Eres una mamá fuerte y nadie duda de ello. Sin embargo, en ocasiones, hasta el más fuerte se cansa de serlo y hay días en que lo haces, en que sientes el indefinible peso de la soledad, esa que te hace llorar a escondidas.
Es muy posible que seas una mamá que afronta la crianza a solas. Por las razones que sean, te ves ahora con uno o varios niños a tu alrededor que dependen única y exclusivamente, de ti. Sabes que no eres la única.
Que antes que tú han sido muchas las mujeres (y también los hombres) que han batallado en ese día a día donde alimentar, cambiar pañales, enseñar las primeras palabras y tener un par de ojos en la espalda para advertir riesgos y salvar a esas criaturas temerarias pero adorables de mil caídas, de mil riesgos.
Para tus hijos siempre tienes la mejor sonrisa y los mejores ánimos, sin embargo, no siempre se puede mantener el ánimo por las nubes ni la alegría radiante tatuada en el rostro. A veces llegas al límite. Porque no se puede ser siempre fuerte cuando a la maternidad se le suma una casa, y cuando a una casa se le añaden pagos, incertidumbres y ese cansancio físico que nunca terminas de quitarte de encima.
Si todas estas sensaciones te son conocidas, es necesario que reflexiones sobre un aspecto. La depresión encubierta, esa de la que no siempre somos conscientes, puede en muchos casos transformarse en una depresión mayor.
Cuanto más elevada es nuestra inversión emocional, más agotamiento sentimos. Si a ello le sumamos el reto de llevar la crianza en soledad, el riesgo aumenta.
Te proponemos reflexionar sobre ello.
La mamá fuerte también necesita apoyo
Existe un libro muy interesante sobre este mismo tema titulado “El fantasma en la casa: maternidad, crianza y cómo luchar contra la depresión” de
Hizo frente a una depresión y luchó para que sus niños no sufrieran el impacto de su enfermedad. Lo hizo con todas sus fuerzas por un hecho muy concreto: recordaba cómo era su infancia cuando su propia madre, también batallaba cada día contra una depresión que nunca se trató de forma adecuada.
El libro aborda también un seguimiento a más de 400 mujeres con el fin de ahondar en los miedos, en los problemas y en esa sensación que suele abrazar más de lo que pensamos a muchas madres. Hablamos de la soledad. Sin embargo, más que “soledad” física lo que sienten en realidad es “soledad comprensiva”, o la sensación de que nadie termina de entender por todo lo que está pasando.
Veámoslo con detalle.
Ninguna mamá debería estar sola los primeros meses
Los instantes más complejos para una madre son los meses que siguen al parto. Ese primer medio año donde un bebé necesita tanto de la madre puede resultar en muchos casos agotador, y más si lo hacemos en soledad.
- Sabes que eres una mamá fuerte, pero toda persona necesita alguien con quien hablar, alguien que nos aconseje, que nos quite pesos, que nos ayude, que dialogue con nosotras. La familia es imprescindible. Nuestras amistades son imprescindibles, al igual que lo es salir a tomar el aire de vez en cuando, comunicarnos con otras personas y evitar el silencio del hogar.
Una imagen para reflexionar
La ilustración que puedes ver arriba, nos da un ejemplo de una sensación que muchas mujeres llegan a tener en algún momento. En ella, hay mucho de metafórico y una pincelada algo grotesca, lo sabemos, pero Sendak, su ilustrador, quería evidenciar varios aspectos:
- La sensación de que nuestra identidad queda diluida, nos convertimos en madres y aunque seamos feliz con ello, esa dependencia tan íntima con el bebé en ocasiones, nos hace “desaparecer” como mujer.
- Es como si cada día desapareciéramos un poquito más, y esta sensación no es saludable. Debemos evitarla compartiendo responsabilidades y ante todo, descansando de vez en cuando.
- Eres y serás madre toda la vida, pero ello no significa que dejes de ser tú. Con tus aficiones, sueños, manías y costumbres.
Construye una buena red de apoyo
Pocas cosas pueden ser más beneficiosas que conocer a otras madres en tu misma situación. Aún más, si cuentas con pareja o si dispones de una buena familia que te apoya en el día a día, no dudes en prestar también tu ayuda a otras mamás.
Construir una red de apoyo de mujeres que son madres es algo gratificante, enriquecedor y que a su vez, cuenta con una larga tradición. Esos círculos maternales donde compartir miedos, confianzas, preocupaciones, donde hablar de los hijos es algo muy terapéutico que nos ayudará no solo a ser más fuertes, sino también más sabias.
Así que dinos ¿tienes ya tu propia red de apoyo?