Seguramente, en algún momento, hayas escuchado la expresión de que los niños son una hoja en blanco. Que sus mentes están totalmente limpias y crean lo que son a partir de su entorno. Sin embargo, ¿sabes de dónde surge esta afirmación? ¿Realmente es cierta?
Si así fuera, los adultos tendríamos la gran oportunidad y responsabilidad de moldear a los más pequeños. Podríamos convertirlos en personas talentosas, buenas y felices. O, de hacer un mal trabajo, nuestros niños serían carentes, temerosos, egoístas y desdichados. Analicemos la evidencia existente respecto a este asunto.
La tabula rasa
La idea surge de mano del filósofo John Locke, quien afirma que el ser humano llega a la existencia sin ningún tipo de conocimiento. Al nacer, nuestras mentes son tablas rasas, hojas en blanco en las que no hay nada escrito.
Según el autor, todo el conocimiento lo adquirimos a través de la experiencia. A partir de nuestras vivencias, vamos formando conceptos y asociaciones, y dando forma a la persona que llegaremos a ser.
Locke basaba sus argumentos en las grandes diferencias que existen entre diversas culturas del mundo. Así como en el hecho de que los bebés desconocen hasta las palabras más simples y no reconocen los peligros más básicos, como el fuego. No parece haber ningún poso de conocimiento previo a la experiencia.
Los niños no son una hoja en blanco
No obstante, la teoría de la tabula rasa ha quedado desmentida, al menos parcialmente. Hoy sabemos que los niños nacen ya con ciertos instintos, rasgos y predisposiciones genéticas. Algunos de estos rasgos son:
- Los bebés son capaces de reconocer un objeto que han visto a partir del tacto. Es decir, pueden establecer una asociación entre la imagen visual y la información táctil.
- Los recién nacidos están predispuestos a reaccionar y prestar atención a los rostros de los miembros de su misma especie. Aun sin tener la experiencia necesaria para reconocer los rasgos que nos distinguen de otros animales, ellos, innatamente, detectan y se orientan hacia otros seres humanos.
- El temperamento es un elemento innato e inmodificable que acompaña al niño desde el inicio y es fácilmente reconocible en sus primeros meses de vida. El mismo se refiere al grado en que el pequeño tiende a mostrarse abierto o temeroso ante el mundo. Su tendencia a explorar o a ser cauteloso.
- La predisposición a destacar en una actividad o a mostrar un talento natural está determinada en un grado elevado por la genética. Incluso, las capacidades cognitivas están determinadas en un 50 % por los genes.
Entonces, la hipótesis de que la mente de los pequeños llega al mundo completamente limpia queda desmentida. Todos nacemos con un cierto equipamiento heredado genéticamente que nos facilita comprender las reglas del mundo y adaptarnos a él de un modo más efectivo.
El ambiente es crucial
Pero esto no significa que la personalidad y el destino de los niños esté determinado. La crianza y la acción de los padres tiene un papel verdaderamente significativo que puede marcar la diferencia. Recordemos que, finalmente, el niño será producto de una interacción entre la genética y la educación recibida en su ambiente.
Por ejemplo, nacer con un temperamento inhibido o temeroso no sentencia que el niño vaya a padecer ansiedad o dificultades sociales, es solo una predisposición.
Si los padres le proporcionan las herramientas y las oportunidades adecuadas, podrán contrarrestar o compensar dicha tendencia. Por ende, el niño crecerá con una mayor confianza y apertura que la que determinaba su condición innata.
Entonces, tratemos de ver lo que hay escrito en la hoja de nuestros pequeños no como una limitación, sino como un punto de partida. Conocer sus fortalezas, cualidades y programaciones innatas nos ayudará a actuar del mejor modo para sacarle provecho. Igualmente, sabremos en qué rasgos es más necesaria nuestra acción.
Entonces, ¿los niños son una hoja en blanco?
La crianza, el ambiente y las experiencias tempranas pueden marcar la diferencia verdaderamente. Por ello, aunque los niños no son una hoja en blanco, tu amor, tus cuidados y la educación que le proporciones son muy relevantes.
Cada segundo que inviertas en la formación de tu pequeño se verá recompensado. Le estarás ayudando a desarrollar sus capacidades del mejor modo posible y estarás construyendo su felicidad. Puede que no sea una hoja en blanco, pero hay muchos renglones que dependen de lo que tú escribas.
Bibliografía
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- Bushnell, I. W. R. (2001). Mother's face recognition in newborn infants: Learning and memory. Infant and Child Development: An International Journal of Research and Practice, 10(1‐2), 67-74.
- MARTÍNEZ, Á. I. (2002). Temperamento, carácter personalidad. Una aproximación a su concepto e interacción. Revista Complutense de Educación, 13(2), 617-643.