¿Qué es el síndrome del incesto emocional?

Poner a los hijos en el lugar de la pareja y obligarlos a que cumplan un rol que no les corresponde es lo que muchos expertos denominan "síndrome del incesto emocional". Esto tiene profundas consecuencias en la salud mental y en la calidad de los vínculos para los menores.

Muchas veces, se coloca sobre la figura de los hijos una presión para que satisfagan las expectativas y den respuestas a las necesidades propias no satisfechas de los padres. Esto es lo que algunos expertos denominan como “síndrome del incesto emocional”. Veamos de qué se trata y por qué es perjudicial.

Conoce qué es el síndrome del incesto emocional

Este fenómeno, que se ha denominado incesto emocional, en la mayoría de las teorías psicológicas tiene que ver con la confusión de los límites entre los miembros de la familia y con los cambios en los roles y en las funciones. De allí que muchos especialistas advierten que puede resultar inadecuada la palabra “incesto”. Lógicamente, la primera idea que se nos viene a la cabeza tiene que ver con abuso o con relaciones sexuales entre familiares. En este caso, no se relaciona con ninguna de estas situaciones.

Sin embargo, es importante destacar que se hace uso del poder en un vínculo asimétrico y se provoca que el hijo implicado tenga que “tomar partido”.

Algunas características del síndrome del incesto emocional

Los padres esperan contar con la complicidad de su hijo y lo ponen en un lugar incómodo al tener que optar entre un progenitor o el otro.

El error que comete uno -o ambos- de los progenitores tiene que ver con buscar apoyo y sostén en los hijos de modo inadecuado, lo cual puede dar lugar a diferentes situaciones tales como las siguientes:

  • Se espera complicidad de los hijos: de ese modo, los pequeños quedan entre “la espada y la pared” al tener que elegir -aunque sea de manera indirecta- entre uno u otro progenitor. Bajo la figura de confidentes o mejores amigos, queda oculto en realidad el papel de víctimas de dichos niños.
  • Se socializa con ellos sobre temas que no son pertinentes: hay ciertos problemas en los que no corresponde la intervención de los niños, ya sea por su edad o por su rol. Por ejemplo, muchas veces se revelan asuntos de intimidad que deberían quedar reducidos al ámbito de la pareja.
  • Es una forma de manipulación a los hijos: esto se debe a que se los emplea como mensajeros o portavoces de una conversación que, en realidad, debería darse en el mundo adulto. También sucede que los hijos tienen una sola versión de los hechos y pueden hacerse una idea errónea o equivocada del otro progenitor.
  • Los hijos suelen ser instrumentalizados: es decir, que se deposita sobre ellos la responsabilidad de satisfacer las expectativas y las necesidades del adulto en cuestión. Entonces, lo que se presenta en apariencia como un vínculo de interés, de cuidado y de atención, en realidad tiene otro objetivo.
  • Los hijos viven entre la ambivalencia y la frustración de quenada es suficiente”: esto ocurre porque, como indica la lógica en estas situaciones, no logran los resultados esperados.
  • Los hijos se terminan parentalizando: esto significa que se espera de ellos que ejerzan ciertos roles y asuman determinada responsabilidad que es inapropiada para su edad.

Muchas veces, el incesto emocional puede verse facilitado o propiciado por algunas circunstancias tales como las siguientes:

  • Problemas de salud de uno de los cónyuges.
  • Dificultades en la pareja, como infidelidades o fallas en la comunicación.
  • Maltrato.
  • Separación o divorcio.

Consecuencias del incesto emocional

Toda relación en donde no hay límites claros compromete el bienestar de las personas implicadas, y el ámbito familiar no es la excepción. Veamos algunas de ellas:

Afecta la capacidad de decir que no de los niños 

Esto va en contra de su autorrespeto, ya que quedan envueltos en lo que viven como una trampa. Muchas veces los niños quisieran marcar un límite, pero no saben cómo hacerlo porque quien demanda ayuda es una figura significativa. Sienten mucha culpa y, entonces, se vuelven contra sí mismos y pasan por alto sus propios deseos y necesidades. Incluso, cuando logran imponerse, el progenitor lo toma como una traición y se lo hace notar, lo que incrementa aún más la culpa.

Cuando el niño no cumple con la expectativa del progenitor, este lo toma como una traición y lo hace notar, por lo que se genera un sentimiento de culpa en el menor.

Dificultades para comprender y contener la situación

Muchas veces los hijos no cuentan con la madurez y desarrollo emocional necesario, no solo para contener la situación, sino incluso para entenderla.

Problemas para vincularse con otras personas

En el futuro, esta dificultad también podría derivar en obstáculos a la hora de vincularse con otras personas. Por otro lado, como estos hijos aprenden que sus necesidades quedan en un segundo plano, muchas veces tienden a comportarse de manera complaciente. En ocasiones, están tan desconectados de sus propios deseos que son incapaces de tomar decisiones o pensar por sí mismos. Esto ocurre porque siempre han vivido para alguien más, por lo que su función es la de hacer feliz a su padre o a su madre.

El todo, más que las partes

Por último, más allá de poner la lupa sobre una relación particular, debemos evitar caer en una lectura reduccionista. Además de las personas directamente implicadas, este tipo de relación resulta perjudicial para toda la familia.

Por ejemplo, si en ese vínculo preferencial, un hijo recibe más atención que el resto de sus hermanos, esto generará conflictos entre ellos. En consecuencia, la situación dará lugar a todo un matiz de emociones y sentimientos que pueden ser de celos, de hostilidad o una autoestima herida por parte de quien no recibe esa atención, entre otras. Por lo tanto, se ven afectados el “subsistema pareja”, el “subsistema fraterno” y el “sistema parento-filial”. Es decir, se produce un efecto en cascada que altera y permea todas las relaciones.

Bibliografía

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