Educar sin decir “no”

Los niños necesitan límites para aprender a tolerar la frustración. Pero existen maneras de imponerlos que no pasan, necesariamente, por decirles "no".

Madre tratando de hablar con su hija enfadada y de educar sin decir "no".

Probablemente, cuando escuches por primera vez la propuesta de educar sin decir “no” pienses que es algo descabellado y sin sentido. Los niños necesitan disciplina y, si no la tienen, pueden convertirse en tiranos. Sin embargo, sacar el “no” de nuestro vocabulario no implica ser permisivos ni eliminar los límites. Significa darle un enfoque diferente a la crianza.

Frenar los impulsos inadecuados de nuestros hijos y negar sus peticiones inapropiadas es algo que la mayoría hacemos por inercia. En ciertas ocasiones, un “no” rotundo es necesario, pero existen muchas otras (la mayoría) en las que podemos reconducir su conducta sin necesidad de redundar en esa palabra.

¿Por qué es importante educar sin decir “no”?

La palabra pierde significado

Por inercia, tendemos a decirles “no” a los pequeños ante numerosas situaciones de la vida diaria. Con un “no” transmitimos un mensaje claro y directo y esperamos obtener una reacción inmediata. Sin embargo, cuando sobreutilizamos esta palabra, termina por perder significado. Los niños se habitúan a escucharla y dejan de responder ante ella. Madre hablando con su hijo y tratando de educar sin decir "no".

Ya no supone un estímulo novedoso para ellos. En ocasiones, es, incluso, una de las palabras que más escuchan a lo largo del día. De tal forma, comienzan a pasarla por alto. Es recomendable reservar esta expresión para situaciones puntuales y urgentes en las que verdaderamente necesitemos un cambio de conducta inmediato.

Si el pequeño va a actuar de una forma peligrosa o dañina, es necesario detenerle y, en este caso, un “no” firme y consistente es lo que estamos buscando. En cambio, otro tipo de escenarios, no requieren tanta celeridad y nos dan lugar a emplear otro tipo de técnicas educativas. 

Enseñar antes que reprimir

Otra cosa esencial que debemos tener en cuenta es que el objetivo de la educación en enseñar a los niños a ser autónomos. Se trata de transmitirles los valores, conocimientos y herramientas necesarios para que puedan desenvolverse por sí mismos. Por tanto, una parte fundamental de la educación consiste en explicarles el mundo.
Un simple y sencillo “no” no aporta al niño mucha información acerca de lo que está ocurriendo. No le indica por qué está mal su comportamiento, cuáles son las consecuencias ni qué es lo que se espera de él.

Si ponemos en marcha otro tipo de estrategias educativas, podremos compartir con el niño conocimientos que le serán de mucha más utilidad. ¿Por qué no deseamos que actúe así? ¿Cuáles son las consecuencias negativas de dicha conducta? ¿De qué otra forma debería comportarse en situaciones similares?

De esta manera, se establece un vínculo más sólido y saludable entre niño y adulto. Se genera confianza entre ambos, puesto que transmitimos al niño que estamos a su lado para orientarlo, no solo para reprimir sus impulsos. Sintiéndose respetado, es más fácil que el niño coopere y muestre menos resistencia y comportamientos disruptivos.

¿Cómo educar sin decir “no”?

  1. Identificar qué conductas requieren un “no” firme y rotundo y cuáles permiten utilizar otro tipo de estrategias
  2. Compartir de antemano con el niño las normas que vamos a aplicar. Por ejemplo, si una de nuestras normas es que solo puede utilizar videojuegos durante una hora, es preferible explicárselo antes de comenzar a jugar.Madre hablando con su hija enfadada.
  3. Exponer las consecuencias naturales de cada conducta. Si el niño pega a su hermano, tratemos de explicarle que con ese comportamiento le hace daño y le pone triste. Y que, si le pega, su hermanito no querrá jugar más con él.
  4. Posponer la acción. A veces, los niños nos piden algo que es factible pero no es el momento adecuado. En lugar de decir “no”, podemos proponerle dejarlo para más adelante. Si, por ejemplo, quiere ver una película pero ya se acerca la hora de dormir, podemos sugerirle verla mañana cuando vuelva del colegio.
  5. Redirigir la conducta. Muchas veces, en lugar de negarnos en redondo a algo, podemos proponerle al niño una alternativa apetecible. Si no queremos que vea la televisión, podemos sugerirle jugar juntos a algún juego de mesa.

Recuerda, tratar de limitar el uso del “no” en ningún caso implica ser permisivo ni indulgente. Se trata únicamente de educar de una forma más consciente y deliberada, compartiendo con el niño las razones para negarnos y ofreciéndole otras salidas. Igualmente, hay ocasiones puntuales en las que resulta necesario decir “no”.

Bibliografía

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  • Nerín, N. F., Nieto, M. Á. P., & de Dios Pérez, M. J. (2014). Relación entre los estilos de crianza parental y el desarrollo de ansiedad y conductas disruptivas en niños de 3 a 6 años. Revista de Psicología Clínica con niños y adolescentes1(2), 149-156.
  • Hoyos, M. (2018, 23 mayo). Videojuegos e inteligencia: ¿cuál es su relación? Recuperado 22 octubre, 2019, de https://lamenteesmaravillosa.com/videojuegos-e-inteligencia-cual-es-su-relacion/
 
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