La autoexigencia en la maternidad

El rol de madre está cargado de una presión social y unas expectativas poco realistas que nos hacen sentir insuficientes. Recuerda que no necesitas ser una madre perfecta, sino una madre feliz.
La autoexigencia en la maternidad
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 03 febrero, 2022

Para muchas mujeres, convertirse en madres es una de las experiencias vitales más anheladas. Por ello, muchas veces, se generan expectativas poco realistas que pueden empañar esta gratificante vivencia. La autoexigencia en la maternidad es más común y más relevante de lo que parece.

La presión social

Cada día, la mujer ocupa más espacios y desempeña más roles diferentes. Ser trabajadora, esposa y madre genera una carga mental difícil de sostener. Pues, a pesar de que existen excepciones y de que vamos avanzando en la dirección correcta, aún es la mujer la que lleva el grueso de las tareas domésticas.

Mientras trabaja, debe recordar qué alimentos hacen falta en casa, cuándo es la cita del médico de su hijo y cómo puede organizarse para no descuidar su vida en pareja. Porque la sociedad, y muchas veces nosotras mismas, nos exigimos hacerlo todo y hacerlo perfecto.

La autoexigencia en la maternidad es la cota más alta de esa presión social impuesta hacia las mujeres. El inmenso amor que sentimos por nuestros hijos, el deseo de ofrecerles lo mejor, nos lleva a cuestionarnos constantemente si estamos a la altura. Y la respuesta casi siempre es “no”, puesto que estamos tratando de alcanzar unos estándares irreales.

Madre con su hijo trabajando en casa por la autoexigencia en la maternidad.

Nos bombardean con el ideal de madre perfecta desde todos los frentes. Medios de comunicación, amigos, familiares, todo el mundo parece tener una opinión respecto a cómo debemos educar a nuestros hijos. Y muchas veces esas opiniones son contradictorias.

La madre se encuentra, entonces, tratando de ser amorosa y compasiva con su hijo, pero sin dejar de ponerle límites. Pasando tiempo con él, pero sin descuidar el aspecto laboral. Haciendo malabares para acatar todas las órdenes veladas de sugerencias que provienen del entorno. Y sintiéndose frustrada y fracasada por no ser capaz de llegar a todo.

La autoexigencia en la maternidad

El gran problema surge cuando esa presión social cala en nuestra mente y nos convence de esa desvirtuada imagen de la madre todoterreno. Esa mujer abnegada que lleva con entrega su casa y el cuidado de sus hijos, sin cometer errores y con una sonrisa en la cara.

Esa madre que se sirve la última y se levanta la primera para recoger. Que está siempre disponible para todos menos para sí misma. Que nunca tiene un mal día, que nunca pierde los papeles y es el sostén de toda la familia.

Cuando nos creemos esta versión, dejamos de disfrutar el viaje y comenzamos a sufrir por no alcanzar la meta. Aparecen la frustración, la culpa y el sentimiento de poca valía personal. Comenzamos a repasar una y otra vez los fallos que hemos tenido y nos sumimos, poco a poco, en la ansiedad.

Sentimos culpa si dejamos a nuestros hijos a cargo de otras personas, nos sentimos fracasadas si delegamos alguna responsabilidad, nos vemos como seres egoístas si tomamos un tiempo para nuestro ocio personal. Sea como sea, no estamos a la altura.

Grupo de amigas hablando sobre la autoexigencia en la maternidad junto a sus bebés.

No necesitas ser perfecta

  • La perfección es relativa e inalcanzable. Cada persona tiene su propia visión de lo perfecto y no podemos, ni queremos, agradar a todo el mundo. La única opinión que importa es la tuya, sigue tu intuición.
  • No trates de tener controlado al milímetro cada aspecto de tu vida y de la de tus hijos. Esto no es realista y solo provocará que la ansiedad te impida disfrutar de tu maternidad.
  • Deja de machacarte por tus errores y pon en valor tus aciertos. Está bien fallar y aprender, la maternidad es un proceso y no tiene libro de instrucciones.
  • Tienes derecho a delegar, a pedir ayuda y a dedicarte tiempo a ti misma. Es más, es tu obligación cuidar de tu bienestar y no abandonarte por la entrega a los otros. Una madre feliz es una mejor madre.
  • Sé flexible. La vida no es una cuestión de blanco o negro. Entre ser perfecta y ser un desastre existen muchos tonos de gris. No importa si un día has perdido los nervios con tu hijo o si has dejado la cocina sin recoger.
  • No hay una única forma de ser madre. Cada niño y cada familia son diferentes y tienen su propia dinámica. Finalmente, tu hijo no necesita una madre de libro. Solo necesita presencia, amor y respeto.

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