Empacho en bebés: síntomas y tratamiento
Los bebés son propensos a sufrir malestares frecuentes debido a la inmadurez de sus órganos. Uno de los más comunes es el empacho, que se caracteriza por molestias gastrointestinales derivadas de la mala digestión de los alimentos. Pero, ¿cómo podemos evitar que nuestro pequeño lo sufra?
Los empachos ocurren cuando el niño ingiere mucha comida y lo hace rápidamente, lo cual provoca que al estómago se le haga difícil procesarla. Por eso, es normal observarlos con frecuencia en niños comelones y ansiosos, sobre todo en los primeros años de vida. En este artículo, te diremos cómo identificar cuando el bebé sufre de empacho, qué debes hacer para tratarlo y algunos consejos para prevenirlo.
¿Qué es el empacho en bebés?
Empacho es el término popular que se utiliza para describir a la indigestión causada por comer rápido y en exceso. Esto hace que los alimentos no se digieran completamente o que lo hagan muy lento, lo que produce un estancamiento del bolo alimenticio en el tracto digestivo. En los bebés, esto ocurre por los siguientes motivos:
- Se le ofrece más comida o leche de la que el bebé puede digerir.
- Por la inmadurez de su sistema gastrointestinal para procesar ciertos alimentos.
Aunado a esto, algunos bebés tienden a comer con ansiedad, lo que hace que este problema aparezca. El reflejo de succión también es parte del problema, pues hace que el pequeño tome más leche para calmarse y para relajarse antes dormir.
Causas del empacho
Existen distintas condiciones que pueden incidir en el empacho del bebé. Entre estas podemos destacar las siguientes:
- Cuando el bebé come de manera accidental elementos no digeribles, como tierra, chicle, papel o basura.
- Cuando ingiere comidas difíciles de digerir, como legumbres, cáscaras de frutas, frutas no maduras y alimentos descompuestos o mal cocidos.
- Si come o bebe alimentos fríos, especialmente la leche.
- Por comer a deshoras. Cuando el bebé ha pasado mucho tiempo sin comer y entonces lo hace con desespero o cuando se duerme de inmediato después de alimentarse.
- Cuando el bebé come al llorar o con cuadros de irritabilidad.
Síntomas del empacho en bebés
Los síntomas de este malestar se diferencian de acuerdo con el tipo de empacho que presente el niño. Veamos sus diferencias a continuación.
Empacho seco
En este tipo de indigestión no hay diarrea, pues los alimentos se quedan retenidos en el estómago y la digestión intestinal no se produce. Este se caracteriza por lo siguiente:
- Dolor abdominal.
- Eliminación de gases, sin diarrea.
- Abdomen inflamado.
- Eructos con mal olor.
- Lengua blanca.
- Puede haber quebranto y fiebre baja o febrícula.
- Problemas para defecar y estreñimiento.
- Irritabilidad.
- Malestar general.
Empacho húmedo
Este tipo de empacho es el más común. En este caso, el bebé presenta tanto gastritis (inflamación de las paredes del estómago) como enteritis, que es la inflamación de los intestinos. Esto produce dolor abdominal, acompañado de vómitos y diarreas constantes. De no ser tratado a tiempo, pueden desencadenar cuadros de deshidratación. Entre los síntomas del empacho húmedo podemos destacar los siguientes:
- Dolor abdominal.
- Náuseas y vómitos.
- Diarreas.
- Gases.
- Abdomen distendido.
- Inapetencia.
- Fiebre.
- Malestar general.
- En caso de que la diarrea y el vómito sean constantes, puede haber deshidratación.
Estos signos suelen desaparecer por sí solos en las siguientes 24 horas. En caso de persistir, el bebé debe ser evaluado por el pediatra para que valore signos de deshidratación y descarte otros trastornos digestivos.
Tratamiento del empacho en bebés
Existen muchos tratamientos populares para atacar este problema digestivo. Sin embargo, cuando se trata de bebés, es de vital importancia que todo lo que se les administre sea aprobado por el pediatra. En reglas generales, el empacho no amerita medicación, pues suele cesar por sí solo cuando se expulsa lo que lo causa.
Deshidratación
En bebés recién nacidos, lo recomendable es ofrecer leche materna a libre demanda en lugar de limitar su consumo. De esta manera, el pequeño aprenderá a autorregular sus tomas, además de evitar la deshidratación.
Si el niño ya inició la alimentación complementaria y el empacho es seco, puedes ofrecerle agua de avena, que por su alto contenido en fibra favorece la digestión y el tránsito intestinal.
Gases y diarreas
En caso de que el bebé esté distendido y con gases, puedes darle un suave masaje en el abdomen, con ayuda de algún aceite o crema, en el sentido de las agujas del reloj. También, ayuda bajarle y subirle las piernas para favorecer la expulsión de gases y las evacuaciones.
En caso de que las diarreas sean constantes, se puede alterar la flora intestinal. De ser así, el pediatra puede indicarle probióticos. Lo importante es no administrar medicamentos ni plantas sin el consentimiento médico.
¿Qué debemos tomar en cuenta para evitarlo?
Como hemos visto, el empacho es una afección digestiva prevenible, pues podemos controlar algunas condiciones que lo producen. Por eso, ten en cuenta estos consejos:
- Ofrece al bebé la alimentación a las horas adecuadas y evita las comidas copiosas antes de dormir.
- Si lleva una lactancia materna exclusiva, ofrécele a libre demanda. Esto evitará que sienta mucha hambre y que coma con ansiedad.
- Si el bebé tiene una alimentación complementaria, es importante elegir alimentos de fácil digestión y solo los recomendados para su edad. Evita las comidas recalentadas, fritas y mal cocidas, así como las frutas en proceso de maduración.
- No se debe obligar al bebé a comer de más ni ofrecerle comidas cuando esté irritable y estresado.
No hay que subestimar el empacho en los bebés
Aunque las indigestiones son habituales en los bebés, no debemos desestimar su importancia. En primer lugar, se debe prevenir la deshidratación, pues los bebés pueden sufrirla en poco tiempo. Además, pueden aparecer otras consecuencias, especialmente si el pequeño ha comido elementos no digeribles como papel.
Si luego de 24 horas no cesan los síntomas, el bebé debe ser evaluado por el pediatra. El profesional podrá indicar exámenes de heces y otros análisis sanguíneos para descartar alguna infección por bacterias o parásitos.
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