El cuerpo humano, en todas su formas, todavía es un tabú de la sociedad. En algunos casos, hasta cuesta ponerle un nombre a ciertas partes, como los genitales. En otras, se elogia a quienes muestran una figura esbelta (sin importar el contexto de esa delgadez) y se critica el sobrepeso de determinadas personas.
Sobre el cuerpo se libran numerosas batallas y una de ellas tiene que ver con una clásica pregunta que acompaña a la crianza de los niños: ¿qué sucede si tu hijo te ve desnuda? Para responderla adecuadamente, hemos elaborado el siguiente artículo con cuidado, respetando los matices que evitar caer en una lógica simplista y, probablemente, errónea. ¿Nos acompañas?
Algunas claves para reflexionar sobre los cuerpos
En primer lugar, es importante tener en cuenta que los niños no tienen prejuicios o ideas formadas sobre el cuerpo. Lo que aprenden sobre él es lo que reciben de su entorno. Por eso, también es un ejercicio importante hacerse las siguientes preguntas a uno mismo: ¿qué pienso yo sobre mi cuerpo y el de los demás? ¿Tengo algún ideal al respecto? ¿Qué ideas deseo transmitirle a mi hijo?
Por otro lado, si bien podemos mencionarlo en singular (“el cuerpo”), en realidad, es preciso reconocer que existen diversidades corporales. Todos coinciden en una morfología general, pero son distintos e incluso, funcionan de forma particular. Tan solo con aceptar esta premisa, estaremos en condiciones de respetar a todos los cuerpos por igual.
A su vez, hay que tener en cuenta que las necesidades y las formas de interpretar o manejarse en el mundo cambian con la edad.
A partir de los 2 años, los niños sienten curiosidad por las diferencias del cuerpo y empiezan a preguntar por ellas. Esta es una oportunidad de oro para hablar sobre el tema con ellos, indagar qué saben o qué escucharon y aportarles la información correcta y adecuada para su edad.
Sin embargo, a partir de los 6 años suele aparecer el pudor infantil, el deseo por la intimidad y un cierto “rechazo” a ser visto durante el baño o el vestido. Incluso, muchos niños de esta edad no desean compartir el baño con sus hermanos menores. Es importante tomar esto como parte de la autonomía y respetar su voluntad. De lo contrario, el mensaje subliminal podría ser bastante complejo.
¿Qué sucede con que tu hijo te vea desnuda?
Ahora sí, con las claves anteriores, más o menos podemos anticiparnos a una idea de respuesta, pues no hay una única posible.
La connotación acerca de si es bueno o malo que tu hijo te vea desnuda se la damos los adultos. Es bueno, si somos capaces de abordarlo correctamente, si podemos hacer frente a nuestros propios prejuicios y si podemos darle un sentido a esta situación.
Si tu hijo te ve desnuda y lo vives con calma, él también lo percibirá así. Sentirá seguridad y confianza y no verá nada más que un cuerpo en vivo y en directo.
Lo que sucede es que muchas veces igualamos desnudez con sexualización y por eso, cuando los chicos nos sorprenden desnudos en la habitación nos alarmamos de inmediato. Cuando esto sucede, creamos ideas equivocadas acerca del cuerpo: como que algo que hay que ocultar, que tapar o de lo cual avergonzarnos.
Si papá siempre está desnudo en casa, pero no es posible preguntarle por qué él no tiene pechos y mamá sí o bien, mamá está desnuda pero nos reprende si la miramos por curiosidad sobre su cuerpo, el mensaje será diferente. Planteadas de esta manera, ambas situaciones de desnudez en el hogar no son positivas, porque brindan un mensaje contradictorio que los niños no pueden descifrar: “me muestro, pero no te explico”, “preguntas, pero me enojo”. Dicho en términos grotescos, le enseñas que “de eso no se habla”.
Finalmente, si tu pregunta surge a raíz del temor a un trauma futuro si tu hijo te ve desnuda, la respuesta es que no. No será la desnudez en sí misma lo que le “cree” un trauma, sino la respuesta que seas capaz de darle, la idea que transmitas a partir de esa situación y las emociones que se disparen al respecto.
Descubre qué piensas tú de que tu hijo te vea desnuda
La desnudez también tiene que ver con uno mismo, es decir, con el hecho de mostrar con naturalidad (o no) el cuerpo. Existen muchas formas de enseñar acerca de la anatomía, por lo que no es necesario “forzarnos” a hacer algo con lo que no nos sentimos a gusto.
En esta misma dirección, es necesario explicarles a los niños que todos tenemos el derecho de decidir sobre nuestro cuerpo, que nadie puede tomar decisiones sobre él si nosotros no estamos de acuerdo.
Otro punto a considerar en esta enseñanza es que el límite siempre es el otro. Quizás no tengamos inconvenientes en andar en ropa interior en la vivienda, pero si a nuestro hijo le molesta, entonces tendremos que establecer acuerdos y respetar la intimidad de todos. Por ejemplo, respetar la privacidad del baño si la puerta está cerrada y hay alguien dentro.
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El abordaje del cuerpo debe pensarse con naturalidad, como algo que debemos cuidar y respetar, ya sea el propio o el ajeno, pues nos permite sentirnos bien y lograr nuestros objetivos.
Cada familia debe encontrar una forma de hablar acerca de la sexualidad según su propio estilo y siempre reconociéndose entre sus miembros. Lo importante es respetar el derecho de los niños a conocer y cumplir con la obligación moral de brindarles la información adecuada, de manera respetuosa y desde una mirada integral. Y siempre mantener una perspectiva de diversidad.
Pensar la educación sexual de manera integral
Dicho todo esto, si pensamos nuevamente en qué es lo que alimenta el tabú social sobre el cuerpo, podemos decir que es esa idea acotada e incorrecta, que iguala a la sexualidad con el sexo. Por ello, la desnudez es vista como algo indigno o humillante o incluso, como un riesgo para la infancia.
Es importante remarcar que la sexualidad tiene una connotación más amplia que el sexo, pues implica a la afectividad, a las emociones, al respeto, al cuidado del cuerpo y a su disfrute. Por ello, es necesario abordar la educación sexual de forma integral y desde la más temprana edad. Pues con ella le aportaremos a nuestros hijos las herramientas para empoderar su autoestima y mejorar las relaciones con su entorno.
Bibliografía
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