Nuestros padres no mueren, se vuelven invisibles y duermen en nuestro corazón

¡Cuánto daríamos por volverlos a ver! Escuchar su risa, su voz, sus lecciones de vida en los momentos menos esperados.

Los papás no mueren, se instalan en nuestro corazón. Y es que aunque el tiempo pase y seamos adultos, nada se compara al amor que sentimos por ellos. Sin verlos, sin poder tocarlos, tenemos ese sentimiento profundo en nuestra alma y sabemos que será eterno.

¿Cómo no quererlos? ¿Cómo no extrañarlos? Si nos dieron la bienvenida al mundo e hicieron de nosotros las personas que somos hoy. A pesar de los errores, ya que nadie es perfecto, no hay dudas de que los papás son esa fuente de amor irremplazable aún cuando han partido.

Nuestros padres no mueren, se vuelven invisibles

¡Cuánto daríamos por volverlos a ver! Escuchar su risa, su voz, sus lecciones de vida en los momentos menos esperados. La mirada cómplice y el abrazo que recibimos en ese instante en el que dijimos que todo estaba bien cuando realmente algo nos pasaba.

La protección y el cuidado que nos entregan nuestros padres no pueden ser igualados por nadie. Pues el amor de mamá y papá resulta más fiel que lo descrito en los votos prometidos en las bodas. “En lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad”, ahí siempre están nuestros papás.

Los padres duermen en nuestro corazón

Cada palabra, cada gesto, cada consejo están guardados en nuestra memoria, incluso las imágenes de aquellas ocasiones especiales. Tras años de haber sido nuestras guías personales frente al camino de la vida, los padres dejan una huella indeleble en nuestra alma.

Todas las enseñanzas recibidas ahora forman parte de las herramientas que utilizamos a diario. Así es como nuestros padres permanecen en nuestro corazón. Justo de esa forma, nos brindan protección aunque no estén en este plano

Y sí, papá, mamá, desde que partieron sabíamos que nada iba a ser igual. En medio del dolor intenso que sentimos al despedirlos, solo queríamos regresar el tiempo, congelar los instantes más felices, instalarnos en sus brazos.

Cuando los padres parten muy temprano

Cuando papá o mamá se van a una edad temprana de nuestra vida, los procesos emocionales pueden cambiar radicalmente. No es sencillo decir “adiós” y vivir el duelo en la infancia. Y es que por más que los abuelos o los tíos traten de hacerse responsables y de tomar su lugar, ese sitio será intocable.

La ausencia física no implica que exista la sensación de vacío absoluto, ya que las enseñanzas de nuestros progenitores se quedan con nosotros y nuevos capítulos de aprendizaje se abren por delante. Además, nos quedan las fotos, algunos objetos, el jardín que tanto cuidaron y, con suerte, esas recetas secretas de sus deliciosos platillos.

¡Gracias, mamá! ¡Gracias, papá!

Gracias por enseñarme el significado de la vida desde vuestra perspectiva, por acompañarme en cada etapa de mi desarrollo y por impulsarme a ser mejor. Gracias por decirme que sí puedo hacerlo.

Ahora me quedan vuestros abrazos espirituales, los besos y ese amor incondicional que me habéis dado. Hoy más que nunca puedo decir que no moristeis, os volvisteis invisibles y os dormisteis en mi corazón.

Bibliografía

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  • Ortiz, D. (2014). Duelo por la pérdida de la figura paterna. Asociación Mexicana de Tanatología. Recuperado el 15 de octubre de 2021, de: http://www.tanatologia-amtac.com/descargas/tesinas/238%20duelo.pdf
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