Las dinámicas tóxicas entre hermanos

Para mejorar las dinámicas tóxicas entre hermanos es preciso evitar las comparaciones entre ellos. Te enseñamos cómo hacerlo.
Las dinámicas tóxicas entre hermanos
Maria Fátima Seppi Vinuales

Revisado y aprobado por la psicóloga Maria Fátima Seppi Vinuales.

Última actualización: 20 diciembre, 2022

En todas las familias existen peleas y enojos entre los hermanos. Habitualmente, se trata de una situación normal y controlable que no suele pasar a mayores. Incluso, al transcurrir en el ámbito familiar y privado, estas peleas conllevan ciertos aprendizajes: les enseñan a ambos a resolver conflictos y a prepararse para enfrentarse a las adversidades de la vida.

Sin embargo, algunas dinámicas entre los hermanos son rígidas, negativas y les impiden a los involucrados escapar de ellas. Estas son las relaciones tóxicas y te vamos a contar todo acerca de las mismas.

Dinámicas tóxicas más frecuentes que se establecen entre los hermanos

A continuación, vamos a detallarte algunas de las posibles dinámicas tóxicas que se hacen presentes en la relación entre los hermanos para que las conozcas y puedas intervenir a tiempo.



El  hijo angelado y la oveja negra de la familia

Esta es una de las dinámicas más frecuentes en el hogar y suele darse con hijos con perfiles bien marcados. Por un lado, el hijo rebelde que desobedece las normas y, por el otro, el niño que es la luz de los ojos de sus progenitores, pues consideran que lo hace perfecto.

Por supuesto que esta dinámica tiene sus consecuencias negativas y una de ellas es la competencia que se establece entre los hermanos por ser el mejor.

Aquel que es “el angelado” decide hacer uso de esa posición de beneficio y trabaja para ello. No obstante, no puede andar su propio camino, pues tiene que obedecer y acatar los mandatos y las órdenes de sus padres para cumplir con sus expectativas.

Son aquellos hijos que hacen todo lo que sus padres esperan y jamás rompen con las normas. Todo esto tiene un costo altísimo, ya que para mantener ese lugar sacrifican su bienestar y su autonomía. Son niños que no son capaces de ponerse a sí mismos como prioritarios, de defenderse ni de ponerle límites a los demás. Siempre siguen el camino establecido por los otros.

Por su parte, “la oveja negra”, a pesar de querer abandonar ese lugar, no puede cambiar esa situación. Las etiquetas y los roles están tan arraigados en la familia que es difícil moverse de allí.

A pesar de las diferencias, el resultado de la disputa es el mismo: la autoestima de ambos se deteriora.

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El inteligente y capaz versus el irresponsable e inmaduro

Esta es otras de las dinámicas tóxicas entre hermanos, pero una de las más peligrosas. En muchos casos, el hijo maduro termina por asumir responsabilidades que no le corresponden o que son excesivas para su edad e incluso padecer la parentalización.

Cuando este conflicto no se resuelve a tiempo trasciende a lo largo de la vida. Por ejemplo, cuando los padres son ancianos, esperan que el hijo maduro se haga responsable de ellos, ya que el otro no sería capaz de hacerlo.

El agresivo o manipulador y el sumiso o débil

En ocasiones, en las familias hay un miembro que siempre saca ventaja de las situaciones a expensas de los demás. El manipulador o agresivo no conoce los límites ni respeta los derechos ajenos.

Por su parte, aquel que es más sumiso y que permanece en silencio puede sentirse indefenso y subvalorado. A lo largo de su vida ve minada su autoestima y puede llegar a creer que no es merecedor de nada mejor.

¿Cómo abordar las dinámicas tóxicas entre los hermanos?

Existen algunas sugerencias para ayudar a apaciguar los conflictos entre hermanos y te las mencionamos a continuación:

  • Reconocer que es esperable que existan las disputas y que, de algún modo, son necesarias. Las peleas o celos suelen ser más frecuentes cuando existe cercanía de edad. A su vez, los hermanos son siempre el primer punto de comparación, esa persona con quien podemos medir los éxitos y los fracasos, pues son quienes están más próximos a nosotros. Lo importante es no fomentar la rivalidad ni la competencia, así como tampoco tomar partido por uno o por el otro. Hay que poder brindarle a ambos las herramientas necesarias para poner límites, llegar a acuerdos y solucionar los conflictos entre ellos.
  • Observar las interacciones entre los hermanos y detectar los signos que sugieren que la cuestión se va de las manos. Hay una diferencia entre la pelea y el abuso. Cuando hay un niño que sufre acoso o es violentado por su hermano hay que intervenir entre ellos.
  • Conocer a cada hijo y satisfacer sus propias necesidades. Si uno de ellos tiene dificultades para realizar sus tareas es necesario evitar las comparaciones con su hermano. En todo caso, lo ideal es estar atento a sus necesidades y ayudarlo.
  • Compartir más tiempo con ellos, en conjunto y de manera individual. De este modo, nos anticipamos a un potencial conflicto: la pelea como llamado de atención de los padres.
  • Mantener los límites y las reglas claras para todos los miembros de la familia. La arbitrariedad del “hoy si, mañana no”, “a ti si, pero a él no” genera sensaciones de injusticia y sienta las bases para el conflicto.
  • Facilitar la gestión de emociones como una forma para que se desahoguen y encuentren formas de expresarse antes de llegar al conflicto entre hermanos.
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El desafío de revisar la propia crianza

El hecho de convertirse en padres es una invitación a reflexionar sobre la propia crianza. Muchas veces, repetimos historias y patrones porque no se sanaron ciertas heridas. Por eso, la paternidad y la maternidad invitan a echar luz sobre dicha experiencia, a cuestionarse ciertos mandatos y a pensar en nuevas y mejores formas de educar.

A veces, fomentamos sin querer la competencia porque ese fue el modo en el que aprendimos a relacionarnos. De allí que sea importante reconocer que pertenece a nuestra historia pasada y que, quizá, lo deberíamos cambiar.

Por último, es importante reconocer cuáles son nuestros propios deseos y cuáles son los de nuestros hijos, pues podemos arrastrarlos a vivir una vida que no es la que desean, sino aquella que quisiéramos haber vivido nosotros.


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