¿Por qué el amor más sincero es el de tus hijos cuando están creciendo?

La infancia de los hijos pasa más rápido de lo que parece y es importante aprovecharla al máximo para construir hermosos recuerdos familiares.
¿Por qué el amor más sincero es el de tus hijos cuando están creciendo?

Última actualización: 16 noviembre, 2022

El camino de la maternidad está lleno de retos y aprendizajes diarios, pero también de momentos llenos del amor más puro, tierno y sincero. Porque a pesar de aquellas situaciones que ponen a prueba la paciencia, ser papás es uno de los regalos más grandes que la vida nos puede brindar.

Por esta razón, saber aprovechar al máximo la infancia de los niños es fundamental. Pues a pesar de que en ocasiones no sea tan placentera como desearíamos, es una etapa que pasa en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, en ese lapso, los padres son el centro del universo de sus hijos, devolviéndoles multiplicado el amor desinteresado que ellos les brindan.



El amor más puro viene con la maternidad

En muchas ocasiones, y debido a la rutina tan extenuante que pueden llegar a tener las mamás, disfrutar de la maternidad es algo más fácil de escribir que de sentir. Y es que las desveladas, los berrinches, los quehaceres del hogar y los problemas de crianza imprevistos, pueden hacer desear que los niños crezcan pronto.

Durante la infancia es cuando se consolidan la mayoría de recuerdos y comportamientos positivos, así que procura no ser un padre ausente y preocuparte por tus hijos pequeños.

No obstante, cuando se toma la decisión de aventurarse a la maternidad o la paternidad, se desbloquea un nuevo nivel de amor que antes se desconocía. Convertirse en madre o padre cambia la perspectiva de la vida y la llena de un nuevo significado, en donde los hijos son parte importante de ella.

El amor más puro que toda persona puede llegar a experimentar es ese que demuestran los hijos cuando son pequeños, por lo que solo las mamás y los papás pueden darlo, sentirlo y recibirlo.

Los niños demuestran su amor más puro cuando son pequeños

En el preciso momento en el que ven por primera vez los ojos de sus hijos, la mayoría de las mamás y los papás descubren un nuevo nivel de amor. Uno lejano al amor romántico o al cariño que se siente por los padres o hermanos. Si no un amor incondicional que aprecia cada uno de los cabellos y latidos del corazón de la otra persona, llegando incluso a dar la vida por ella.

Los niños demuestran su amor cuando llaman a sus padres para que jueguen con ellos o cuando los abrazan y los besan de la nada.

Y del mismo modo en que miras a tu hijo y piensas que no podrías sentir más cariño, amor y afecto por esa criatura, él te observa desde su inocente corazón, demostrándote mediante su mirada y sus acciones cuanto te ama y aprecia. De ahí la importancia de saber brindar apoyo emocional que promueve la crianza respetuosa.

Los niños expresan su cariño a sus padres desde esos momentos de intimidad cuando son bebés y solo los observan en silencio, hasta esas primeras palabras llamando a su “mami” o su “papi”. También con los primeros “te quiero” y los garabatos más hermosos que realizan para ellos.



Al pasar el tiempo el amor no se marcha, pero sí cambia

Cuando son pequeños los niños no tienen los filtros sociales y personales que vamos adquiriendo a medida que pasa el tiempo. Es habitual que algunos hijos que durante su infancia eran muy apegados a sus padres, a medida que van creciendo vayan distanciándose de a poco.

Esto no quiere decir que cuando son adolescentes o adultos los hijos dejen de querer o apreciar a sus padres con la misma intensidad. Todo lo contrario, al pasar de los años el amor paternal se va cosechando con las acciones, haciéndose más fuerte y sólido. Sin embargo, es un amor diferente, más maduro y sensato que el que brindan los niños.

Así que aprovecha cada uno de los momentos de la niñez de tus hijos, criando desde el amor, el respeto y la disciplina. No escatimando en abrazos ni en besos. Enseñando valores y lecciones de vida valiosas. Y más importante aún, brindando un cariño incondicional en donde los niños puedan crecer sanamente rodeados de un ambiente que propicie sus habilidades.


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