Crianza positiva en casa, ¿cómo llevarla a cabo?

Crianza positiva en casa, ¿cómo llevarla a cabo?
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Última actualización: 26 marzo, 2024

La crianza positiva también es conocida como disciplina positiva, aunque la crianza empieza desde que los niños nacen y se convierte en disciplina a medida que empiezan a crecer. Antes de nada es necesario remarcar que la disciplina no tiene nada que ver con el castigo ya que este es algo desagradable que los niños no merecen pasar para que aprendan que algo no está bien.

La crianza positiva y el castigo no van unidos

El castigo es una imposición en una persona en respuesta a un comportamiento que el castigador considera equivocada. La disciplina solo debe usarse para enseñar o guiar a las personas y en ningún momento para castigarles o infundir miedo. La crianza positiva (o disciplina positiva) es una orientación a los niños siempre en positivo, hay algunas personas que lo llaman “orientación suave” para poder diferenciarla de la orientación más tradicional (que es a la que está acostumbrada nuestra sociedad).

En este artículo encontrarás algunos consejos de crianza positiva que serán muy prácticos para que puedas realizar en casa desde hoy mismo. Usar la disciplina positiva en casa es la mejor forma de que tus hijos aprendan y que vuestro vínculo se mantenga fuerte… algo que no ocurre mediante el castigo o las imposiciones dictatoriales.

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Si los niños no se sienten bien consigo mismos será imposible que puedan comportarse adecuadamente, porque sus emociones negativas no se lo permitirán. Si quieres ayudar a tu hijo a sentirse mejor y a tener una inteligencia emocional equilibrada, entonces deberás aplicar la crianza positiva desde el primer momento.

Trabaja por tener un buen vínculo emocional con tu hijo

Para poder establecer una buena crianza positiva en casa, por lo primero que debes preocuparte es por conseguir un buen vínculo emocional con tu hijo. Para ello deberás olvidarte de las amenazas y de los castigos, y además deberás potenciar las buenas conductas con una comunicación abierta y una actitud flexible (pero no permisiva) ante las diferentes circunstancias que puedan ocurrir cada día. Recuerda que si tu hijo siente que tiene un buen vínculo contigo se sentirá más conectada y de forma natural querrá complacerte para que ambos os sintáis bien en todo momento.

La disciplina que empleas, ¿fortalece o debilita la relación con tu hijo?

Cada vez que actúes de un modo u otro, deberás plantearte la pregunta de si esa acción que estás empleando (la respuesta a su conducta) está fortaleciendo o debilitando la relación con tu hijo. Es necesario que olvides los castigos porque son destructivos para vuestra relación y vínculo, y a la larga solo generan que el comportamiento sea peor. Deberás establecer límites que refuercen las expectativas, pero siempre de una forma donde la empatía ayude al niño a concentrarse en su comportamiento y a no estar enfadado contigo (o con cualquier otra persona).

Pon límites siempre que sea necesario, pero con empatía

Todos los niños necesitan tener límites en su vidas para saber qué es lo que se espera de ellos en cualquier momento, y los niños que están criados bajo una disciplina positiva, también. Con los límites los niños se sentirán más seguros y podrán establecer un vínculo más positivo con sus padres o cuidadores. Pero aunque pongas límites claros, también deberás reconocer la perspectiva que pueda haber en cada momento, porque los niños para aceptar esos límites deberán sentirse comprendidos y entendidos por tu parte.

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Por ejemplo, puedes decirle a tu hijo algo como: “Estás muy enfadado pero no debes morder. Vamos a utilizar las palabras para decirle a tu hermano cómo te sientes” o quizá algo como: “Ya sé que quieres jugar más tiempo, pero ahora debes dormir, sé que te pone triste pero mañana podrás jugar más”.

Añade la palabra “sí” a tu vocabulario más a menudo

Una vez dicho todo esto, es necesario que sepas que los niños pueden hacer casi cualquier cosa si lo que le pides lo haces con amor y no con imposiciones. Es mejor decir “sí” que decir “no”, aunque estés estableciendo límites. Por ejemplo: “Sí, es el momento de limpiar, así que yo te ayudaré y así sí podrás jugar con la moto en la terraza”.  De este modo los niños se sentirán más motivados a hacer las cosas que si les dices algo como: “Si no limpias tu habitación conmigo no podrás jugar con la moto en la terraza”, ¿notas la diferencia?


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