Sabemos muy bien que pocos lugares son más seguros, afectivos e importantes en el desarrollo de un bebé que los brazos de su madre. Ahora bien… ¿qué pasa con los padres? Queda claro que no pueden amamantar, que no dan a luz, sin embargo, su cercanía, su afecto, su voz e incluso su propia piel se alzan como dimensiones increíblemente poderosas para ese recién nacido.
Solo a modo de ejemplo. A día de hoy son cientos los hospitales que tienen integrado un maravilloso protocolo. Cuando una mamá da a luz por cesárea y se está recuperando de la anestesia, los padres, si así lo desean, pueden llevar a cabo el método canguro. Con algo de apuro, emoción y un poco de temor, se quitan la camisa para recibir sobre su pecho al bebé.
Pocas cosas son tan reconfortantes como esa imagen. El recién nacido regula su temperatura, alivia su estrés y tiene ese primer y necesitado contacto con quien formará parte de su vida. Su padre. Es una iniciativa que sin duda, debería llevarse a todos los centros hospitalarios. Los brazos de papá, como podemos intuir, se convierten en un lugar seguro, cálido e importante en la vida de un bebé.
Te invitamos a profundizar un poco más en el tema.
Creciendo en los brazos de papá
Se habla mucho de los cambios hormonales de la madre durante el embarazo y la lactancia. Todos los conocemos y sin duda, muchas de nuestras lectoras sabrán en piel propia, lo que supone en muchos casos. Ahora bien, por asombroso que parezca también el cerebro del padre vive su propio tiovivo hormonal y emocional durante este proceso.
Menos testosterona durante la crianza
Este dato es interesante. Según un estudio llevado a cabo en la Universidad de Northwestern, en Illinois, Estados Unidos, los niveles de testosterona se reducen de forma considerable cuando un hombre se convierte en padre.
- Esta hormona cumple su sabida función durante esa época de cortejo, pasión e intimidad en la pareja. Sus picos más elevados se muestran sobre todo en esa primera época en se inicia la seducción, en que cada uno debe sacar lo mejor para lograr atraer a la persona deseada.
- Sin embargo, cuando la pareja inicia su embarazo y da a luz, el cerebro del padre no necesita la testosterona. Su única necesidad es garantizar la supervivencia de ese hijo, atenderlo, cuidarlo.
El instinto “maternal” no es solo cosa de mujeres
Todos, en gran medida, nacemos con el instinto natural para la atención, el cuidado y el cariño de nuestros hijos. Podemos pasar cierta parte de nuestra vida pensando que no es así, sin embargo, el acto de dar a luz y de sentir en nuestros brazos a esa criatura, activa en nosotros lo que se conoce como “red de paternidad”.
- En este circuito interno participan estructuras cerebrales como la amígdala, la ínsula o el núcleo accumbens.
- En la mujer es casi un instinto “primitivo”. Los hombres, por su parte, desarrollan este proceso de forma intensa al sentir la cercanía del bebé.
- De hecho, según nos indica un trabajo llevado a cabo por la Universidad de Bar-Ilan en Israel, el cerebro de un hombre se vuelve más “maternal” si se encarga de más funciones.
Aspectos como hacer el colecho con el bebé, darle el biberón, bañarlo o mecerlo en brazos, intensifica este instinto.
En la piel de papá
Ya sabemos que el método “piel con piel” es igual de beneficioso si es papá quien tiene sobre su pecho al bebé. Ese contacto excepcional siempre será mejor que una cuna. Siempre aliviará más miedos que una simple sábana o una caricia.
El método canguro no es exclusivo de las madres, porque a día de hoy, un padre sabe muy bien que no es un simple espectador. Que criar a un hijo es cosa de equipo, y que si la mamá “da la teta”, papá puede muy bien ofrecer su torso para que el bebé se duerma y sienta la seguridad de un corazón que siempre estará a su lado. Que lo defenderá de cualquier peligro y que le dará aliento para que alcance cada uno de sus sueños.
Tanto es así, que son muchos los estudios que avalan la necesidad de practicar este delicado arte del cariño y del cuidado en caso de que los bebés sean prematuros.
- Se regula la temperatura y la respiración.
- Disminuyen las infecciones.
- Favorecemos la maduración neuronal.
- Aumenta la calidad del descanso del bebé.
- Ofrecemos un estímulo prematuro táctil, auditivo y de movimiento.
- Se favorece el aumento de peso.
- Los bebés lloran menos y además, favorecemos la adaptación del bebé a la vida extrauterina.
Para concluir. Sabemos que siempre se habla de la importancia de la madre en el día a día de un bebé. En esa primera etapa donde un niño solo necesita tres cosas: la leche materna, afecto y rutinas.
Dejando a un lado la lactancia materna, el padre puede muy bien llevar a cabo todas las tareas y contribuir con sus abrazos, afecto y atenciones al pleno desarrollo de esa criatura.
Seamos todos protagonistas activos en la crianza de ese bebé: madres y padres.