La culpa, la humillación ni el abuso educan a los niños
La manera en la que criamos y tratamos a nuestros hijos influye directamente en las personas en las que se convertirán. Por lo que, si quieres educar a futuros adultos independientes, emocionalmente estables y alejados de cualquier trauma familiar, es hora de que empieces a reflexionar. La culpa, la humillación y el abuso deben estar prohibidos en tu hogar.
En la actualidad, se conocen mucho los beneficios de la crianza positiva: en donde el amor y la confianza se mezcla con la disciplina paternal. Pero también sigue existiendo aquella disciplina autoritaria y violenta que se empleaba en la antigüedad. Aquella en donde no se piensa en los sentimientos y en los daños emocionales de los niños.
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La culpa es enemiga de la autoestima
El sentimiento de culpa puede llegar a ser de gran ayuda como medio para que los niños reflexionen sobre sus malas acciones y procuren no repetirlas en el futuro. Sin embargo, cuando se utiliza mucho con los niños puede hacer que se vuelvan muy retraídos, perdiendo su autonomía y generando resentimientos.
Para despertar empatía en los hijos no es necesario hacerlos sentir mal consigo mismos por alguna falla menor que hayan cometido, sino hablar sinceramente y explicarles por qué está mal lo que hicieron y deben pensar en los demás.
Las palabras hirientes de las mamás y papás se quedan clavadas como heridas emocionales que duran para siempre. Por lo que si tu hijo recibe siempre malos comentarios cuando hace algo indebido, en vez de ayudarlo a reflexionar al respecto, es momento que reflexiones en la forma en la que estás afectando su autoestima y autopercepción.
La humillación deja heridas emocionales
Hace algunos años estaban muy normalizadas entre los papás algunas maneras de humillación que se empleaban como castigos populares. Acciones como hacer comentarios sobre el físico o capacidades intelectuales de los niños, insultarlos o tratarlos mal públicamente o juzgar los gustos de los hijos estaban permitidas sin saber los profundos daños que causaban.
Las humillaciones, y más aún aquellas que vienen de figuras tan importantes como los papás, solo dejan traumas y heridas difíciles de sanar. Pues los niños creen que todas aquellas palabras hirientes que se dicen sin reflexionar son una realidad, cosa que está muy lejos de la realidad.
Un padre que humilla a su hijo no está apoyando su bienestar, sino en doblegar la percepción que tiene el pequeño de sí mismo para mantener el control.
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El abuso nunca debería pisar tu hogar
Ya sea físico o emocional, el abuso por parte de los padres afecta gravemente la salud mental de los niños y la forma en la que se comportan en su día a día. El abuso físico es un delito, más aún tratándose de menores de edad que aún están aprendiendo a comportarse, por lo que nunca lo emplees con tus hijos como una manera de educarlos o reprenderlos.
Por su parte, el abuso verbal y emocional también suele tener consecuencias nefastas en la autopercepción que tienen los pequeños sobre sí mismos. Todos los hijos deberían crecer rodeados del amor incondicional y apoyo emocional/material de sus padres.
Has que una de las banderas de tu hogar sea la comunicación asertiva, con el fin de que nunca se te pase por la mente ponerle una mano encima a tus hijos. Si no hablar desde la calma y la autoridad paternal para reflexionar sobre lo sucedido y aprender de los errores.
Nunca acudas a la culpa, la humillación ni el abuso
Educar a los hijos puede llevar a inevitables situaciones de estrés en donde se ponen a prueba la paciencia de los padres. Sin embargo, recurrir a la crianza positiva y evitar al máximo la culpa, la humillación y el abuso es la clave para pensar en el bienestar de los niños.
Por último, recuerda que muchos pequeños se comportan mal porque aún no se les han brindado las herramientas emocionales para que reflexionen sobre sus acciones. Por lo que intenta conversar desde el cariño y la disciplina para que mejoren como personas y aprendan a resolver sus problemas con el diálogo.
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