El día a día desafía a los progenitores con relación a cómo educar y criar a sus hijos e hijas. ¿Qué funciona? ¿Qué conviene hacer? Hay tantas versiones sobre la crianza como experiencias posibles.
En muchos casos, se trata de lo que a cada familia le funciona o de reglas que se aplican “porque sí”, pero que no siempre se rigen por lo que ese infante necesita. Desde la paternidad proactiva, se busca educar en valores y con límites positivos, que se orienten hacia el bienestar y que prevengan problemas de conducta a futuro. Veamos de qué se trata.
Qué es la paternidad proactiva
La paternidad proactiva tiene que ver con ciertas estrategias que orientan a los progenitores para transmitirles a los niños, niñas y adolescentes valores positivos. La idea es facilitar que los menores los internalicen y sean capaces de sostenerlos por haber comprendido sus beneficios.
Los valores orientan sobre pautas de actuación. Señalan lo que es adecuado y lo que no, en función de las circunstancias.
Que la crianza sea proactiva se refiere a que no es algo improvisado, sino que surge del acuerdo y del compromiso de los adultos. Por eso, este tipo de paternidad se basa en tres pilares fundamentales, que te los describiremos a continuación.
1. Establece límites
Los límites implican la enseñanza y el aprendizaje de normas que deben cumplirse y de otras que pueden negociarse. Es decir, este margen de flexibilidad en algunas reglas es lo que les permite a los niños experimentar y explorar, sin que ello implique ponerse en peligro o ir en contra de los otros.
Asimismo, se trata de enseñar que, cuando las reglas no se cumplen, hay consecuencias naturales. Pero el propósito no es educar sobre el miedo, sino sobre la responsabilidad y el compromiso.
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En cuanto al trabajo de los padres, la clave es ser consistentes de las propias conductas (evitar el “hoy si, mañana no”) para no confundir a los pequeños y exacerbar así la frustración y el enojo.
2. Opta por normas parentales flexibles
No se refiere a establecer normas cambiantes, sino a la posibilidad de adaptarlas a las distintas realidades familiares, según los valores que se quieran compartir y los objetivos que se deseen lograr.
La paternidad proactiva no es seguir “una receta” al pie de la letra, sino guiarse con valores y normas claras y bien definidas de antemano, que sean coherentes y transversales a todas las prácticas de crianza de los adultos de la casa.
3. Se lleva a cabo con confianza y seguridad
Las enseñanzas deben ofrecerse con certeza, para que los infantes entiendan que se hacen ciertas cosas por su propio bien. Esto tiene un sentido y es aportarles herramientas para aprender a sentirse confiados y protegidos.
También requiere confiar en el propio rol y en aceptar que no siempre se tendrá claro cómo proceder, pero que eso no es sinónimo de incompetencia ni falta de idoneidad para criar un hijo. Es ser humilde y reconocer las propias conductas, las limitaciones y los aspectos a mejorar.
La paternidad proactiva también se basa en la concepción integral sobre el desarrollo del niño, tanto físico como emocional y social. Así mismo, en la comprensión de que cada infante logra sus metas a su propio ritmo.
Claves para ejercer una paternidad proactiva
Algunas de las claves para poner en práctica la parentalidad proactiva son las siguientes:
- Informarse. Es esencial leer y buscar información respecto a las diferentes etapas que atraviesan los hijos durante su crecimiento. Conocer los desafíos que enfrentan a cada momento te permitirá anticiparte y entender qué es lo que necesitan. De este modo, también podrás propiciar el mejor apoyo.
- Decidir qué tipo de crianza quieres llevar adelante. Elegir el tipo de educación que quieres brindar requiere tener en claro primero los valores que buscas transmitir. No se trata de educar “a ciegas” ni tampoco en piloto automático. Debe ser reflexiva y genuina con lo que eres. De este modo, puedes elegir trabajar sobre tu propio estilo parental, optar con qué experiencias quedarte y de cuáles distanciarte.
- Explicitar aquello que haces para que tu hijo comprenda por qué lo haces. Especialmente en el caso de los niños pequeños, cuyo aprendizaje se da mayormente por imitación. Así, podrán comprender el valor de fondo de la enseñanza. Por ejemplo: “Fue lindo encontrar la mesa limpia para desayunar, ¿cierto? Por eso, al terminar, levantamos la taza y dejamos todo ordenado. Así, tu hermano también podrá encontrar la mesa limpia y disfrutar del desayuno”.
- Los límites siempre deben establecerse desde el respeto y apenas se presenta la oportunidad. Es decir, toda vez que se requieran, sin esperar a que los hijos sean “más mayores”.
- Ocuparse del propio cuidado. Es muy difícil educar niños cuando los cuidadores están fatigados y colapsados. Desde ese lugar, es más fácil reaccionar mal y por eso, es importante que los progenitores intenten organizarse y dedicarse un tiempo al propio descanso y al ocio.
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Límites, confianza y seguridad: las claves del bienestar
Trabajar sobre estos aspectos es apostar por el bienestar y la calidad de vida de los niños y niñas. Es establecer un marco de valores al que puedan acudir a lo largo de sus vidas y desde donde logren establecer relaciones sanas y respetuosas.
Poner límites no debe confundirse con ser padres rígidos o autoritarios, sino presentes y proactivos. Brindar contención jamás será perjudicial, sino todo lo contario.
Bibliografía
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