Nacido en la ciudad de Renaix, Bélgica, en 1871, Ovide Decroly fue pedagogo, psicólogo y médico que realizó múltiples propuestas. Los centros de interés de Decroly forman parte de su propuesta pedagógica, y surgen como respuesta a la necesidad de una enseñanza que valore los intereses de los niños, y que se organice en función de ellos.
La pedagogía de Decroly
El desarrollo pedagógico didáctico de Decroly surge en el marco del movimiento de la ‘Escuela Nueva’. Esta comienza a finales del siglo XIX, y reúne una serie de principios encaminados a renovar las anteriores formas de la educación tradicional.
Al igual que algunos de los principios básicos del movimiento de la escuela nueva, la propuesta educativa de Decroly se basa en el respeto por el niño y su personalidad. Por ello, sostiene que el objetivo de la educación es preparar a los niños para vivir en libertad.
Decroly plantea la necesidad de una fundamentación científica en la intervención educativa. Con lo cual, sus aportes tienen base en disciplinas relacionadas con la infancia y con la sociedad, como la psicología o la biología. Ciencias que le ayudan a desarrollar su particular metodología basada en los ‘centros de interés significativos para la infancia’.
¿En qué consisten los centros de interés de Decroly?
Decroly sostiene que son el motor fundamental de la enseñanza, y que deben ser movilizados con el fin de satisfacer las necesidades propias de la etapa infantil. Es decir, hay que conocer cuáles son las necesidades de los niños y saber cuáles son sus intereses, para atraer su atención, y ganas de saber y aprender.
Para Decroly, cuatro son las necesidades naturales fundamentales, y es sobre las que se deben agrupar los centros de interés. Habla de las necesidades de:
- Alimentarse.
- Luchar contra el frío y las intemperies.
- Defenderse de los peligros y enemigos.
- Actuar y trabajar solidariamente, recrearse y mejorar.
Si bien el autor plantea estas cuatro como las principales, menciona también la necesidad de la luz, el reposo, y la de la ayuda mutua.
Ahora bien, los centros de interés consisten en el motivo por medio del cual se pone en juego lo que Decroly denomina ‘acción globalizadora’ o ‘principio de globalización’. Este se constituye en un procedimiento didáctico que aplica también a la enseñanza de la lectoescritura.
Además, según este estudio de la revista Temas para la Educación, el desarrollo del niño se basa en sus percepciones, ya que estas lo llevan a investigar y descubrir las partes de su ambiente, llegando a ciertos análisis. En este sentido, Decroly afirmaba que el aprendizaje de los niños es sintético y no analítico, es decir, que observan el mundo como un todo y no dividido en partes.
En consecuencia, el principio de globalización se basa en la consideración de que el niño percibe la realidad que lo rodea como una totalidad. Con lo cual, debemos, entonces, conocer qué es lo que les llama la atención de ella y qué es lo que estimula su conocimiento. Además de atender a sus saberes previos.
Por lo tanto, para que la acción globalizadora entre en acción es preciso que exista un interés, y este interés no surge si no existe una necesidad. De esta forma, los estímulos del medio adquieren importancia para los niños, y se logran aprendizajes significativos que contribuyen a su desarrollo físico, psicológico y social.
Organización de los centros de interés: el tríptico decrolyano
En primer lugar, Decroly sugiere que, para que los centros de interés funcionen correctamente, las clases deben ser relativamente homogéneas. Es decir, que los niños que las componen tengan ritmos parecidos de aprendizaje, las mismas edades y nivel de desarrollo. Y, en segundo lugar, que estas no excedan los 30 niños.
Además, los centros de interés deben seguir distintas fases o estar organizados en función de tres tipos de ejercicios que responden al nombre de ‘tríptico decrolyano’, y que son los siguientes:
- Observación. Esta es fundamental para despertar los sentidos y poner a los niños en contacto con los objetos, los seres o los sucesos. Se trata del punto de partida de las actividades intelectuales a partir del conocimiento del medio que los rodea.
- Asociación. Se trata de un proceso de asociación y de coordinación de las ideas. Se deben poner en interrelación dimensiones espaciales y temporales, como relaciones causa y efecto. Y, además, realizar comparaciones, clasificaciones y establecer semejanzas y diferencias.
- Expresión. Para poder comunicar lo aprendido, los conocimientos. Se hace referencia a dos tipos de expresiones, la concreta y la abstracta. La primera se trata de trabajos manuales y dibujos, incluso música. Y la segunda se trata de la traducción del pensamiento mediante símbolos y códigos (letras, números, signos, etc).
La importancia de los centros de interés de Decroly en la educación actual
Que el aprendizaje se organicen en función de los intereses de los niños y estos sean producto de sus necesidades es fundamental. Y no solo eso, sino que, además, sean considerados los conocimientos previos que los niños tienen, es un gran aporte que Decroly ha realizado a la educación actual.
Los centros de interés concentran la enseñanza en torno a temas que son atractivos para los alumnos y que cubren sus necesidades básicas. Necesidades como el descanso y la diversión, o relacionadas con su entorno, como la familia o el medio ambiente. Y se constituyen en unidades de trabajo que articulan todos los aprendizajes que debe realizar el niño en torno a un núcleo operativo, y de una forma global. Sin la necesidad de fragmentar, así, los contenidos en asignaturas o materias.
Además, poner en primer plano el carácter, la individualidad, la personalidad de los niños y el conocimiento y contacto con su medio es algo primordial para que la enseñanza pueda ser efectiva.
Bibliografía
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- Dubreucq-Choprix, F., & Fortuny, M. (1988). La escuela Decroly de Bruselas. Cuadernos de Pedagogía, 163, 13-18. Recuperado de https://www.ugr.es/~fjjrios/pce/media/7-LaEscuelaDECROLY.pdf
- Gervilla Castillo, A. (2006): Didáctica básica de la educación infantil: conocer y comprender a los más pequeños. Editorial Narcea. Madrid.