Es cierto que nuestras acciones tienen consecuencias y que el refuerzo positivo puede influir en nuestra predisposición a repetir ciertos comportamientos.
El refuerzo positivo es una herramienta importante en la psicología del comportamiento, ya que puede ayudar a establecer acciones deseables. Al asociar una conducta con una recompensa, se puede aumentar la probabilidad de que esta se repita en el futuro.
Utilizar reforzadores positivos es una manera efectiva para motivar a nuestros hijos a cambiar conductas no deseadas y fomentar hábitos saludables. Esto no solo contribuirá a su desarrollo, sino que también fortalecerá sus virtudes y les ayudará a integrarse mejor en la sociedad. ¡Es maravilloso ver cómo puede tener un impacto tan positivo en el crecimiento de los niños!
¿Qué es y cómo funciona un refuerzo positivo?
El refuerzo positivo, influenciado por el condicionamiento operante de Frederic Skinner, es una estrategia que tiene como objetivo motivar comportamientos deseados en los niños, buscando aumentar su frecuencia al reconocer las consecuencias de dichas acciones.
Skinner, conocido como el padre del conductismo, postula que el comportamiento de una persona es moldeado por las consecuencias que le siguen, ya sean positivas o negativas, influyendo en la probabilidad de que ese accionar se repita o se extinga en el futuro.
Bajo la perspectiva de este psicólogo, el comportamiento se refiere a las acciones de una persona, mientras que las consecuencias son las respuestas del ambiente.
El reforzamiento, por otro lado, es el proceso destinado a aumentar la probabilidad de que un comportamiento se repita en el futuro mediante la aplicación de consecuencias agradables. Así, podemos simplificar que Skinner defiende el hecho de que cada acción tiene una consecuencia, dependiendo del tipo de reforzador utilizado.
En este contexto, podemos hablar de dos clases de reforzadores que moldearán la conducta de los niños: positivos y negativos.
- El refuerzo positivo implica la presentación de un estímulo agradable después de un comportamiento. Por ejemplo, premiar a los niños cuando recogen sus juguetes o ayudan a limpiar la mesa después de haber comido, felicitarlos cuando han hecho bien algo, obedecido una orden o alabar su esfuerzo aunque no se haya conseguido el objetivo que queríamos.
- Por su parte, el refuerzo negativo está basado en un castigo o estímulo desagradable después de un comportamiento no deseado. En él, la consecuencia recae sobre la persona y no sobre el acto que queremos modificar. Por ejemplo, no permitir que el pequeño se levante de la mesa hasta haber terminado el plato, dar premios ante una rabieta o regañar por no hacer lo que se les pide.
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Conoce las 6 características del refuerzo positivo
Para que un reforzador positivo sea eficaz, debe abarcar estas características:
- Motivador: deben ser recompensas alineadas a los intereses de los niños. El simple hecho de felicitarlo cuando ha hecho algo bien o cuando se le agradece el que haya recogido sus juguetes o el plato de la mesa.
- Medible: se debe poder comprobar su efectividad. Esto lo observamos cuando tenemos claros los objetivos de la conducta que queremos reforzar, por ejemplo, puedes utilizar tablas de modificación de conducta con estrellitas o caritas felices.
- Agradable: que sean placenteros y novedosos. Ofrécele un dulce o galleta, o simplemente una sonrisa y expresa una emoción agradable y satisfactoria ante un acto bien hecho.
- Oportuno: siempre ser sensato y basado en lo que se pretende formar. No debemos exagerar en premios, no le compres un videojuego por recoger su habitación, con un «¡Gracias! Lo has hecho muy bien», será suficiente.
- Periódico: en este punto, como en todo el proceso de educación, debes ser paciente, perseverante y consciente de que para alcanzar un propósito es necesario tiempo.
- Inmediato: es crucial aplicarlo inmediatamente después de la conducta deseada para lograr la asociación pretendida.
Tipos de refuerzo positivo
Cualquier elemento familiar en la rutina diaria de tu hijo puede ser un estímulo positivo que te ayude a fortalecer conductas deseables. Recuerda que, dado que cada persona es diferente, algunos reforzadores pueden ser más eficaces que otros. Estos estímulos positivos pueden incluir los siguientes.
Internos
También denominados autorrefuerzos, se basan en la fuerza de voluntad y son una forma de elogiarse a uno mismo. Esto ocurre cuando experimentamos una satisfacción personal por un logro, actuando como un impulso que nos inspira a mejorar.
Como motivadores internos encontramos los naturales, que ocurren por causas inherentes, como el obtener buenas calificaciones por un esfuerzo dedicado al estudio o la satisfacción que invade a un deportista al ganar una competición. Otro ejemplo es la pérdida de peso después de seguir una dieta.
Externos
Implica la introducción de un estímulo desde el exterior por parte de otra persona que reconoce el logro, motivándolo a seguir adelante y a esforzarnos más. Pueden ser de las siguienes maneras:
- Sociales: son los más cotidianos; ocurren cuando una persona con autoridad moral reconoce favorablemente una conducta, como cuando la familia, amigos o compañeros nos felicitan por obtener un título académico.
- Tangibles: tienen un carácter materialista y se refieren a la entrega de un premio material por el esfuerzo hecho. Entre estos se incluyen ofrecer dinero, caramelos o juguetes. No obstante, este tipo de reforzadores deben utilizarse con mucha moderación, ya que pueden traer efectos adversos en su formación.
- Simbólicos: carecen de valor tangible y requieren de una dinámica continua, como cuando se coleccionan caritas felices y, al alcanzar una cantidad determinada, se obtiene una recompensa, como un dulce o una salida a jugar.
