Desde la posición de los padres, un niño obediente es una bendición. Esos pequeños dóciles, tranquilos y que atienden a las directrices sin rechistar son la envidia de todos los progenitores.
Sin embargo, una cierta dosis de rebeldía es necesaria y positiva, especialmente en determinados momentos de la infancia. Por eso, a quienes lidian con niños desobedientes de 3 años, les queremos ofrecer una serie de pautas que pueden ser de utilidad.
Sabemos que resulta desesperante que tu hijo suelte tu mano mientras camináis por la calle, que tengas que repetirle todo 10 veces para que haga caso o que tardes una eternidad en lograr que se vista o que se vaya a dormir. Pero no pierdas la calma, pues hay formas de corregir y de redirigir la conducta de los niños desde el respeto y el amor y así, evitar muchos de estos conflictos.
Niños desobedientes a los 3 años: un fenómeno natural y saludable
En primer lugar, es necesario comprender que los 3 años son una etapa especialmente complicada.
A esta edad los niños ya han desarrollado muchas habilidades motrices y cognitivas y quieren ponerlas en práctica. Saben andar, correr, trepar y saltar. Pueden hablar y expresar su opinión (aunque sea de manera limitada) y, sobre todo, se han descubierto a sí mismos como seres individuales y quieren reafirmarse.
Por esto, es común que a los 3 años surjan las negativas, la oposición, el desafío de los límites y una cierta necesidad de independencia. Es fundamental comprender que los infantes no actúan con malicia y que su objetivo no es incordiarnos ni hacernos perder la paciencia. Simplemente, están empezando a explorar y a comprender el mundo y será nuestra guía la que les ayude a lograrlo.
¿Cómo actuar con los niños desobedientes a los 3 años?
Numerosas investigaciones han demostrado que el estilo de crianza democrático es el más efectivo para lograr la cooperación infantil y también, para construir vínculos sólidos y sanos entre padres e hijos.
Entonces, no debemos pecar de permisivos e indulgentes, como tampoco de tiranos y autoritarios. Y para encontrar este beneficioso equilibrio, vale poner en práctica las siguientes pautas.
Normas y límites claros
Para poder obedecer, los niños tienen que saber qué se espera de ellos en cada momento.
Comienza por establecer unas normas claras y concisas y asegúrate de que tu hijo las comprenda y las recuerde. Para esto, explícale cada regla que pongas y el por qué. Y al final, pídele que te la repita.
También resulta muy útil colocar ayudas visuales, como un listado en la nevera o en un corcho que indique mediante imágenes las normas a seguir. Por ejemplo, conversar con la familia mientras se está sentado a la mesa.
Las rutinas también son excelentes aliadas, pues les aportan seguridad a los niños y les ayudan a recordar qué hacer en cada momento. Por ejemplo, permiten anticipar el lavado de manos antes de comer o el cepillado de los dientes antes de dormir.
Una vez automatizados estos comportamientos, será menos probable que tengas que recordárselos a diario.
Coherencia y trabajo en equipo
La clave para que los pequeños obedezcan es que encuentren coherencia y consistencia en su entorno. Es decir, que haya unas consecuencias claras a cada conducta, que se produzcan siempre y que se lleven a cabo por todos los adultos de referencia.
Si hemos decidido que a las ocho se apaga la televisión, no podemos ceder la mitad de los días y dejarle hasta y media. Tampoco es positivo que mamá ponga una norma y cuando están con papá puedan saltársela. Todos los cuidadores habituales (incluyendo abuelos y niñeras) han de aplicar los mismos principios.
Educación en positivo
Muchos padres de niños desobedientes de 3 años se pasan el día con el “no” en la boca. “No corras”, “no apoyes los codos en la mesa”, “no lo dejes todo tirado”. Al final, los niños se habitúan a este tipo de expresiones y dejan de tomarlas en serio.
Por esto, es preferible reservar el “no” para situaciones importantes y el resto de las veces, procurar redirigir la conducta e indicar lo que sí se debe hacer. Por ejemplo: “camina a mi lado” o “recoge los juguetes cuando termines de jugar”.
También podemos ofrecer alternativas al comportamiento que queremos que el niño deje de realizar. Así, si queremos que deje de encender y apagar el interruptor de la luz, en lugar de centrarnos en esa mala conducta, podemos redirigirle hacia otra actividad que le agrade. Por ejemplo, proponerle pintar un dibujo.
Contamos con la ventaja de que, para los pequeños, la atención y el afecto de los padres son grandes reforzadores. Por eso, en general, responden bien cuando mostramos agrado por sus conductas positivas.
Empatía y respeto
Por último, recordemos que el objetivo principal no es lograr la obediencia, sino ofrecerles a nuestros hijos una crianza de calidad.
Entonces, si tu pequeño tiene una rabieta porque quiere comer unas golosinas, no tienes por qué ceder. Pero sí es importante que valides sus emociones y que lo ayudes a gestionarlas. Tómate un momento para ponerte a su altura, explícale que sabes que está enfadado y que eso es normal, pero que ya casi es la hora de cenar.
Posiblemente, su enfado no se irá y parte de tu tarea es tolerar la incomodidad que pueda generarte, ya que se trata de una expresión emocional natural. Sin embargo, saberse escuchado, comprendido y atendido hará que la disposición de tu hijo sea mucho mejor la próxima vez y estas rabietas se reduzcan paulatinamente.
Los niños desobedientes a los tres años están desarrollando su autoestima
Ten presente que es positivo que tu hijo no sea totalmente sumiso y dócil, que se cuestione las normas y los porqués, que quiera expresarse y hacer valer su opinión. Esto es un signo de una autoestima saludable.
Así, ármate de paciencia y afecto para guiarle en esta etapa y, si sientes que la situación te desborda, no dudes en consultar con un profesional que pueda orientarte y acompañarte.
Bibliografía
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- Díaz, P., & Bonet, C. (2005). Las rabietas en la infancia: qué son y cómo aconsejar a los padres. Revista Pediatría de Atención Primaria, 7(25).
- Duarte-Rico, L., García-Ramírez, N., Rodríguez-Cruz, E. & Bermúdez-Jaimes. M. (2016). Las prácticas de crianza y su relación con el Vínculo Afectivo. Revista Iberoamericana de Psicología: Ciencia y Tecnología, 9 (2), 113- 124