Mamá, cuéntame cómo fue cuando nací

El nacimiento de un hijo es un momento inolvidable, un recuerdo hermoso e imborrable, difícil de describir con palabras.
Mamá, cuéntame cómo fue cuando nací
Elena Sanz Martín

Revisado y aprobado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 23 abril, 2020

Hay preguntas difíciles de contestar a un niño. Bien sea por la temática o bien por la edad que tiene para conocer las respuestas. Sin embargo, cuando me dijiste por primera vez ese “mamá, cuéntame cómo fue cuando nací”, quedé congelada.

No supe qué decir en ese momento. Pues un tsunami de emociones me invadió. Mi mente se llenó de diversos recuerdos. Como en un flashback, reviví ese día con nostalgia y melancolía. Esa petición signada por las más dulces remembranzas se hacía carne en mí.

“Mamá, cuéntame cómo fue cuando nací”, me bastó escucharlo para quedar suspendida en el tiempo. Mirando a la nada, pero viéndolo todo. Como con la mente vacía, pero raptada por esos mágicos instantes. Invadida por esos miedos y temores propios del día en que conocí al verdadero amor de mi vida, ¡mi hijo!.

¿Qué sentiste cuando nací?

“Mami, ¿qué fue lo que sentiste cuando nací?”, pregunta imposible de responder. Es indescriptible la sensación de traer un hijo al mundo, la emoción de sentirte dichosa de poder presenciar el milagro de la vida. No hay nada como sentirse con la inmensa capacidad de dar vida.

Nuestro primer contacto, en aquella fría sala de parto, la llevaré por siempre guardada en mi corazón. Nuestra cita a ciegas que jamás podría haber fallado. El olor a vida coronando el evento más importante de mis días. La suavidad de tu piel, por siempre tatuada en mi alma.

Nuestras primeras miradas se convirtieron en el más natural y efectivo bálsamo de mi ser. Pues sí, mi niño, no todo era alegría y felicidad plenas. También, pese a la confianza que me generaba este infinito y puro amor, sentía unos miedos nunca antes percibidos.

Temía no ser la mejor madre para ti, esa madre que un ser tan maravilloso y único como el que tenía ante mis ojos merecía. Y en medio de esa marabunta sentimental, apareció ese primer llanto. ¡Cuánta angustia y desesperación! Minuto a minuto entendí que habías llegado para otorgarme mi mejor título, el de la maternidad.

Por ende, era capaz de lograrlo. Juntos, tal como lo había planificado y soñado durante los largos e interminables nueve meses de espera. Entendí que la pureza y el amor marcarían cada uno de mis días. Así, ya nada podría fallar teniendo a mi lado la más bonita sonrisa desdentada que jamás haya imaginado.

¿Cómo han sido nuestros primeros días juntos?

Si tuviera que definir en una sola palabra cómo han sido esos primeros días juntos, diría “inolvidables”. Efectivamente memorables. Llenos de vida, de magia, de alegría y emoción. Sin duda, esta convivencia y todos los cambios que supuso convertirme en madre comportaron un desafío.

Quizás el reto más hermoso de los que pude haber atravesado airosa. Decidí cambiarte los pañales, para que tú cambiaras mi vida. Con ese pacto, el dejar que tomes mis dedos con esas pequeñitas y arrugadas manos se convirtió en la más sana adicción.

Conforme fue pasando el tiempo superamos nuevos retos. Entre aparición de dientes, incursión en el mundo de las papillas y balbuceos iniciales, fueron llegando tus primeros pasos. Horas y horas jugando, aprovechando para estimularte, enseñándote lo más que podía.

Días y noches de un intenso amor nunca antes experimentado. Un amor capaz de ir tomando otras dimensiones con el correr de los años. Sí, el cariño, el afecto y la devoción pueden evidentemente alcanzar niveles insospechados. Y todo ello, hijo, fue gracias a ti.

Un amor eterno

Y no, mi vida, resulta imposible dejarlos de amar, de quererlos, solo porque crecen. Al contrario, uno más se aferra porque es mucho el tiempo y los momentos compartidos. Entonces, abundan las anécdotas que alimentan nuestras almas.

Pues ahora de grande lograste convertirte en mi mejor compañero. Nos debemos una confianza única, y nunca habrá en el mundo mayor complicidad que la nuestra. Soy tu confidente y eso, tan sencillo, me llena de orgullo. Verte crecer feliz y pleno es, claramente, mi mejor tesoro.

Por ello, hijo mío, desde que naciste mi vida cambió. Se lleno de sentido, de ilusión, de sueños y esperanzas. Cada noche en vela, cada pequeño o gran sacrificio valió la pena. Porque tú, eres el proyecto más hermoso y trepidante de mi vida. Eres mi amor eterno. 


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.



Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.