Cuando las frustraciones de los padres las pagan sus hijos

En la vida no siempre conseguimos lo que queremos, pero de ello no tiene nadie la culpa, y menos nuestros hijos. Veamos en este artículo cómo a veces los padres pagan con ellos estas decepciones.
Cuando las frustraciones de los padres las pagan sus hijos
María Matilde

Escrito y verificado por la pedagoga María Matilde.

Última actualización: 28 agosto, 2022

Ser padres supone un cambio radical en la vida de las personas, y no existe receta ni secreto guardado sobre cómo ser un buen padre o madre. Con lo cual, educar a los hijos supone un proceso muy complejo en el que, si bien acertamos, también cometemos errores. Y uno de esos errores es cuando los hijos pagan las frustraciones de los padres.

A veces, los padres sienten que no han podido conseguir muchas cosas con las que han soñado de jóvenes. Lo que tiene relación con circunstancias económicas, personales, familiares o una interrelación de estas que, a veces, lo impiden. Esto provoca que los padres se sientan tristes, decepcionados o desilusionados y que, sin quererlo, lo paguen con sus hijos.

Qué significa una frustración y por qué nos sentimos así

La frustración se trata de un sentimiento que tiene un individuo cuando no puede satisfacer un deseo o una necesidad. Es un sentimiento de ira o de decepción frente a la imposibilidad de no poder conseguir una meta o un objetivo planteado.

A lo largo de la vida, las personas, como hemos dicho, por distintas circunstancias, no siempre pueden satisfacer sus deseos u objetivos. Y esta imposibilidad de poder cumplir con nuestros proyectos, sueños y  anhelos, personales, familiares, laborales o profesionales es lo que provoca frustración y, con ello, un estado de ánimo cargado de sentimientos negativos.

Hija pagando las frustraciones de sus padres porque no le dejan estudiar la carrera que quiere.

Entonces, está claro que nadie en este mundo puede conseguir todo lo que se propone y todos pasamos en alguna u otra etapa existencial por una o por varias frustraciones. Es más, muchos adultos acarreamos durante toda nuestra vida alguna frustración de algo que no pudimos ser o hacer cuando éramos jóvenes. Y el problema está en no poder gestionar de forma positiva todos estos sentimientos negativos.



Los hijos no tienen la culpa de las frustraciones de los padres

Existen muchas situaciones en la vida de un adulto que pueden suponer frustraciones. Y, con ello, sentimientos de tristeza, de pena o de decepción y, además, actitudes de ira. Por ejemplo, las siguientes situaciones:

  • No tener tiempo para hacer lo que nos gusta (deporte, bricolaje, estar con amigos o viajar).
  • Vivir en una ciudad, pueblo o sitio que no queremos.
  • Trabajar en algo que nos disgusta.
  • Haber estudiado una carrera profesional o tener un oficio muy distinto al que en verdad nos hubiese gustado.
  • Sentir que no se tiene suficiente dinero o que se tienen muchos gastos.
  • Tener problemas al interior de la relación de pareja o del matrimonio.

Ahora bien, en ningún caso son los hijos quienes deben pagar por las frustraciones que provocan todas estas situaciones. Ellos no tienen la culpa de nada, ni de estar, ni de demandar tiempo y atención, y mucho menos de necesitar amor y cariño.

“Jamás cargues a tus hijos con el peso de tus sueños frustrados”.

-Rafael Vidac-

Tú serás o tendrás todo lo que yo no pude ser o tener…

A menudo, muchos padres creen que intentando por todos los medios que sus hijos puedan hacer o ser lo que ellos no pudieron significa una gran muestra de amor. Sin embargo, conseguir que un hijo sea médico o futbolista, o que se dedique a la pintura o a la actuación, sin saber verdaderamente qué es lo que en realidad quiere, es proyectar en él un deseo no cumplido y, por lo tanto, una frustración.

Con lo cual, una muestra, en principio, de entrega y de amor puede convertirse en un motivo de presión para los hijos. Cuando, ciertamente, nuestros hijos deben ser libres de elegir lo que quieren ser o hacer en su vida futura, aunque en ocasiones diste mucho de lo que hubiesen querido o deseado ser sus padres.



Madre regañando a su hija y pagando sus frustraciones con ella.

Cómo evitar que los hijos paguen las frustraciones de los padres

Los padres deben aprender a gestionar y superar sus frustraciones, y esto significa, en primer lugar, hacerlas conscientes y asumirlas. Una forma de hacerlo es hablarlo, ya sea con la familia, con la pareja o con un profesional. Además, es importante comprender que cada persona es única y que no todos tenemos los mismos gustos. Con lo cual, no podemos hacer a nuestros hijos infelices y obligarlos a que consigan lo que los adultos no hemos podido conseguir.

Por otra parte, es incuestionable que los hijos demandan tiempo, y es complicado que un padre o madre disponga de tiempo propio para practicar algún deporte, para estudiar o para alguna afición o hobbie. Ahora bien, los hijos tampoco son los culpables de que sus padres no puedan hacer lo que les gusta; es solo una cuestión de lograr una buena organización del tiempo y la vida familiar.

A su vez, lo mismo sucede con el dinero y los gastos, que suponen siempre un motivo o factor de preocupación. O la decisión del sitio en el que vivir en función del colegio de los hijos o por el trabajo. Para lo cual, es fundamental el diálogo familiar para conocer las inquietudes y las necesidades de cada miembro y entre todos encontrar acuerdos y soluciones.

Por último

Como hemos visto, son muchísimas las situaciones y circunstancias que debemos vivir en nuestra vida adulta y que, con seguridad, no todas nos harán plenamente felices. Aun así, de absolutamente nada tienen la culpa los hijos y, como padres, tenemos la obligación de aprender a gestionar nuestras frustraciones y, bajo ningún escenario, deben ser nuestros hijos quienes paguen por ellas.


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