10 beneficios de utilizar los estímulos positivos en la vida diaria
Al educar por medio de refuerzos o estímulos positivos conseguimos una serie de ventajas en cuanto al modelamiento de la conducta en nuestros pequeños. Entre ellos podríamos mencionar los siguientes.
- Consolida comportamientos, debido a que los niños repetirán las conductas que les han sido premiadas y, con el tiempo, se creará un hábito.
- Estimula la capacidad de esfuerzo, ya que cada vez que se valora la conducta de un niño, naturalmente, tenderá a esforzarse más para conseguir esta aprobación, aprendiendo así lo que está bien y despierta en ellos las ganas de actuar impulsados a hacerlo sin miedo.
- Favorece la capacidad de detectar sus propias fortalezas. Como dice Marcus Buckingham en su libro Ahora, descubra sus fortalezas: «El mayor potencial de crecimiento de una persona reside en las áreas de sus mayores fortalezas y gestionarlas puede ofrecer a los niños una visión más motivadora de sí mismos en comparación con enfocarse exclusivamente en superar sus debilidades».
- Mejora la receptividad, pues los comentarios positivos les hacen poner más atención a lo que se les indica.
- Fomenta la autoestima ayudándole a mejorar la imagen que tiene de sí mismo.
- Promueve la creación de hábitos, pues al estar instaurada ya no será necesario seguir reforzando y, con el tiempo, se creará un hábito.
- Enseña la forma correcta de seguir comportándose, en lugar de centrarse en lo que no se debe hacer.
- Mejora las relaciones entre padres e hijos fortaleciendo los vínculos afectivos y promoviendo una comunicación más abierta y saludable.
- Ayuda al desarrollo de habilidades sociales aprendiendo a valorar la cooperación, la empatía y otras habilidades que los llevarán a establecer relaciones saludables.
¿Cómo utilizarlo en el día a día?
Aplicamos el refuerzo positivo en la cotidianidad con nuestros hijos de diversas maneras, creando rutinas como recoger sus juguetes, dormir solo o salir a una fiesta. También establecemos hábitos de aseo y estudio para potenciar sus fortalezas.
Sin embargo, abusar de ellos puede ser peligroso en el desarrollo de su formación, por lo que debemos usarlos con prudencia. Para lograrlo, te damos los siguientes consejos.
Identificar la conducta a reforzar
Es importante ser conscientes de cuándo lo usamos, identificando la conducta específica que deseamos reforzar. Puedes comenzar por elogiar sus habilidades o buenas acciones, sin exagerar, ya que podría terminar esperando una recompensa cada vez que actúe correctamente o haga algo bien. Nuestro objetivo es reforzar su autoestima y promover su independencia, en vez de generar una dependencia del reconocimiento externo.
Debe aportar autonomía
Esto se justifica, como se mencionó anteriormente, cuando el uso de reforzadores es excesivo y carece de fundamento en la realidad. Tal enfoque no solo establece expectativas inalcanzables, sino que también tiende a promover la prepotencia en lugar de la autoestima.
De forma adicional, contribuye a que el niño se vuelva dependiente de la validación externa, dificultando el desarrollo de motivaciones internas que son esenciales para formarse como una persona emocional y socialmente independiente y autónoma.
Debe ser oportuno y acorde
Es importante utilizarlo inmediatamente después de que se produzca el comportamiento deseado con el objetivo de crear una asociación entre la recompensa y la forma de actuar, afianzando así la relación entre comportamiento y consecuencia.
Que sea intermitente
Utilizarlo intermitentemente, es decir, no siempre, para que el niño no se acostumbre a que, cuando hace algo bueno o se comporta adecuadamente, va a obtener un premio. Esto motiva a que el comportamiento se convierta en un hábito personal y un refuerzo interno.
Empieza a decir más «sí» a tu hijo
¿Sabías que los niños oyen en promedio 400 veces la palabra «no» al día? A veces, sin siquiera notarlo, corregimos en forma negativa y utilizamos con facilidad el «no», creando así un entorno sin reforzadores positivos para cambiar ciertas conductas en nuestros hijos. Te invito a reemplazar estos «no» por «sí» o utilizar «porqués» o «paraqués» para comunicar de manera más efectiva lo que queremos que hagan. Para ello, puedes hacer lo siguiente:
- Utiliza un tono suave.
- Mantén contacto visual.
- Deja que ellos se expresen sin monopolizar la conversación.
- Mantén el contacto físico, tómalos de la mano o hazles una caricia.
- Lanza preguntas abiertas para que respondan con algo más que un sí o un no.
En lugar de comunicarnos de manera negativa, ¿por qué no probamos con enfoques más positivos? Por ejemplo:
- «No grites. ¿Qué tal si jugamos a hablar en secreto?»
- «No se pega. Vamos a tratar a nuestros amigos con cariño».
- «¿No has hecho la tarea? ¿Qué te parece si ya es hora de hacerla?»
- «No corras. Podemos intentar ir más despacio o quédate junto a mí».
- «Esto no está bien hecho. Te invito a volver a intentarlo o corregir cómo lo has hecho».
En fin, estos son solo unos cuantos ejemplos de los reforzadores positivos de los muchos que utilizamos en el día a día con nuestros hijos. Seguro que a ti se te ocurrirán más.
Educar en positivo
En conclusión, el empleo de reforzadores positivos en lugar de negativos fomenta el desarrollo de los niños en un ambiente de paz y cordialidad, lo cual contribuye a su formación como individuos íntegros y auténticos, tanto en el ámbito familiar como en la sociedad. Esto estimula una comunicación saludable con tus hijos y promueve la creación de hábitos y virtudes beneficiosos.
Educar es una tarea compleja y que requiere de paciencia. Pero, al utilizar esta estrategia, lograrás incentivar correctamente y de manera más afectiva comportamientos más adecuados para el desarrollo de tu niño.
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