El trabajo emocional de una mamá no solo implica la gestión de los sentimientos relacionados con la maternidad, sino también de sus emociones como esposa, como mujer trabajadora, como ama de casa, entre otras. Muchas veces, esta labor se vuelve cuesta arriba y se suele dejar en un segundo plano a al propio sentir como mujer.
Todas las madres velamos por una dinámica emocional saludable dentro del hogar, con nuestras posibilidades y limitaciones. Tenemos listas de pendientes, ganas de hacer más de lo que logramos y la necesidad de ser las mejores mamás para nuestros hijos.
Si bien cada uno de estos aspectos son importantes, no debemos dejar de escucharnos. Pues si trabajamos sobre quienes somos y lo que sentimos, vamos a poder dar lo mejor de nosotras a nuestros hijos y familia.
En qué consiste el trabajo emocional de una mamá
El trabajo emocional de una mamá incluye las pequeñas cosas que se hacen en el día a día por el bienestar de la familia. Es dejar de lado las propias emociones para no enturbiar los ánimos de los demás, Pues en su mayoría, todas las mujeres son el apoyo emocional de sus familias y este trabajo, aunque arduo, es muy valioso.
Cuando nos vamos a la cama, cientos de pensamientos, pendientes, emociones y preocupaciones llegan a nuestra mente. Sin embargo, en ese momento debemos apartarlos y dejarlos ir para permitirnos esa pausa de descanso necesaria.
Aún con tareas pendientes, con emociones de culpa y con arrepentimientos, somos las mismas mamás y mujeres maravillosas de siempre.
¿Qué pasa con nuestras emociones cuando nos convertimos en madres?
Normalmente, muchas mamás reprimimos nuestras emociones negativas y nos rehusamos a sentirlas. Ya sea porque para la sociedad son “inapropiadas” o porque nos resultan un ejemplo para nuestros hijos.
En cualquier caso, tenemos que permitirnos experimentarlas y dejarlas salir afuera. De lo contrario, acabarán saliendo en algún momento y de otra manera. Generalmente, de una inconveniente.
¿De qué forma pueden salir esas emociones reprimidas?
Las emociones encriptadas encuentran su forma de escapar y lo hacen de diversas maneras: en forma de lágrimas, de sensación de cansancio y de agotamiento constante, como dolores físicos e incluso, como enfermedades.
Por eso, saber gestionar cada una de las emociones que sentimos es fundamental para que no acaben por dañarnos.
El rol de una madre, un trabajo de sol a sol
Las madres solemos ser el pilar de nuestras casas. Somos amas de casa, maestras, enfermeras, mediadoras, psicólogas, trabajadoras, esposas, cocineras y mucho más.
A veces, nuestro rol como mujer se pierde por el camino y nos alejamos de esa esencia tan bonita que nos caracteriza. Poco a poco dejamos de cuidar de nosotras (incluso, de querernos) para volcarnos de lleno en nuestro rol de madre.
Lo importante es comprender que lo primero y más importante de nuestras vidas somos nosotras. Y esto no se llama egoísmo, sino autocomprensión y amor propio.
Necesitamos pensar en nosotras y trabajar más en favor de nuestro bienestar para poder darle lo mejor a nuestra familia. Si nos equivocamos, no pasa nada, son aprendizajes de la vida. Y lo que los demás supongan u opinen no tiene por qué quitarnos el sueño.
No hay madres perfectas, ni hogares en los que jamás se oiga un grito por una rabieta. Los momentos de rabia, de cansancio y de “no puedo más” existen. Ahora bien, no debemos permitirnos que se conviertan en nuestras formas habituales de reaccionar.
¿Qué podemos hacer con esas emociones?
Por mucha ayuda externa que busquemos para solucionar esa vorágine de emociones y pensamientos persistentes, somos nosotras las que tenemos que trabajarlos desde adentro.
Si no nos cuidamos por dentro y por fuera, nadie más lo hará. Y si postergamos esta tarea, nuestro cuerpo nos lo hará saber.
Por lo tanto, no hay recetas mágicas ni “Robotinas” que nos tiendan una mano si no nos esforzamos a diario por trabajar nuestras emociones. Este es un cambio interno, pues debemos reconocer lo que nos daña y aceptarlo sin remordimientos ni culpas.
Luego, tenemos que idear un plan para lograr el cambio de mirada. Para esto, podemos recurrir a las respiraciones profundas, practicar yoga, implementar la relajación o la meditación, hacer ejercicio, o todo aquello que nos ayude a llevar una vida más sana.
Tomarnos una hora a la semana para dedicárnoslo a nosotras mismas no es ningún pecado, porque nos lo merecemos y porque se lo debemos a nuestro cuerpo, mente y alma. No poner excusas y cumplirlo es fundamental.
Sobre el trabajo emocional de una mamá
El trabajo emocional de una mamá empieza en ella misma, en aceptar las emociones que le sobrevienen, elaborarlas y dejarlas ir.
Ten presente que todas las madres somos humanas y que no tenemos superpoderes para cumplir con todo. Pasamos por baches emocionales, vivimos y sentimos como todos los demás.
Lo más importante de nuestra vida es el tiempo y este no se puede comprar ni vender. Vivir el presente sin preocuparnos por el mañana, nos permitirá disfrutar más de lo que tenemos y de lo que hemos logrado.
“Vive el hoy, aprende de tus emociones y disfruta de la vida como mujer única y especial que eres”.
-Anónimo-
Bibliografía
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- de Schejtman, C. R., Lapidus, A., Vardy, I., Leonardelli, E., Silver, R., Umansky, E., ... & Zucchi, A. (2005). ESTUDIO DE LA EXPRESIVIDAD EMOCIONAL Y LA REGULACIÓN AFECTIVA EN DÍADAS MADRE-BEBÉ DURANTE EL PRIMER AÑO DE VIDA Y SU RELACIÓN CON LA AUTOESTIMA MATERNA. Anuario de investigaciones, 12, 327-336.
- Vilar, N. T. (2006). Reflexiones acerca del desarrollo emocional de la madre, a partir de la obra de Winnicott. Persona, (9), 203-215.