El trastorno de alimentación selectiva en la infancia

Los niños con trastorno de alimentación selectiva limitan su ingesta a un número muy reducido de productos, lo que les acarrea déficits nutricionales.
El trastorno de alimentación selectiva en la infancia
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 27 julio, 2022

Es común que los niños presenten ciertas dificultades relativas a la alimentación. Preferencias por determinadas comidas y reticencia a ingerir otras. Sin embargo, en algunos casos, el rechazo se vuelve tan generalizado que la ingesta queda limitada a un grupo muy reducido de alimentos, comprometiendo, así, las necesidades nutricionales. Es el caso del trastorno de alimentación selectiva.

Anteriormente este síndrome no contaba con una entidad propia, pero en la última revisión del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) se le ha reconocido como un desorden con características bien definidas. Se sabe ahora que la tendencia a evitar grandes grupos de alimentos va más allá de un capricho o una mala conducta infantil.

El trastorno de alimentación selectiva

El también llamado síndrome del comedor selectivo hace referencia a una alimentación restringida y poco variada en la que existe un gran rechazo a probar nuevos alimentos. La evitación se lleva a cabo con base en las características sensoriales de los alimentos (su textura, su color, su forma). Y acarrea consecuencias importantes a nivel nutricional.

Niño con trastorno de alimentación selectiva con un plato de comida delante que no quiere comer.

Es común que estos niños presenten una pérdida de peso significativa o no logren el aumento de peso esperado durante su crecimiento. Del mismo modo, aparece una deficiencia nutricional importante, dado que en muchas ocasiones se rechazan grandes grupos alimentarios como las verduras, el pescado o las legumbres.

También se ve afectado el plano psicosocial, pues se tienden a evitar reuniones y eventos en los que el síndrome pueda salir a la luz o suponer un problema. Es una condición que afecta al bienestar tanto del niño que la padece como de sus cuidadores principales. Pues, muchas veces, estos pueden sentirse desbordados ante las negativas constantes del pequeño.

Más que un capricho

Nunca hemos de perder de vista que esta situación no es el reflejo de un capricho infantil o de un niño ‘malcriado’. Es un síndrome con un origen multicausal y una implicación más profunda. Si bien aún no se conocen con exactitud las causas, se han hecho hallazgos que lo relacionan con diversas circunstancias vitales:

  • Es común que estos niños presenten una personalidad ansiosa, con rasgos obsesivo-compulsivos o tendencia a la fobia social. Igualmente, muestran una baja adaptación al cambio y a la novedad. Es posible que el trastorno alimentario sea una manifestación de esa personalidad rígida e inflexible.
  • Se han observado problemas en el establecimiento del vínculo con el cuidador principal. Los niños, al no poder expresarse verbalmente, utilizan los gritos o rabietas para comunicar su desagrado. Este tipo de conductas puede generar un gran estrés, malestar y nerviosismo en el cuidador, lo que impedirá que se cree un vínculo de amor y confianza saludable entre ambos. Para evitar estas situaciones, generalmente el cuidador opta por ofrecer solo aquellos alimentos menos problemáticos, reforzando, así, las restricciones del niño.
  • En diversos estudios se ha encontrado que un importante porcentaje de niños y jóvenes con este trastorno, muestran, de base, una fobia a atragantarse o vomitar, o ciertas alergias alimentarias.
    Niña rechazando la comida debido al trastorno de alimentación selectiva en la infancia.

¿Cómo prevenir y tratar el trastorno de alimentación selectiva?

  1. Cuando el bebé comience la alimentación sólida, métodos como el baby-led weaning pueden ayudarle a explorar la diversidad de alimentos y acercarse a ellos a su propio ritmo. De esta forma, el pequeño lo vive como un proceso natural y divertido y no como una imposición.
  2. Hemos de ser constantes y pacientes al ofrecer alimentos variados. No debemos perder los nervios ni ceder ante el rechazo del niño.
  3. Para los pequeños, somos su modelo de conducta. Es importante que observen que todos los miembros de la familia comen lo que hay en la mesa, sin excepción. Reunirse para comer y charlar distendidamente también es beneficioso.
  4. Tratemos de innovar culinariamente, incluyendo distintas texturas, sabores y modos de preparación. Salir de la rutina estimulará en el niño la curiosidad y el gusto por probar nuevos sabores.
  5. Una vez establecido el trastorno, es importante buscar ayuda profesional. En algunos casos los déficits nutricionales pueden hacer necesario un internamiento hospitalario de corta duración.
  6. En cualquier caso, será necesario intervenir de una forma interdisciplinar, incluyendo psicólogos, médicos y nutricionistas. Será primordial trabajar sobre la personalidad rígida y sobre el vínculo con el cuidador. Y, sobre todo, llevar a cabo exposiciones graduales a nuevos alimentos.

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