“Apapachar”: acariciar con cariño el alma de mi hijo

mamá que disfruta de apapachar el alma de su bebé mientras lo abraza

Pocas palabras resultan tan hermosas por su sonoridad y significado que “apapachar”. Es un término que vendría a traducirse como “acariciar el alma de otra persona y brindarle cariño”. Tiene su origen en el idioma náhuatl, una lengua con más de mil años de antigüedad. Hoy en día nos sigue cautivando, sobre todo por su valor terapéutico.

A pesar de que el concepto de alma ha sido apartado y criticado por gran parte de la comunidad científica, su valor cultural y espiritual sigue muy presente entre todos nosotros. Como dato curioso podemos hacer referencia a Carl Gustav Jung, uno de los pocos psicoanalistas interesados en el tema.

Puedes conocer todas las teorías. Puedes dominar todas las técnicas. Pero, nada es tan importante como llegar a tocar el alma humana

-Carl Gustav Jung-

Creamos o no en la existencia del alma, podemos quedarnos sobre todo en su representación simbólica. Ahí donde se contiene el afecto; esa esencia del ser humano que debe ser atendida y valorada para dar luz a las personas que amamos de verdad.

Por tanto, una de nuestras responsabilidades más bellas como padres y madres es favorecer esa conexión temprana. Ese amor que va más allá de la piel del bebé y que alcanza sus raíces, su esencia y por qué no, su alma.

Apapachar es mucho más que abrazarte

mama que disfruta del acto de apapachar el alma de su hijo

Hay quien dice que nada es tan bonito como un “apapacho”, es decir, dar un abrazo. Sin embargo, el término “apapachar” va mucho más allá.

Significa conferir apoyo y amor desde un plano mucho más muy íntimo. Es acariciar y validar nuestras emociones; fortalecer un vínculo; expresar afecto con la mirada y con la simple presencia para poder tomar conciencia de que no vamos a ser abandonados. Saber que la otra persona está con nosotros, que nos ama, nos valora y somos alguien relevante en su corazón.

Crecerás en mi regazo para que pueda acunar tu cuerpo, tu corazón y tu alma

Los principios de la crianza con apego validan el principio que define el término apapachar. Esta palabra antiquísima puede traducirse también como “amasar con cariño”, es decir, hacer uso de las caricias para llegar corazón de la persona y conectar con sus esencias.

Cada vez que amamantas a tu hijo, lo “apapachas”. Pocos actos tan hermoso podrían representar tan bien el arte de llegar hasta el alma de nuestro bebé para nutrirle con ese afecto que le confieres cuando le miras y le acaricias.

La crianza con apego nos dice que el tiempo de tener a nuestro bebé en brazos es muy corto. Sin embargo, el recuerdo de ese amor y esa disponibilidad perduran toda la existencia. Es, por tanto, algo en lo que vale la pena invertir. Implica brindar un cariño constante, real y seguro que revertirá sin duda en el día de mañana.

Apapachar, tejer de emociones positivas el corazón de nuestros hijos

bebé pequeño con alas que representa el arte de apapachar el alma de los niños

Pocas cosas son tan vitales para un bebé que sentirse amado y protegido. Más allá de sus horas de sueño, de mecerlo cuando llora o de atenderle, lo que a un niño le permitirá crecer en felicidad y en madurez es un amor real. Un amor que se note, que se sienta, que se palpe y se respire.

Acaricio tu alma para colmarte de emociones

Apapachar es un principio vital, algo que aplicar en el día a día para favorecer nuevas conexiones neuronales. Sirve para educar sin miedo, para dar forma a ese lenguaje afectivo que valida a las personas. También guía a los niños y construye lazos duraderos en los que podemos apoyarnos.

Si esta palabra ha trascendido hasta nosotros es por su utilidad. Tiene un valor trascendente para el ser humano, entendido como una entidad social que necesita emociones positivas para crecer, para sentirse parte de un grupo y sobrevivir.

Apapachar es también desnudar de miedos a la persona, quitarle las inseguridades y echar de su corazón las tristezas y las ansiedades. No dudemos en hacer uso de este arte con las personas que queremos, pero ante todo, con nuestros hijos. Abracemos su alma para dar al mundo personas fuertes que ven en el amor su razón de ser.

Bibliografía

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