Algunas personas suelen decir que, cuando veas a un niño tranquilo, preocúpate. La actividad en los niños no solo es natural, sino también sana. Sin embargo, hoy en día se ha corrido como la pólvora una tendencia a etiquetar a los niños con un trastorno en cuanto se mueven un poco más de lo “normal”. De ahí que muchos padres se pregunten: “¿Mi hijo es muy inquieto?”.
No todo niño inquieto es hiperactivo
Si te has preguntado si tu hijo es demasiado inquieto, antes que nada conviene diferenciar entre lo que es un niño hiperactivo y uno simplemente activo, movido e incluso travieso.
Afortunadamente, hoy contamos con mucha información muy detallada y precisa acerca del trastorno de déficit de atención por hiperactividad (TDAH).
No obstante, con el aumento del diagnóstico que ha habido en los últimos años, la Organización Mundial de la Salud se ha tomado muy en serio la tarea de apuntar algunos comportamientos sobre los cuales se puede empezar a analizar si un niño podría padecer este trastorno:
- Dificultad para prestar atención a tareas que no tienen una recompensa inmediata o que no aportan un alto nivel de estimulación.
- Poca atención para atender a los detalles y para mantener un esfuerzo mental sostenido.
- Se distraen con facilidad y no prestan atención cuando se les habla directamente.
- Son olvidadizos y suelen perder las cosas.
- Se les dificulta la planificación.
“La desatención puede no ser evidente cuando el individuo está enganchado en tareas que proveen estimulación intensa y frecuentes recompensas”
—OMS—
- Tienen demasiada actividad motriz y muestran dificultad para permanecer quietos.
- Son impulsivos, no piensan en las consecuencias de sus actos u opiniones.
- Muestran dificultad para esperar su turno en conversaciones, juegos o en otras actividades.
Mi hijo es muy inquieto y no sé qué hacer
Los niños tienen mucha energía y eso está bien. En ocasiones, lo que sucede es que no sabemos cómo canalizarla de forma adecuada. Lo único que necesitan son medios para desahogarse, comprensión y una buena marcación de límites.
Sin embargo, es cierto que hay niños que tienen un exceso de energía sin que esto llegue a ser hiperactividad. En estos casos, hay ciertas consideraciones a tomar en cuenta.
Mucha comunicación
Si tu hijo es muy inquieto, necesita saber más que cualquier niño lo que va a suceder. A todos los niños en general les causa cierta ansiedad no saber qué va a pasar; de ahí que sean tan beneficiosas para ellos las rutinas.
Un niño activo requiere que le vayas comunicando su día a día, que seas muy estricto con sus hábitos y que le repitas de forma amorosa todos los pasos a seguir.
Límites muy claros
Cuando un niño no tiene los límites claros, se siente perdido, sin contención. Eso le causa mucho nerviosismo e inseguridad. Las reglas deben ser firmes, pero comprensivas. No puedes cambiarlas constantemente o titubear a la hora de pedirle que las cumpla.
Tú eres su mayor apoyo
Necesitan tenerte cerca, poder confiar en ti y caminar hacia su autonomía al tiempo que comprueban que eso no va a suponer una pérdida de tu cariño. Es normal que a veces no te apetezca quedarte con ellos mientras se duermen, o que no encuentres el tiempo para acurrucarlos en tus brazos para calmarlos antes de perder tú también la calma, pero es muy necesario.
Un entorno a su medida
A los infantes les encanta sentirse útiles, que esa energía sirva para colaborar en las tareas domésticas en función de su edad. Adapta la cocina con un escalón para que puedan ayudarte a batir los huevos o a preparar su merienda. Asimismo, deja a su alcance sus juguetes y sus libros para que desarrollen su independencia.
Anticípate
Nadie mejor que tú conoce a tu hijo, así que estate atento a sus señales de alarma. Si sabes que con el azúcar se estimula demasiado, evita darle golosinas.
Por otro lado, si estás al tanto de que después de una fiesta está muy nervioso, llévatelo un poco antes de que se revolucione y, al llegar a casa, dale un baño con agua caliente y un masaje para apaciguar su ánimo.
Las actividades que necesita
Tu hijo tiene que poder descargar ese extra que lleva dentro. Por lo tanto, llévalo al parque, déjalo correr, que trepe, que salte y que disfrute al aire libre todos los días posibles. En este sentido, un deporte puede ayudarlo muchísimo a canalizar mejor esa energía.
Más allá de esto, a los niños inquietos también les sienta muy bien sentarse unos minutos a hacer actividades que reclamen su atención y desarrollen su motricidad fina. Ejemplos de ello son los rompecabezas, la plastilina, los juegos de construcción, la pintura de dedos, etc.
Finalmente, es aconsejable que practiques algunas técnicas de relajación con ellos. Los niños suelen participar de buen agrado si les explicas bien de qué se trata; cuando empiecen a notar lo bien que se sienten al hacerlo, te lo pedirán ellos solos.
Bibliografía
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