuando el reloj de la mesita marca ya las once.

 Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo

-Jorge Luis Borges-

En realidad, lo que tus niños recordarán el día de mañana es si en medio de ese ajetreo y en tus infinitas obligaciones, tú te acordabas de ellos y les regalabas un pedacito de tiempo que sabía a magia, a besos a escondidas, a promesas que se cumplían, a caricias que se admiraban por “cómo he podido yo tener un/a  niño/a tan guapo/a”.

Dedícales pequeños retazos cotidianos de armonía, de recuerdos que se evocan el día de mañana con una sonrisa, con un latido que emociona. Hazles ver en cada momento que son tu prioridad, porque no basta con que tú lo sepas, ellos lo deben notar en tus caricias, en tus palabras, en tu mirada y ante todo… en su corazón.

Imágenes cortesía de Vickie Wade


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  • Mora, M., Gómez, M. y Rivera, M. (2013). La satisfacción marital y los recursos psicológicos en las parejas con y sin hijos pequeños en pro del bienestar familiar. Uaricha, 10(22), 79-96.

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