Hay algo mágico, algo hipnótico cuando un bebé se queda dormido en nuestros brazos. Es como si todo estuviera bien, como si no necesitaras nada más. Tu hijo duerme descansado y feliz pegadito a ti y el mundo entonces parece perfecto, en calma. Pocas cosas resultan más relajantes que sentir su respiración y su plácido bienestar.
No queremos entrar aquí en el más que abordado tema sobre si es recomendable dormir o no con nuestro hijo. Practicar el colecho es una elección privada, un acuerdo al que llegan los papás o que decide la mamá y que cada uno, verá a su manera, con sus beneficios o sus contras.
En esta ocasión, en “Eres Mamá” queremos ir un poco más allá y ahondar en esa sensación tan grata e inexplicable que tenemos cuando vemos a nuestros hijos dormir. Parece sin duda poco más que una tontería, pero en realidad, algo tan elemental esconde todo un vínculo entre la madre y el hijo donde el descanso, es quizá una parte fundamental durante el primer año de un recién nacido.
Si nos sentimos bien viéndolos de este modo es por un instinto básico y esencial: los bebés necesitan dormir para madurar, para crecer y desarrollar diversas estructuras y favorecer el que determinadas hormonas puedan funcionar de forma adecuada. No solo nos limitamos a alimentarlos, a favorecer desde el primer momento una crianza basada en el amor y el cariño sin restricciones.
También nos preocupamos por su descanso. Tanto, que en ocasiones es casi una obsesión por la cual, también nosotras perdemos el sueño. Te proponemos reflexionar sobre ello.
Tus brazos serán siempre su lugar favorito
Puedes poner a dormir a tu bebé en la cuna tantas veces como quieras, pero en realidad, donde antes conciliará el sueño es en tus brazos.
No es un capricho, ni algo que se le vaya a pasar en unos dos o tres meses. El recién nacido necesitará tu cercanía de forma constante durante los 3 primeros años de vida, sin embargo, serán los 9 meses siguientes a su nacimiento los más intensos, cuando más demande tu piel, tu olor, tu voz, tu contacto.
La exogestación
Parece algo asombroso e incluso complejo de creer para muchos. Sin embargo, los bebés pasan por dos ciclos muy marcados en su desarrollo. El primero es el uterino o la gestación como tal, y el segundo es la exogestación. Los dos tienen un ciclo de 9 meses, y es el tiempo en el que un embrión se transformará en feto, y el periodo en que un bebé aprenderá por fin a andar para ser más autónomo.
- Son dos ciclos donde la unión con la mamá es imprescindible. Primero para poder nacer y dar forma al don de la vida, y el segundo, para desarrollar sus capacidades físico-emocionales, su sociabilidad y su descubrimiento del mundo.
- Durante la exogestación, un bebé pasa la mayor parte de los primeros meses durmiendo. La cercanía de la madre le confiere seguridad, calor y bienestar. Es así como concilia un sueño profundo, es así como se siente bien.
- A su vez, la madre también lo entiende de este modo. Por eso, pocas cosas son más agradables para ella que sentir a su hijo dormido entre sus brazos. Sabe que todo va bien, que su hijo crece de forma correcta, que se siente seguro, satisfecho y feliz.
Es necesario que aproveches al máximo esta etapa. Esos meses o esos primeros 3 años donde más necesita de ti pasan rápido. Es un período magnífico para favorecer y atender sus emociones, para darle cariño a través de las caricias, los abrazos y esa voz que susurra y que ofrece calma a la mente del niño.
4 aspectos que debes conocer sobre el sueño de los bebés
- El bebé que se despierta por la noche es un niño normal: no te preocupes si tu bebé parece que tenga el sueño invertido, que duerme solo por el día y quiere fiesta por la noche. Piensa que su cerebro es aún inmaduro, que sus ciclos de descanso aún se están regulando y que cuando se despierta solo siente una cosa: miedo y temor al verse lejos de su madre. Piensa que algo malo puede ocurrirle.
No te preocupes, a medida que pasen los meses y hasta los 3 años, estas conductas son normales. Dale tiempo.
- Entiende también que cada niño “tiene su personalidad” a la hora de dormir. Lo más importante, es que como mamá vayas conociendo sus preferencias, sus manías, los estímulos que lo relajan o que lo activan.
- Tu bebé percibe cuando estás cerca o te alejas de él. Este dato es curioso. Un bebé puede llegar a dormirse sobre ti a pesar de que la televisión esté abierta o incluso si hay luz, pero es muy común que justo cuando lo pasas de tus brazos a la cuna, se despierte. Para un bebé, eres lo único que importa. Lo único que necesita es tu cercanía.
Por último recuerda, como ya sabemos el espacio favorito de un bebé para dormir es sobre la piel de mamá o papá, pero si debe dormir en la cuna, nunca olvides la famosa regla: menos es más. Es decir, en la cuna fuera osos de peluche, fuera juguetes, almohadas y fuera mantas.
Crea un entorno seguro, cuida las rutinas y permite que se sienta siempre atendido, querido y cuidado. Dormir en brazos de mamá algunas horas es algo estupendo para él, pero la cuna también es un espacio al que debe acostumbrarse para apagar miedos, para empezar a sentirse seguro poco a poco.
Bibliografía
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